Muchos hombres viajan con sus familias y el personal de servicio. Se pasan el día en la piscina, de compras y frecuentando cafés y lugares de entretenimiento nocturno. En El Hawamdia, un pueblo agrícola pobre a 20 kilómetros al sur de El Cairo, estos hombres árabes son fáciles de identificar.
Vestidos con sus relucientes túnicas blancas, rondan las calles en sus automóviles lujosos. En cuanto llegan, intermediarios egipcios en sandalias rodean sus vehículos ofreciéndoles apartamentos y lo que más buscan y desean: menores de edad.
En El Hawamdia, así como en otras comunidades rurales pobres de Egipto, todos los años se venden o alquilan miles de niñas de entre 11 y 18 años. Los padres las entregan a hombres ricos mucho mayores que ellas mediante un acuerdo de matrimonio temporal, que puede durar desde un par de horas hasta años, según el arreglo negociado.
«Es una forma de prostitución infantil disfrazada de matrimonio», señala Azza el-Ashmawy, directora de la unidad de lucha contra la trata de menores del Consejo Nacional para la Infancia y la Maternidad (NCCM, por sus siglas en inglés).
«El hombre paga por la niña para quedarse con ella un par de días o todo el verano, e incluso se la lleva a su país para trabajo doméstico o prostitución», explica. La niña regresa con su familia cuando el matrimonio se termina, y por lo general la vuelven a «casar».
«Algunas ya han pasado por 60 matrimonios para cuando cumplen los 18 años», indica El-Ashmawy. «La mayoría duran un par de días o semanas», puntualiza.
Los acuerdos se sellan en alguna de las muchísimas oficinas de «intermediarios para el matrimonio», fácilmente identificables por los visibles equipos de aire acondicionado en un pueblo ruinoso y con servicio eléctrico intermitente.
Los intermediarios, por lo general abogados, también ofrecen servicios de entrega. Para que los clientes elijan, trasladan a las niñas hasta los apartamentos alquilados o los hoteles. Los hombres que viajan con sus esposas y sus hijos suelen hacer la transacción en otros lugares.
Los matrimonios temporales son una estrategia para sortear las restricciones islámicas que rigen las relaciones sexuales prematrimoniales.
«Muchos hoteles y propietarios en Egipto no alquilan a parejas que no estén casadas», explica Mohammad Fahmy, agente inmobiliario de El Cairo. «Un certificado de matrimonio, aun si es precario, permite que los hombres tengan relaciones sexuales dentro de la norma».
Tener relaciones sexuales con menores de edad es ilegal en Egipto. Los intermediarios también ofrecen su asistencia al respecto: ofrecen certificados de nacimiento o reemplazan el carné de identidad por el de una hermana mayor.
Un matrimonio «mut'a» o de «placer» por un día se arregla con 800 libras egipcias (unos 115 dólares). El dinero se reparte entre el intermediario y los padres de la menor.
Un matrimonio «misyar» o «visitante» por todo el verano cuesta entre 200.000 libras egipcias (unos 2.800 dólares) y 70.000 libras egipcias (unos 10.000 dólares). El contrato termina cuando el hombre regresa a su país.
La «dote» que estos hombres árabes están dispuestos a pagar por mantener relaciones sexuales con niñas es un poderoso imán para las familias empobrecidas de Egipto, donde un cuarto de la población vive con menos de dos dólares al día.
Un estudio encargado por NCCM, para el que se entrevistaron unas 2.000 familias en tres pueblos cerca de El Cairo, El Hawamdia, Abu Nomros y Badrashein, concluyó que las fuertes sumas pagadas por los turistas árabes eran el principal motivo de la gran cantidad de «matrimonios de verano» en esas localidades.
El setenta y cinco por ciento de los entrevistados dijeron conocer a una niña metida en este «comercio», y la mayoría cree que el número de matrimonios aumentaba.
El estudio realizado en 2009 mostró que el 81 por ciento de los «esposos» eran de Arabia Saudita, un 10 por ciento de Emiratos Árabes Unidos y un cuatro por ciento de Kuwait.
La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) también estudia estos matrimonios. «La familia toma el dinero y el 'marido' extranjero suele dejar a la niña a las dos o tres semanas», indica Sandy Shinouda, de la unidad contra la trata de la OIM, con sede en El Cairo.
«El Estado no reconoce los matrimonios no registrados y no concede derechos a la menor ni a los hijos que pueda tener la pareja», observa.
Shinouda, que estuvo al frente de un refugio para víctimas de trata de personas, dice que la mayoría de las niñas proceden de familias grandes que consideran que casar a sus hijas con un hombre mayor y adinerado es una forma de escapar de la pobreza. «La niña puede tener unos 10 hermanos, y para la familia es un bien», explica.
Los padres suelen buscar un intermediario para casar a su hija cuando esta llega a la pubertad. En un tercio de los casos se obliga a la menor a aceptar el acuerdo, señala el estudio de NCCM.
Esta práctica tiene un profundo impacto psicológico sobre la salud mental de la niña, subraya Shinouda. «Las niñas saben que las familias las explotan y pueden entender que sus padres las vendan», señala. «La reintegración es un gran desafío porque en muchos casos si se devuelve la niña a su familia, sus padres la vuelven a vender», explica.
La Ley de Infancia de 2008 condena el matrimonio con menores de 18 años, la edad legal para el casamiento. Hay otra norma que prohíbe el matrimonio con extranjeros con los cuales la diferencia de edad sea mayor de 25 años.
Pero estas leyes no se cumplen, reconoce El Ashmawy, de NCCM. La evidencia muestra que la trata de personas ha crecido tras la revuelta popular de Egipto en 2011 debido al deterioro de la situación económica y a la falta de efectividad de la policía.
«No se trata solo de pobreza o religión», puntualiza. «Sino de normas culturales que apoyan el 'comercio' ilegal; la gente cree que es lo mejor para las niñas y las familias grandes. Y los intermediarios logran llegar a un entendimiento con las familias para explotar a las menores», añade.