Con batacazos diarios en las Bolsas y la prima de riesgo de los países periféricos subiendo de nuevo, las alarmas se han desatado otra vez en la UE. Merkel, tras otro fracaso electoral debido, en parte, a lo que pasa en Europa, y con críticas desde dentro de su propio partido, se ve contra las cuerdas. La moneda única depende en buena parte de Alemania y la presión ciudadana es fuerte.
Sin embargo, la canciller ha rechazado la posibilidad de que Grecia sea expulsada de la eurozona. Según Merkel, «podría desencadenar un efecto dominó extraordinariamente peligroso para nuestro sistema monetario», dijo a la dirección de su partido, la CDU.
Berlín reclama a Atenas que cumpla sus compromisos de ajuste y austeridad, para poder ofrecer una contrapartida a los suyos. La Cámara Baja del Parlamento (Bundestag) comienza a debatir el miércoleslas reformas del mecanismo europeo de rescate, que exigen una mayor contribución alemana, como país másrico de la eurozona. El resultado de la votación no está claro y Merkel ha apelado a sus diputados para que el proyecto salga adelante.
La canciller se reunió anoche con el presidente del Consejo Europeo, Herman van Rompuy, en un encuentro privado, cuyo contenido no ha trascendido, pero se sabe que el objetivo del líder comunitario es vencer las resistencias de los socios que exigen garantías añadidas a Grecia para conceder un segundo rescate.
Van Rompuy estuvo antes en Finlandia, el país que más obstáculos pone para salvar a Grecia, y que debe aportar unos 1.400 millones de euros en su rescate. Allí, el presidente del Consejo se mostró optimista sobre la salida adelante del acuerdo pactado por los jefes de gobierno el pasado 21 de julio y vino a exigir coherencia con lo pactado. «Finlandia tiene sensibilidades específicas, pero todos tenemos la obligación conjunta de encontrar soluciones a todos los problemas planteados por los 17 países».