La periodista Khadija Ismayilova ha sido amenazada y chantajeada por el propio gobierno de Azerbaiyán. Fue tachada de «enemiga del Estado», sobre todo por exponer la corrupción oficial. Pero esta persecución no solo no logró silenciarla, sino que además la ha hecho merecedora de un reconocimiento mundial. Ha sido galardonada con el Premio al Coraje Periodístico 2012, que otorga la Fundación Internacional de Mujeres en los Medios (IWMF, por sus siglas en inglés).
El premio de la IWMF es entregado anualmente a tres mujeres periodistas que hayan «demostrado extraordinaria fortaleza de carácter en la realización de su profesión bajo circunstancias difíciles o peligrosas». Las otras ganadoras este año son Asmaa al-Ghoul, reportera independiente de Gaza, y Reeyot Alemu, columnista encarcelada en Etiopía.
Ismayilova, que trabaja para el servicio azerbaiyano de la cadena internacional Radio Free Europe/Radio Liberty (RFE/RL), ha dicho «No quise retroceder, y no quise darme a mí misma la oportunidad de retroceder».En esta entrevista habla sobre la situación del periodismo de investigación y del inesperado apoyo que tuvo de la sociedad de Azerbaiyán, en su gran mayoría conservadora. El país caucásico enmendó en 2009 una ley de prensa que desde entonces restringe la actividad periodística.
El gobierno intentó chantajearla y usted invirtió los papeles. ¿Puede contar cómo sucedió?
Lo que pasó es que yo estaba realizando una investigación sobre la corrupción de alto nivel en la familia del presidente (Ilsham Aliyev): familiares involucrados en contratos del Estado y beneficiándose de oportunidades públicas, aprobando leyes y normas (para sus propios intereses). En esa investigación, estudié la compañía «offshore» que estos tenían en Panamá, aunque escondían sus nombres y sus intereses en fondos públicos. Así que tras mi investigación instalaron una cámara en mi hoga y durante un tiempo estuvieron grabando todo lo que pasaba en el apartamento que tenía de alquiler. Incluso me filmaron manteniendo relaciones íntimas con mi novio y luego me enviaron algunas de las imágenes.
Me exigieron que me comportara, y yo decidí no «comportarme» como me pidieron. Opté por hacer público (el chantaje), y afirmé que no tenía nada de qué avergonzarme. Son los que le roban al público, al pueblo, quienes deberían avergonzarse. Así que, decidí continuar con mi investigación.
La revista estadounidense The Atlantic dijo que usted era prácticamente la única periodista de investigación en Azerbaiyán.
K.I. - Hay otros periodistas de investigación. Pero solo unos pocos de ellos revelan casos de corrupción. Son muy pocos. Puedo nombrar dos o tres, pero eso es todo. Son personas muy valientes.
Cuando recibí mi premio de la IWMF, dije que lo aceptaba en su nombre también, porque han hecho un trabajo muy difícil y han realizado un periodismo muy valiente. Es muy importante que no esté sola en esto, porque cuando estás solo te conviertes en el principal objetivo del gobierno. Ese fue el caso de Elmar Huseynov, asesinado en 2005. Estaba solo. Fue asesinado porque el gobierno sabía que, una vez que desapareciera, habría silencio, y lo hubo por muchos años, hasta que comenzaron mis investigaciones. La diferencia entre nuestro trabajo y el de otros es que cumplimos con los más altos estándares internacionales. Todas las investigaciones están muy bien documentadas. Cada afirmación, cada denuncia está probada, confirmada y documentada.
¿Cómo es ser una mujer y dedicarse a revelar escándalos en una sociedad tan conservadora?
K.I. - Nunca pensé que por ser mujer no podría hacer las cosas que quiero. No pienso en asuntos de género. Pero cuando te quieren castigar por denunciar escándalos, utilizan los conceptos conservadores de la sociedad. Intentan hablar de las reglas a las que se deben someter las mujeres. Pero cuando me chantajearon, la sociedad se mostró mucho más liberal que el gobierno. La sociedad me apoyó y mostró que reconocía lo que yo estaba haciendo.
Hubo declaraciones (de apoyo) de parte incluso de los sectores más conservadores, como los partidos islámicos. Dijeron que la interferencia en los asuntos privados era algo inaceptable, y que el gobierno estaba usando estrategias nada éticas para silenciar a una periodista.
Cuando intentaron chantajearla, usted, en vez de mantenerlo en secreto, lo divulgó en su cuenta de la red social Facebook. ¿Qué importancia tienen este tipo de medios sociales en la nueva era del periodismo, y hasta qué punto está libre y abierto el acceso a Internet en Azerbaiyán?
K.I. - Los medios sociales juegan un gran papel. Tengo más de 4.400 amigos y más de 5.100 suscriptores en Facebook, además de 2.000 seguidores en Twitter. Comunico la mayoría de mis problemas a través de los medios sociales (en Internet), ya que los tradicionales en Azerbaiyán están en su mayoría controlados. Es por eso que publiqué mi mensaje sobre el chantaje primero en Facebook.
El caso fue divulgado solo por un canal de televisión. Dijo que una periodista había sido chantajeada con un vídeo sexual, pero no se animó a informar a su audiencia sobre lo que estaba investigando. Mis notas, de hecho, alcanzan una mayor audiencia gracias a los nuevos medios. Una significativa parte de lo que hay en nuestro sitio web procede de lo publicado en Facebook.
¿Le preocupa que el acoso pueda agravarse? ¿Los premios como este le dan alguna protección, en términos de reconocimiento internacional por su trabajo?
K.I. - Absolutamente. Creo que el gobierno buscará otras vías para silenciarme, pero yo prefiero concentrarme en mi trabajo, pues no tiene sentido preocuparse por las amenazas. No puedo controlar sus deseos de hacerme algo, ni sus medios para concretarlo. Así que, preocuparse no sirve de nada. Los premios como este me dan protección, pues traen atención internacional a mi caso. Así que, espero que el gobierno dude a la hora de hacer algo.
Pero el premio también tiene gran impacto en las futuras generaciones. Con estos reconocimientos, entenderán que el periodismo de investigación no es solamente problemático, sino que también merece reconocimiento.