Oficialmente, la reunión de ministros de Economía y gobernadores de bancos centrales del G-20, que reúne a los países ricos y a los emergentes, este viernes en Washington, sirvió para reafirmar el compromiso de «asegurar una recuperación mundial y la transición hacia un crecimiento fuerte, durable y equilibrado».
Pero detrás del comunicado plano y esperado, se hablaba griego. El rescate de Atenas está en marcha y la UE, con matices, se apresura a poner el dinero para que el gobierno de Papandreu pueda hacer frente al vencimiento de sus primeras deudas en mayo, 8.500 millones de euros.
El comisario europeo de Asuntos Económicos, Olli Rehn, aseguró, sin detalles, que «hay un acuerdo sobre cómo dar fondos a Grecia rápidamente». Sin embargo, Merkel ha vuelto a pedir más ajustes a Papandreu y, ante la posibilidad de que las ayudas europeas no lleguen a tiempo, se plantea que sea el FMI quien ponga su parte, 15.000 millones de euros, mientras los gobiernos de la UE hacen cuentas y pasan sus trámites correspondientes. El ministro griego de Finanzas, Giorgos Papaconstantinu, está este fin de semana en Washington negociando fórmulas con el organismo internacional.
En cualquier caso, los 30.000 millones acordados por la UE para Grecia serían la partida correspondiente a 2010 y nadie sabe ni quiere saber qué pasará después. Hay prioridad por ver la reacción de los mercados ahora y qué va pasando en otras economías que reflejan datos estadísticos que se van pareciendo a los griegos.
Déficit excesivos
El comisario Rehn dijo que «la crisis griega tiene implicaciones potenciales para la estabilidad financiera de la Unión Europea y a nivel global» y el presidente del Banco Central Europeo, Jean-Claude Trichet, añadió que «todos los países de Europa tienen un montón de trabajo que hacer, en materia de reformas estructurales y sobre su situación fiscal.No veo ninguna excepción, pero una vez dicho esto, España no es Grecia, por supuesto».
En la misma idea insistieron otros miembros del BCE y la vicepresidenta española, Elena Salgado, que repetía eso de que «España no es Grecia». Aún así, los alemanes siguen viendo un panorama relativamente distinto. El presidente del Bundesbank, Alex Weber, advirtió de que «el riesgo de contagio ha aumentado en las últimas semanas y que muchos países tienen déficit presupuestarios excesivos.»
La reunión del G-20 tenía un objetivo más concreto que quedó en segundo plano por la preocupación internacional ante la crisis griega. Se plantea imponer una tasa o impuesto a los bancos para hacer frente a futuras crisis financieras. De momento, estudiará la posibilidad el Fondo Monetario Internacional. euroXpress