BUENOS AIRES (IPS) - Tres décadas después del desembarco militar argentino en las islas Malvinas, el gobierno de Cristina Fernández insiste en forzar a Gran Bretaña a discutir la soberanía del archipiélago que ese país ocupa desde 1833.
Fernández puso en marcha una línea de acción para incrementar y reforzar los respaldos internacionales a la posición argentina en esta materia y hacer resurgir el nacionalismo entre sus conciudadanos, que siguen anhelando recuperar de modo pacífico esas islas australes ubicadas en el océano Atlántico.
«El objetivo de esta estrategia es forzar al gobierno británico a negociar la soberanía» de las islas Malvinas y las vecinas Georgias del Sur y Sándwich del Sur, dice el analista político Rosendo Fraga. «Pero, en la coyuntura, el tratamiento del conflicto hace resurgir el nacionalismo», añade. Para este experto, director del Centro de Estudios Nueva Mayoría, la presidenta Fernández considera que logró «globalizar» la cuestión, al haber instalado el tema en el plano regional y también internacional, y que ese es el camino.
En vísperas del 30 aniversario del comienzo de la guerra, que se cumple este lunes 2 de abril, el gobierno centroizquierdista desplegó la estrategia de ganar apoyos en la región. Al precio de pagar costos políticos internos y externos en algunos casos, los países de América Latina en bloque aumentaron su compromiso con la posición argentina, que también ganó adeptos en Asia, África y en organismos multilaterales.
La ONU pide diálogo entre las partes
Esta semana Argentina también sumó el respaldo de un grupo de ganadores y ganadoras del premio Nobel de la Paz, quienes enviaron una carta al primer ministro de Gran Bretaña, David Cameron, en la que le solicitan que «revise su posición de no dialogar». La negativa británica a discutir con Argentina «pone en serio riesgo la paz y la convivencia en esta parte del mundo», advierten la norirlandesa Mairead Corrigan-Maguire (1976), el argentino Adolfo Pérez Esquivel (1980), el sudafricano Desmond Tutu (1984), la guatemalteca Rigoberta Menchú (1992), la estadounidense Jody Williams (1997) y la iraní Shirin Ebadi (2003). Los laureados recuerdan que Londres se niega a acatar la resolución del Comité de Descolonización de la Organización de las Naciones Unidas, que desde 1966 reitera la necesidad de que ambos países se avengan a dialogar sobre la soberanía del archipiélago.
Lejos del principio de territorialidad que defiende Argentina para su reclamo, Gran Bretaña prefiere reivindicar un presunto derecho a la autodeterminación de los isleños, quienes desde la guerra de 1982 se oponen siquiera a que se abra la discusión.
El politólogo Federico Merke, de la privada Universidad del Salvador y de la Universidad de San Andrés, indicó que tampoco será fácil avanzar en ese camino. «La resolución no le da la razón a nadie, los insta a negociar», aclaró. Argentina no tiene una posición definida respecto de lo que estaría dispuesta a ceder, alertó Merke, para quien en el ámbito diplomático de este país hay «halcones» que supeditan todo a una negociación por la soberanía, y también «palomas». Los «halcones», según el analista, consideran que «la identidad del país estará incompleta hasta que se recuperen las islas, y son muy duros». Es el grupo que se impone hoy dentro del Ministerio de Relaciones Exteriores, aseguró.
El fútbol, como elemento nacionalista
En cambio, la facción cuyos seguidores son identificados como «palomas» insiste en la vía de la cooperación bilateral con Gran Bretaña en materia de recursos hidrocarburíferos y pesqueros, una política que los halcones consideran que fracasó en los años 90. Además del despliegue internacional, el gobierno argentino busca reavivar el nacionalismo entre la población. En este marco y a instancias de Fernández, el fútbol, el deporte más popular del país, se puso la «camiseta de Malvinas».
El segundo tramo o clausura del campeonato de primera división de fútbol, que se disputa en la primera mitad de este año, fue bautizado como «Crucero General Belgrano», el nombre del barco hundido en el Atlántico en 1982, en las proximidades de la costa sureña argentina, por los torpedos del submarino nuclear británico HMS Conqueror.
En ese ataque murieron 323 argentinos, la mitad de las bajas totales que dejó la guerra desde su comienzo el 2 de abril hasta la rendición argentina el 10 de junio. La mayoría de las víctimas fueron soldados conscriptos (jóvenes civiles que entonces tenían obligación de hacer instrucción militar), que perecieron quemados, ahogados o congelados.
También el trofeo que se entregará al ganador de ese torneo está teñido del recuerdo de la guerra. Se llama «Gaucho Rivero», en homenaje a Antonio Rivero, un peón de campo nacido en la provincia argentina de Entre Ríos que trabajaba en Malvinas en 1833 cuando se produjo la invasión británica, y que lideró una rebelión contra los invasores.
«Malvinas no está en la prioridad de la opinión pública, pero si el tema se plantea hace resurgir el nacionalismo», sostiene el analista Rosendo Fraga. «Nueve de cada 10 argentinos piensan que las islas son argentinas y que deben ser recuperadas», añade.
En una encuesta realizada por la consultora Ibarómetro, el 74 por ciento de los consultados consideraron que la cuestión Malvinas, actualizada por el cruce de declaraciones entre los gobiernos de ambos países enfrentados, es «muy» o «bastante» importante. El sondeo también mostró que un 80 por ciento de los preguntados respaldan variantes diplomáticas de negociación y solo el 2,9 por ciento de ellos se manifiestan dispuestos a que la ofensiva verbal escale hacia un nuevo choque militar.
También en el Congreso legislativo quedó plasmada esa coincidencia transversal entre sectores tradicionalmente enfrentados. Por unanimidad, el Senado y la Cámara de Diputados reivindicaron en estos días la «legítima e imprescriptible soberanía» sobre el archipiélago sureño.
No obstante esa unanimidad, hay sectores más críticos de la gestión de Fernández, como algunos intelectuales, abogados y periodistas, que consideran que Malvinas no puede ser una cuestión nacional «sagrada» sino que debe debatirse. Este grupo, en el que se encuentra el politólogo Vicente Palermo y la ensayista Beatriz Sarlo, consideró en un documento que Argentina debe «abdicar de imponerle (a los isleños) una soberanía, una nacionalidad y un gobierno que no desean».