La cantidad de países menos adelantados (PMA) comienza a reducirse lentamente. Botswana, Cabo Verde y Maldivas se «graduaron» y han pasado a ser considerados países en desarrollo. El número de PMA venía aumentando desde 1971, cuando sumaban 24. Hoy son 49.
Si sigue mejorando su situación económica, por lo menos otros seis países, Angola, Guinea Ecuatorial, Kiribati, Samoa, Tuvalu y Vanuatu, podrán también abandonar el grupo de los más pobres en 2015. Pero otros son renuentes y buscan posponer el cambio de estatus por los beneficios que reciben los PMA, como aranceles preferenciales a las exportaciones y mayor asistencia al desarrollo.
La lista de posibles «graduados» coincide con la divulgación de un informe de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) según el cual, el flujo de inversión extranjera directa a esos países aumentó un 20 por ciento en el último año, alcanzando la friolera de 26.000 millones de dólares.
Las naciones que más capital recibieron fueron Camboya, en Asia, y cinco países africanos, Liberia, Mauritania, Mozambique República Democrática del Congo (RDC) y Uganda, todos PMA.
El informe sobre las Inversiones en el Mundo, de este año, elaborado por la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Unctad), con sede en Ginebra, dice que el crecimiento obedeció a importantes ganancias obtenidas por Camboya, donde el flujo de inversiones fue del 73 por ciento, así como la RDC (96 por ciento), Liberia (167 por ciento), Mauritania (105 por ciento), Mozambique (96 por ciento) y Uganda (93 por ciento).
Pero hubo 20 PMA donde ha disminuido la inversión extranjera directa. La tendencia fue particularmente pronunciada en Angola, Burundi, Malí e Islas Salomón.
Considerados los más pobres de los pobres, los PMA se caracterizan por tener pobreza extrema y una estructura económica frágil. A eso se suman dificultades geofísicas, limitada capacidad de crecimiento y desarrollo y vulnerabilidad frente a golpes externos, según Unctad.
El último país que se sumó a la lista de 49 PMA es Sudán del Sur, que se convirtió en el miembro 193 de la ONU en julio de 2011. «No está del todo claro» si el aumento de la inversión extranjera directa en los PMA es una nueva tendencia o un fenómeno puntual, opina Arjun Karki, coordinador internacional de LDC Watch, http://www.ldcwatch.org/ alianza global dedicada a cuestiones de desarrollo en esos países.
La disminución del flujo de capitales hacia los países ricos, ha puesto a los PMA en el radar de esos fondos, añade. «Si observas la tendencia, los PMA con una gran riqueza, como la RDC, Liberia, Mauritania, Mozambique y Uganda, son los que están recibiendo fondos», explica Karki.
Al parecer las inversiones tienden a concentrarse en el sector de las industrias extractivas, observa. «Desde el punto de vista del desarrollo, no es una tendencia muy alentadora, pues refuerza la noción de un crecimiento basado en la producción de los PMA, lo que no es sostenible», puntualiza Karki.
El Comité de la ONU de Políticas de Desarrollo suele definir la «elegibilidad» de los países para darles el estatus de PMA en función de varios factores, como población, ingresos y otros indicadores económicos, pero la decisión final queda en manos de las propias naciones implicadas.
Zimbabwe, por ejemplo, no quiso unirse al grupo de PMA pese a tener las condiciones para hacerlo.
El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, dijo que el aumento de la inversión extranjera directa coincide con un «momento importante», cuando la comunidad internacional hace un esfuerzo final para alcanzar los Objetivos de Desarrollo para el Milenio en 2015.
Uno de los objetivos emblemáticos es erradicar la extrema pobreza y el hambre, dos de los principales problemas de los PMA.
Actualmente, la ONU trabaja para definir una agenda de desarrollo para después de 2015.
Karki dice que el nuevo Programa de Acción de Estambul dirigido a los PMA para la década de 2011 a 2020 supone un ligero cambio respecto de la idea de un crecimiento basado en mejorar la capacidad productiva de esos países para lograr una transformación estructural de su economía.
Se aplaude la inversión extranjera directa en los PMA si apunta al sector fabril y a los servicios básicos y de infraestructura, como salud, agua y saneamiento, electricidad y comunicaciones.
El problema principal de que los capitales vayan a la industria extractiva es que los beneficios no se distribuyen. Las grandes multinacionales y trasnacionales y las elites locales se quedan con el dinero en perjuicio de los sectores más pobres, marginados y vulnerables, insiste.
«La cuestión clave de la ampliación de la brecha de la desigualdad y la redistribución de los recursos sigue siendo uno de los grandes desafíos del desarrollo», subraya. «Esto se hizo patente en mi última visita a Liberia y Sierra Leona, dos PMA con muchos recursos pero, por desgracia, con las poblaciones más pobres», añade.
«La triste ironía ha llevado a nuestros colaboradores de la sociedad civil a proponer que los ricos permanezcan en la tierra porque de todas maneras no podían asegurarle a la gente el derecho a un desarrollo sostenible», añade.
El crecimiento negativo, en especial en Angola, Burundi y Malí, puede atribuirse a su inestabilidad política, que no resulta atractiva para la llegada de capitales. «Dicho eso, es interesante señalar que la inversión extranjera directa es importante tanto en regímenes autoritarios como donde hay gobiernos vulnerables, como sucede en África y Asia», observa Karki.
Otra de las razones de la disminución de la inversión extranjera directa es la evolución que han hecho algunos gobiernos que promueven el desarrollo y tratan de preservar los intereses nacionales y el derecho de los pueblos frente a la amenaza de solo lograr ganancias y del saqueo.
«Si eso fuera realmente cierto, entonces los gobiernos de los PMA están en el camino correcto para aliviar a sus poblaciones de las causas estructurales de la pobreza, de las privaciones y de las injusticias», opina.
La cuestión de la soberanía es fundamental en términos de respetar y ajustarse al sistema de cada país. De lo contrario, está probado que la inversión extranjera directa es la perdición del desarrollo sostenible, más que una bendición, concluye Karki.