Mandela, el preso que liberó al pueblo

La muerte de Mandela, como recordaba él mismo hace apenas unos meses, «es algo inevitable»; lo que no quita que el mundo estuviera preparado para ello. Madiba, Mandela, el héroe negro, era la figura viva que mantenía unos ideales, unos valores y unos principios que, con su muerte, tenemos la obligación moral de perpetuar y defender.

«Un hombre que le arrebata la libertad a otro es un prisionero del odio, está encerrado tras los barrotes del prejuicio y de la estrechez mental»

Mandela
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La muerte de Mandela, como recordaba él mismo hace apenas unos meses, «es algo inevitable»; lo que no quita que el mundo estuviera preparado para ello. Madiba, Mandela, el héroe negro, era la figura viva que mantenía unos ideales, unos valores y unos principios que, con su muerte, tenemos la obligación moral de perpetuar y defender.

«El avance nunca es el resultado del esfuerzo individual, se trata siempre de un esfuerzo y de un triunfo colectivo». De tan humilde que suena, de tan ideal, esta frase sólo es creíble en boca de aquel que ha sido el protagonista último en la Historia de los Derechos Humanos, a costa de torturas, cárcel, soledad y aislamiento. Una frase de la que habría que hacer reediciones de aquí en adelante porque es una pieza esencial del valioso legado intelectual y humanista que nos ha dejado Nelson Mandela y la clave para seguir avanzando, juntos, de ahora en adelante.

Nelson Mandela nació en Mvezo (Unión de Sudáfrica), el 18 de julio de 1918 como miembro de la etnia xhosa. En su pueblo era conocido como Madiba, título honorífico otorgado por los ancianos del grupo.

No fue un «niño bueno» y ya en Bachiller fue expulsado del colegio por liderar una huelga estudiantil. Más tarde se licenció en Derecho Por la Universidad de Witwatersrand donde se perpetuó su fama de «conflictivo y revolucionario».

Su nombre saltó a la esfera pública a partir de la creación del Partido Nacional Sudafricano, en 1948, y de su programa centrado en la segregación racial. En ese tiempo, el joven Nelson ejercía de abogado «low cost» para ciudadanos negros sin posibilidad de defensa, lideraba la Campaña de Desobediencia Civil en el Congreso Nacional Africano y defendía públicamente «La Carta de la Libertad», texto germinal contra el apartheid.

Paradójicamente, en el momento en el que más unión se necesitaba, se empezó a quebrar el Congreso Nacional Africano y Partido Nacional sufrió su primera gran crisis con la aparición de la sección africanista y de la Conferencia Pan-Africana (PAC).

En 1960, ocurre la masacre de Sharpeville en la que murieron 69 activistas del PAC, las posiciones se radicalizan y junto al Movimiento de Resistencia Africano, los partidos deciden unirse en una estrategia marcada por la resistencia armada. A pesar de sus orígenes pacifistas, inspirado por la resistencia pasiva de Gandhi, Mandela opta por las armas y lidera el comando «Umkhonto we Sizwe» (Lanza de la Nación), considerado un comando terrorista por las autoridades del régimen sudafricano.

Madiba nunca compartió las tesis de los resistentes que proponían una «África para los africanos» y querían echar al mar a todos los blancos de Sudáfrica, sin embargo, estaba convencido de que el régimen racista y totalitario de los blancos sólo sería derrotado mediante acciones violentas y sabotajes y por éso formó el comando de activistas a los que enviaba a adiestrarse a Cuba, China, Corea del Norte y Alemania Oriental.

Robben Island 466/64, comienza la leyenda

Sólo dos años después es detenido y condenado a prisión y trabajos forzados por traición al Gobierno e intento de sabotaje... Sin saberlo, las autoridades estaban escribiendo las primeras líneas de su leyenda.

Mandela fue el prisionero número 466/64 (el preso número 466 en 1964) en la cárcel de Robben Island durante 17 años.

El gobierno de Sudáfrica rechazó todas las peticiones de que fuera puesto en libertad y la reputación y el nombre de Mandela crecieron exponencialmente. Tal era su influencia que el propio Gobierno planeó su asesinato maquillándolo como una falsa operación de fuga y captura, complot que fue descubierto por el Servicio de Inteligencia Británico y frustrado de inmediato.

En 1985, el presidente Botha le ofreció la libertad condicional a cambio de renunciar a la lucha armada. Mandela no la aceptó: «¿Qué libertad me ofrece, mientras sigue prohibida la organización de la gente? Sólo los hombres libres pueden negociar. Un preso no puede entrar en los contratos». De Robben Island, fue trasladado a la cárcel de Pollsmoor y más tarde a la prisión de Víctor Verster, donde permaneció 10 años hasta su puesta en libertad en febrero de 1990. Su condena sumó una pena total de 27 años.

Tras su liberación, Mandela continuó liderando el partido y la lucha por una democracia multirracial en Sudafrica. Lo consiguió en 1994 con las primeras elecciones democráticas por sufragio universal y con un ganador unánime, Nelson Mandela, primer presidente negro de Sudáfrica y símbolo de la fraternidad entre las razas de todo el mundo.

«Quedará para siempre como una acusación y como un desafío para todos los hombres y mujeres con conciencia el que hayamos tardado tanto en levantarnos para decir ¡basta!». La frase la pronunciaba un hombre recién liberado, joven de espíritu pero envejecido por décadas de tortura y maltrato, y la pronunció consciente de que lo hacía para todas las generaciones que vendrían después de él, como advertencia.

En su primer año de mandato, como forma de ganar terreno en el camino de la igualdad, Mandela utilizó el rugby (tradicional juego de blancos) como medio de integración y propuso un equipo multiracial que ganó el mundial de 1995. Esa victoria fue mucho más que una victoria deportiva, fue la victoria de un país unido... por primera vez.

Mandela fue presidente de Sudáfrica hasta 1999 y en su ancha biografía también ha tenido tiempo para formar una familia, extensa y no exenta de conflictos. Dos esposas y dos separaciones, hijos de esos matrimonios, nietos y bisnietos con la sangre y el apellido del personaje político más venerado del mundo... y, en medio, los derechos de reproducción de la imagen del líder pero, sobre todo, una herencia disputada entre su pasado, familia y «amigos», y su actual esposa, Graça Machel, la mujer que ha dedicado su vida a la lucha por la democracia y los derechos humanos y que, aunque los descendientes de sangre no lo crean, no tiene el menor interés en los bienes de Madiba, con el que se casó el día de su 80 cumpleaños y al que ha cuidado y ha hecho sonreír en estos años de ocaso y descanso.

Referente cultural en todo el mundo

En 1993 recibe el Premio Nobel de la Paz, junto a Frederik De Klerk, último presidente del apartheid y su aliado en la demolición del régimen. Pero es sólo uno de los más de 40 premios y nombramientos honoríficos en su nombre, entre los que se cuentan el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional, el Premio Sajarov o el Premio Bharat Ratna, el premio civil más prestigioso de la India. Mandela, además, ha recibido más de 50 doctorados Honoris Causa de universidades de todo el mundo.

Mario Vargas Llosa, el 30 de junio de 2013, escribía estas palabras para el líder sudafricano en un popular diario español: «Mandela es el mejor ejemplo que tenemos, uno de los muy escasos en nuestros días, de que la política no es sólo ese quehacer sucio y mediocre que cree tanta gente, que sirve a los pillos para enriquecerse y a los vagos para sobrevivir sin hacer nada; sino una actividad que puede también mejorar la vida, reemplazar el fanatismo por la tolerancia, el odio por la solidaridad, la injusticia por la justicia, el egoísmo por el bien común».

Mandela y su lucha inspiraron a creadores de todas las disciplinas. Precisamente, el día de su muerte coincidió con el estreno en Londres de la última de las cintas rodadas sobre su figura, «Mandela: Long Walk to Freedom», dirigida por el británico Justin Chadwick, y que cuenta la «historia de amor» entre Mandela y su país, y la controvertida figura de su ex esposa Winnie. La canción «Ordinary Love» forma parte de la banda sonora y está firmada por U2, la banda de Bono, uno de los más fieles seguidores del líder sudafricano.

Pero no ha sido la única película sobre Mandela. En 2009 se estrenó la exitosa «Invictus», protagonizada por Morgan Freeman y Matt Damon, que narra cómo Mandela logró unir a su país a través del rugby y se basa en el libro «El Factor Humano» de John Carlin. También está la película «Goodbye Bafana», basada en hechos reales, que relata la relación que Mandela tuvo con un guardia de la cárcel blanco, James Gregory, durante los 17 años que permaneció en Roben Island y la cinta «Mandela and De klerk», rodada para la televisión en 1997, y protagonizada por Sidney Poitier y Michael Caine.

El propio Nelson Mandela publicó varios libros y uno de ellos, «El largo camino hacia la libertad (1994), se convirtió en un libro de referencia a nivel mundial con la narración del camino seguido por el África negra hacia la consecución de la libertad política y la restitución de su dignidad humana.

Su primer libro autobiográfico fue «Conversaciones conmigo mismo», en el que el Mandela más político expresa sus pensamientos y reflexiones personales, pero también incluye borradores de cartas a jefes de Estado y fragmentos de diarios escritos en la prisión. Más tarde escribió «Un ideal por el cual vivo» (2005) sobre sus ideales políticos, sus pensamientos sobre el sistema penitenciario, sobre la libertad de los hombres y en 2008 publicó «Mis cuentos africanos», una antología con los más antiguos cuentos de África.

La vida y la obra de Mandela han inspirado, además, a muchos escritores como Anthony Sampson, Richard Stengel, Martin Meredith o Cath Senker, autor de «Mandela and Truth and Reconciliation».

«Habrá vida después de Mandela», decía en una de las pocas entrevistas concedidas en sus últimos años, «tenemos mucha gente joven capaz». Capaz de dejar un mundo mejor que el que encontraron.