«Las decisiones que hemos de tomar serán decisivas para el pueblo griego. El camino no será fácil», ha dicho Papademos en su primera intervención pública y ha añadido que los problemas se resolverán con mayor rapidez y menor coste si hay «unidad, entendimiento y prudencia» entre todos.
El nuevo primer ministro no ha estado nunca implicado en política. Siempre ha aparecido en un discreto segundo plano. Entre 1994 y 2002 dirigió el Banco Central griego desde donde tuvo que lidiar con una inflación disparada e imponer disciplina monetaria. Fue el encargado de llevar a Grecia hasta el euro. Ahora ha dicho que él que metió a Grecia en la moneda única no será quien la saque de ella.
Su trabajo en el Banco Central Griego le valió para su sorpresa que le ofrecieran el puesto de vicepresidente del Banco Central Europeo (BCE). Avisó, aunque nadie le hizo caso, de que la Bolsa de Grecia era una burbuja peligrosa y fue muy criticado cuando se descubrió que en las cuentas que llevaron a Grecia al euro no se había incluido el enorme gasto militar del país.
Es un hombre prudente, introvertido y de decisiones lentas, algo no muy recomendable en momentos límite como este.
Desde un primer momento se barajó su nombre para encabezar el Ejecutivo provisional, pero las conversaciones han tardado quizá excesivamente. Probablemente se ha debido a su exigencia de que tanto el partido socialista, PASOK, que encabeza el presidente saliente Papandreu, como el derechista Nueva Democracia de Antonis Samara, se comprometieran por escrito a apoyar el paquete de rescate de la UE.