Los dos mandatarios han brindado con cava francés, aunque una vez más ha quedado claro que hay muy poco «feeling» entre ellos. A Francia y Alemania no solo les separa el Rin, ese gran río europeo que ha sido fuente de desarrollo económico de ambos países en los últimos siglos, también los idiomas. Tanto en uno como en otro, las dos lenguas extranjeras que más se estudian son el inglés y el español. Otro aspecto compartido: en una reciente encuesta entre jóvenes, sólo el 7 por ciento citó al vecino como el país en el que les gustaría vivir.... por detrás de España y Gran Bretaña.
Aunque Hollande y Merkel no hablan el mismo idioma, ni vayan a estudiar el del otro, si que han intentado convencer a unos 200 jovenes de la excelencia de uno y otro país y de la necesidad de colaborar en investigación e innovación. Incluso en eso franceses y alemanes tienen una cultura diferente. Los galos admiran de sus vecinos el desarrollo económico, su rigor y la disciplina colectiva; los germanos la creatividad francesa. Algo que bien combinado podría favorecer no solo la colaboración empresarial sino también otras facetas culturales y económicas.
No, no ha habido examen final en Berlin, ni los responsables de protocolo han tenido que colocar chuletas en el suelo para que ambos se entendieran, pero desde hace 50 años, los gobiernos de los dos países realizan grandes esfuerzos para potenciar las relaciones interculturales y colectivas. A pesar de eso y de casi 2.400 hermanamientos entre ciudades, las encuestas muestran que existe muy poca admiración y atracción entre los ciudadanos. Apenas una cuarta parte de los jóvenes franceses quieren escuchar música alemana, según la misma encuesta publicada esta semana y realizada entre adolescentes de esa nacionalidad.
Franceses y alemanes mantienen unos lazos más racionales que afectivos. Hollande ha querido dejar claro que hay «buena química» entre ellos (un guiño para la científica Merkel) que ha añadido que «mi buena química con Hollande es el secreto mejor guardado». Debe serlo, porque no solo no se vé entre ellos sino que tampoco existe entre ambos países. Los alemanes asocian a Francia con el turismo y el arte del «buen vivir», y los franceses ven a los alemanes como unas personas demasiado serias y rigurosas. Parece que al menos hay una cosa en la que sí se han puesto de acuerdo hoy, en el color de los trajes, Merkel y Hollande vestían de negro. Como titulaba ayer Le Monde, hoy se celebraban unas «bodas de oro para una pareja en crisis».
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50 años de«amistad» entre Francia y Alemania