Con ese propósito, el grupo formado por el Fondo Monetario Internacional, la Unión Europea (UE) y el Banco Central Europeo concedió un crédito de 110.000 millones de dólares, a condición de aplicar duras medidas que afectan a las capas más pobres de los 10,7 millones de portugueses.
La troika exigió un vasto programa de privatizaciones de empresas estratégicas, reducción de los salarios reales, flexibilización de los despidos, aumento de las horas de trabajo, eliminación de varios días festivos, aumento de impuestos y de las tarifas de gas, agua, electricidad y del precio de los combustibles.
Han pasado 10 meses, y lo que se ha conseguido es «una recesión, con la creación de riqueza que ha caído a niveles de 2001», explica Alves Carlos, un hecho especialmente grave «en un país donde el 25 por ciento de sus habitantes viven con ingresos inferiores al umbral de la pobreza».
La economía portuguesa ha tenido el peor comportamiento de la UE en el último trimestre de 2011, según cifras provisionales divulgadas el 7 de este mes por Eurostat, el sistema estadístico del bloque, el producto interior bruto (PIB) se contrajo un 1,3 por ciento en ese lapso, con cuatro trimestres consecutivos ya en retroceso.
La variación anual del PIB de Portugal registró una caída del 2,7 por ciento. Por otra parte, a la luz de los números disponibles, este país fue el único integrante de la UE que presentó un crecimiento secuencial negativo en cada uno de los cuatro trimestres de 2011.
El desempleo en el cuarto trimestre de 2011 alcanzó al 14 por ciento de la población económicamente activa, destacándo el paro juvenil que llega hasta el 35,4 por ciento. Este es el peor momento en esta materia desde que Portugal accedió a la democracia en 1974, con un importante incremento de la pobreza.
La UE considera que la frontera de la pobreza se marca en un ingreso mensual equivalente a unos 430 euros, 3 euros más que el salario mínimo fijado en Portugal y del que vive un cuarto de los 5,6 millones de la población económicamente activa.
Este país comparte con Estados Unidos, Chile, México y Turquía el podio de los cinco países con mayor desigualdad social de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico, de la que participan todas las naciones industrializadas. Esta situación fue el motor de la huelga general convocada por la CGTP el jueves 22, la segunda realizada desde mayo de 2011, que concluyó con una concentración masiva frente a la sede del parlamento.
Los discursos de los dirigentes de esta central, la principal del país con 655.000 afiliados, hicieron hincapié en que, de todos los países europeos en crisis, Portugal es el que exige sacrificios más injustos, cargando todo el peso en impuestos y pérdidas de derechos laborales a las capas más desfavorecidas, manteniendo intactos los privilegios de las clases altas.
Los mayores impactos de la huelga se apreciaron en el transporte, puertos, recolección de basura, escuelas y hospitales, pero hasta ahora no se ha hecho público el número de trabajadores que la siguió. La CGTP se limita a reiterar que fue «un gran éxito», mientras que el gobierno explica que no puede dar cifras hasta fin de mes, debido a la lentitud del sistema de control de ausencias laborales.
En la concentración se registraron algunos incidentes de poca monta entre los trabajadores pertenecientes a sindicatos y jóvenes autónomos autodenominados «indignados» cuando estos quisieron pasar las barreras policiales. Ante esta situación, los jóvenes se dirigieron al centro histórico de Lisboa, donde fueron recibidos por la policía de choque con una violenta carga que causó varios heridos. Entre ellos había dos periodistas, uno de la agencia portuguesa Lusa y el otro de la francesa AFP, que pese a identificarse fueron agredidos con severidad por los agentes.
La filmación en la que se aprecia al periodista de Lusa cuando es golpeado por policías y sangrando, mientras sigue identificándose desde el suelo, fue divulgada por las cadenas internacionales de televisión, lo que causó un serio disgusto al gobierno del conservador primer ministro Pedro Passos Coelho, que este viernes 23 prometió una investigación de los hechos.
En sendos comunicados publicados este viernes, el Sindicato de Periodistas portugueses y la Asociación de la Prensa Extranjera condenaron en duros términos la acción policial «absolutamente condenable».
En cuanto a la sustancia de la huelga, el líder de la CGTP, que también es uno de los principales dirigentes del Partido Comunista Portugués (PCP), recordó que la paralización se produjo debido a que «el país llegó al máximo de austeridad posible de aguantar» y las reformas al Código del Trabajo presentando por el gobierno conservador son «un regreso al feudalismo».
La CGTP está dirigida mayoritariamente por sindicalistas del PCP, aunque en sus filas también se cuentan extrotskistas del Bloque de Izquierda, independientes y hasta miembros del Partido Socialista, pese a que este oficialmente se identifica con la Unión General de Trabajadores (UGT), de escasa implantación nacional.
En enero de este año, la UGT firmó un acuerdo tripartito de Concertación Social con el gobierno y el sector patronal, lo que explica según la CGTP, su renuencia a participar en la huelga general del jueves.
Empero, algunos dirigentes de la UGT hicieron acto de presencia en la manifestación que llenó la plaza del parlamento de São Bento, así como las principales arterias de Oporto y otras ciudades del país.
Según Alves Carlos la solución a los grandes problemas del país, pasaría por la recuperación del crecimiento, porque «mientras más caiga la economía, menos condiciones habrá para pagar la deuda». La deuda de Portugal «llega ya al 110 por ciento del PIB, con tendencia a aumentar», afirmó, para luego preguntar cómo se puede reducir al 60 por ciento si no hay producción. «Es evidente que, si esas medidas de austeridad no funcionaron en Grecia, tampoco van a resultar en Portugal», sentenció
¿Cuáles son las diferencias con Grecia?, le preguntamos. En Portugal «no queremos revueltas, queremos respuestas», responde, al tiempo que recuerda que la indignación en ese país «tiene que ver con los bancos alemanes y esta es una sucesión de hechos, que después tiene efectos tremendos».
Lo que se prepara ahora en Portugal, «en una línea de neoliberalismo extremo», es privatizar tres grandes áreas donde se mueve mucho dinero: la educación, la seguridad social y la salud, advirtió el dirigente sindical.