Los eventos climáticos extremos, incluyendo inundaciones y sequías, se han intensificado por el calentamiento global y han provocado daños que han costado miles de millones de dólares este año. Pero lo que está por venir es mucho peor.
Es la alerta del Banco Mundial, la Agencia Internacional de la Energía e incluso la gran firma de servicios profesionales PricewaterhouseCoopers International Limited (PwC) en informes separados sobre las consecuencias si no se hacen drásticas reducciones a las emisiones de dióxido de carbono.
Esos estudios instan a todos los países que participan en la 18 Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 18), que se celebra a desde este lunes en Doha, a llegar a acuerdos de mayores recortes de los llamados gases invernadero.
Sin embargo, «Estados Unidos no prevé incrementar sus metas de emisiones más allá de lo que ya ha acordado», adelanta el jefe de la delegación de ese país en la COP 18, Jonathan Pershing. «Ya estamos haciendo enormes esfuerzos y muy rápidos», ha dicho en conferencia de prensa este lunes. Washington prometió una reducción del tres por ciento de sus emisiones para 2020 respecto de los niveles de 1990.
Pershing asegura que su país está en camino de alcanzar esa meta. Sin embargo, los científicos coinciden en que los recortes de Estados Unidos deben ser mucho mayores si se quiere evitar que las temperaturas del planeta aumenten más de dos grados, lo que desataría catástrofes climáticas aun mayores.
Un nuevo estudio realizado por el científico Kevin Anderson, del Centro británico Tyndall para Investigación del Cambio Climático, sugiere que el Norte industrializado debería hacer reducciones del 70 por ciento para 2020, y la mayoría de los demás países deberían realizar recortes similares una década después.
Qatar, país rico en petróleo, es el polémico anfitrión de esta conferencia, que durará dos semanas. Este pequeño país del Golfo presenta la mayor huella de carbono del mundo por persona, debido sobre todo a sus enormes industrias de gas y petróleo.
Con menos de 2,5 millones de habitantes, es también uno de los países más ricos del planeta. «No estoy de acuerdo en contar el carbono por habitante. Lo que importa es cuánto genera cada país», dice el presidente de la COP 18, el qatarí Abdalá bin Hamad Al Attiyah. El funcionario tiene la difícil tarea de liderar una compleja serie de negociaciones bajo la Convención Marco entre los 194 estados parte.
Hamad Al Attiyah explica que su país cuenta con una estrategia de reducción de emisiones, y que ha hecho y continuará haciendo importantes inversiones contra el calentamiento del planeta. «Estamos invirtiendo mucho dinero», subraya. «Confiamos en que alcanzaremos la meta más alta, en comparación con otros países». También destaca que, como exportador de gas natural, Qatar ayuda a otras naciones a usar fuentes de energía menos contaminantes que el petróleo o el carbón.
Qatar y el presidente de la COP 18 tendrán que demostrar su capacidad de liderazgo, señala Wael Hmaidan, director de CAN International, red global de más de 700 organizaciones no gubernamentales. «Esta semana, el presidente tendrá que mostrarle al mundo que se toma en serio el cambio climático. La mejor manera de hacerlo es prometer una meta de reducción de emisiones para 2020», señala Hmaidan.
Por su parte la secretaria ejecutiva de la Convención Marco, Christiana Figueres dice que «Doha debe tener resultados». Las negociaciones en Doha serán más complejas que nunca, adelanta Figueres, y señala que las delegaciones tienen tres objetivos primordiales.
El primero de ellos es lograr un acuerdo de reducción de emisiones de gases invernadero de aquí a 2020 teniendo como marco el Protocolo de Kyoto. «Las naciones industrializadas deben asumir el liderazgo en esto», dijo en conferencia de prensa.
El segundo es preparar el terreno para un nuevo tratado climático mundial para después de 2020, que necesariamente deberá obligar a una rápida reducción del uso de combustibles fósiles para crear una sociedad mundial baja en carbono.
El tercero es asegurar asistencia técnica y financiera para ayudar a los países del Sur en desarrollo a reducir sus emisiones de carbono y a adaptarse a los impactos del cambio climático, como sequías, inundaciones y pérdida de productividad agrícola.
Hace tres años, en la COP 15 de Copenhague, el Norte industrializado se comprometió a aportar 100.000 millones de dólares anuales al Sur en desarrollo para 2020, a la vez que adoptó un programa de financiación rápida por 30.000 millones entre 2010 y 2012.
Aunque los fondos rápidos ya fueron entregados, solo el 33 por ciento se pueden considerar nuevos, según un informe de Oxfam International. El resto del dinero ya había sido prometido antes de la conferencia en la capital danesa.
Además, apenas un 43 por ciento fue entregado como subvención. La mayoría llegó en forma de créditos que los países en desarrollo tendrán que devolver con diferentes intereses, señala Oxfam en su informe titulado «The looming climate 'fiscal cliff'» («El inminente 'precipicio fiscal' climático»).
Para 2013 no hay dinero. Se espera que en Doha los países comprometan más financiación a través del Fondo Verde para el Clima, que tendrá sede en Corea del Sur. «Si los líderes llegan a Doha sin más dinero, el Fondo Verde para el Clima podría correr el riesgo de pasar a ser un cascarón vacío», alerta el asesor de Oxfam en políticas sobre cambio climático, Tim Gore.
Que añade en un comunicado «Los países en desarrollo se dirigen hacia un 'precipicio fiscal' climático sin ninguna certeza del apoyo que recibirán para adaptarse a los riesgos del cambio climático, mientras que el Fondo quedará vacío por tercer año consecutivo».