«Humo blanco en Jerusalén», anuncian los analistas. Por fin hay un gobierno en Israel. El sábado, un día antes del plazo legal previsto, Netanyahu informó al presidente israelí Shimon Peres que había logrado formar una coalición. «Tenemos por delante un año decisivo en términos de seguridad y economía, así como de esfuerzos para promover la paz», declaró a la prensa.
Pero antes de afrontar un año decisivo, tendrá que hacer frente a una semana decisiva en la que se reunirá con Obama. La coalición mayoritaria formada por Netanyahu cuenta con 68 legisladores, de los 120 que integran el Knesset (parlamento). La alianza depende de dos figuras nacientes en la política israelí: Yair Lapid y su partido de centro Yesh Atid (Hay Futuro), con 19 escaños, y Naftali Bennett y su agrupación Hogar Judío, con 12. El partido de Lapid reúne principalmente a la clase media y apela al «reparto equitativo del peso social», mientras el de Bennett está vinculado al lobby de los colonos judíos.
Los confidentes del primer ministro israelí, el exministro de Defensa Ehud Barak y sus socios del tradicional Partido Likud quedaron fuera, así como sus aliados ultraortodoxos, que tampoco integraron la coalición gobernante. «Netanyahu está en una posición débil frente a Obama porque está cada vez más solo en la conducción de su país y porque todavía debe forjar una nueva política», opina el periodista Yonatan Regev, del canal 10 de televisión. «Así que escuchará lo que el presidenta tenga que decir, pero no tendrá mucho para hablar», apunta.
Yossi Kuperwasser, director general en el Ministerio de Asuntos Estratégicos, apunta que «tenemos una política clara sobre Irán, el mundo árabe y la cuestión palestina». Regev especula: «Obama y Netanyahu no son, después de todo, los mejores amigos». Precisamente, por eso, el presidente estadounidense envió unos mensajes positivos esta semana en una entrevista exclusiva concedida al canal 2 israelí.
Se refirió a Netanyahu por su apodo «Bibi» por lo menos unas 10 veces, y declaró: «Tenemos una tremenda relación. Él es directo conmigo sobre su visión de las cosas; y yo soy muy franco con él sobre mis opiniones». Kuperwasser se muestra prudente: «Podemos tener algunas diferencias sobre cuál es la forma correcta de promover nuestros intereses comunes hacia la paz». «Se discute, pero estamos muy cercanos. Esa es la atmósfera que caracterizará su visita», asegura.
En la agenda de Obama está el plazo límite dado por Israel a Irán, hasta esta primavera y verano boreal, para que deje de adquirir capacidad para desarrollar armas atómicas. Si esto se corroborase, el estado judío lanzaría un ataque contra las instalaciones nucleares iraníes. Y para la primavera faltan horas. Mientras, Teherán destina parte del uranio enriquecido a la investigación, para disminuir su avance hacia la bomba atómica, y así nadie está seguro de cuándo se cruza la «línea roja» fijada por Netanyahu.
Pese a su posición contraria a un ataque unilateral contra Irán, Obama trató de aplacar las dudas israelíes. «Que Irán se dote de la bomba atómica es cruzar la línea roja», dijo al canal 2, utilizando el lenguaje de Netanyahu. «Cuando digo que todas las opciones están sobre la mesa, todas las opciones están sobre la mesa», subrayó. «No es 'todas las opciones están sobre la mesa'», opina Kuperwasser. «Se necesita una opción militar creíble para convencer a los iraníes de detener su programa» nuclear.
En la agenda del presidente de Estados Unidos también están las conversaciones de paz entre Israel y el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmoud Abbas, con quien Obama se reunirá este jueves. «Los israelíes están preocupados con cuestiones socioeconómicas, el precio de los apartamentos, la conscripción de estudiantes ultraortodoxos, que están exonerados de hacer el servicio militar, y el presupuesto», añade Regev. Inmerso en la política interna de su país en los últimos tres meses, así como en el futuro cercano, Netayanhu no ha tenido tiempo de trazar los alineamientos de su nueva política.
Es difícil pensar que Obama pueda presionarlo para que avance en el único asunto en materia de política exterior que puede controlar: las negociaciones de paz con los palestinos. El reconocimiento en noviembre de Palestina como estado observador no- miembro de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) desató manifestaciones en los territorios palestinos contra la ocupación israelí. «La visita de Obama a Abbas es una distracción para contener el problema palestino y darle apoyo a la ANP para que no colapse y siga su misión en esta etapa de transición, hasta que los israelíes despierten y se den cuenta de que deben trabajar hacia una solución de dos estados antes de que sea demasiado tarde», según Mahdi Abdul Hadi, fundador de la Sociedad Académica Palestina para el Estudio de Asuntos Internacionales (Passia).
En septiembre de 2010, Netanyahu rechazó la petición de Obama de ampliar 10 meses la moratoria para la construcción de asentamientos, tras lo cual Abbas se negó a alargar las conversaciones de paz. Kuperwasser descarta que se vuelva a congelar la construcción en las colonias judías. «Ya pasamos por eso. El hecho es que los palestinos prefieren una política unilateral y recibir declaraciones de la ONU sin significado en el terreno en vez de negociar con nosotros sin condiciones para cambiar la situación en beneficio de ambos».
Una señal de que no se espera la reanudación de las conversaciones de paz durante la visita de Obama es que funcionarios estadounidenses dijeron que el presidente escuchará a sus interlocutores israelíes y palestinos y se dirigirá directamente al pueblo israelí. De hecho, en la presentación del viaje difundido por la Casa Blanca en YouTube, se destaca el discurso que dará el presidente Obama a estudiantes israelíes. En el videoclip el asesor, Ben Rhodes, destaca que «ese es el verdadero objetivo de la visita, la capacidad del presidente de hablarle directamente al pueblo israelí sobre el futuro que queremos construir juntos».
En su primer viaje al extranjero de su primer mandato, Obama se dirigió al mundo islámico desde la Universidad de El Cairo, ignorando que se había convertido en una fuente de inspiración para el despertar árabe. Pero Obama puede tener una gran desilusión si espera conmover a los israelíes, como hizo con el mundo árabe, y que ellos emulen su famoso eslogan «Yes we can» (Sí podemos) y contacten a los palestinos.