Ahora que el desempleo se ha disparado en todo el continente europeo, la búsqueda de mejores condiciones laborales y de una estrategia común para eliminar el empleo precario parece más urgentes que nunca. «Cuando comenzamos a hablar al respecto, los dirigentes políticos y los sindicatos consideraban que la precariedad era una condición transitoria, que no estaba destinada a volverse crónica», recuerda Alessandro Marca, del movimiento San Precario.
Marca añade que «esta crisis les demuestra que estaban equivocados. Los jóvenes que entonces tenían un empleo precario siguen igual, simplemente que ya no son jóvenes». San Precario, declarado por los activistas patrono de los trabajadores en situación inestable, es un icono que recuerda a los santos católicos, a los que invocan los fieles cuando afrontan dificultades. El «santo», que hizo su primera aparición pública en octubre de 2004 en las protestas contra las cadenas multinacionales, fue creado por «una organización activa desde 2001, cuando convocó la primera marcha por el 1 de Mayo», celebración del Día Internacional de los Trabajadores, recuerda Marca.
Movilizaciones internacionales como las manifestaciones contra el Grupo de los Ocho (G-8) países más ricos y las sucesivas ediciones del Foro Social Europeo permitieron que organizaciones civiles se conectaran y plantearan iniciativas trasfronterizas. El mundo de los trabajadores precarios fue una de las preocupaciones principales. En 2004, la movilización por el 1 de Mayo en Milán pasó a ser el Euro MayDay, una acción política contra el trabajo inestable.
Pero las conexiones internacionales no duraron más que un par de años. «Durante un tiempo hubo una red de diferentes organizaciones en Europa, una lista de correos electrónicos, una estructura organizativa y un manifiesto y plataforma comunes para convocar movilizaciones», señala Marca. Actualmente existe el MayDay, que se lo apropió el movimiento Ocupa en Estados Unidos, pero «ya no hay una conexión directa, los contenidos y las modalidades de cada edición son totalmente independientes y basados en un territorio puntual», añade.
Según Sandro Gobetti, presidente de la organización Basic Income Network Italia (BIN), la brecha entre los sistemas de bienestar de la Unión Europea (UE) podría ser una de las razones del fracaso del movimiento internacional de trabajadores precarios. «En muchos países europeos, la gente tiene subsidios por desempleo y un ingreso mínimo». «En ese sentido, Italia es una anomalía. Millones de trabajadores en situación precaria no tienen derechos ni subsidio por maternidad ni pagas de vacaciones, por no mencionar el seguro de desempleo. Los movimientos italianos son más fuertes porque hay una gran necesidad de que existan», explica.
La exigencia de un salario mínimo es, por cierto, uno de los aspectos centrales de las luchas de San Precario. «El movimiento de trabajadores precarios es el protagonista indiscutido de la lucha por la creación de un ingreso mínimo», precisa Gobetti. Para Alessandro Marca «el principal problema de la precariedad es que los trabajadores son propensos a chantajes, y creemos que un salario mínimo es la única solución real». «Somos conscientes de que el actual sistema de producción requiere flexibilidad; lo que pedimos es que esa flexibilidad se remunere de forma adecuada».
BIN se moviliza junto con otras 170 organizaciones para recoger firmas y presentar una propuesta legislativa que establecezca el salario mínimo en Italia. Los pioneros de la primera red de trabajadores precarios europeos decidieron volver a las movilizaciones a escala nacional, pero otros siguen buscando un marco más amplio.
Stanislas Jourdan, activista francés de la red Renta Básica Incondicional (RBI), persigue un proyecto europeo. «La Iniciativa Ciudadana Europea (ICE) es una herramienta que permite que los ciudadanos se expresen». La RBI quiere presionar a Bruselas para que adopte un sistema unificado de ingreso mínimo para todos los ciudadanos de la UE, independiente de su situación económica y laboral. «Todo el mundo tendría una renta básica, universal e incondicional vinculada a la persona, más que al hogar, y lo suficientemente alta para garantizarle sus necesidades básicas y la participación social», precisa Jourdan.
El beneficio reemplazaría a las medidas actuales vigentes en muchos países mediante la creación de un sistema unificado y más eficiente. «Nos proponemos simplificar el sistema, hacerlo mucho más justo y comprensible para todos, así como desmantelar el problema que supone el actual esquema de bienestar en Europa». Los escépticos inevitablemente plantean el problema del respaldo económico para tales medidas. Jourdan explica que la renta básica propuesta sería bastante baja y solo oficiaría de base para que, luego, cada estado la aumente según sus propios recursos.
Gobetti, quien encabeza el lobby ante el Parlamento Europeo para que adopte un ingreso mínimo similar al que ya existe en la mayoría de los países de la UE, señala que es solo una cuestión de voluntad política. «Nunca surge el problema de dónde sale el dinero para el gasto militar. ¿De dónde salen los fondos? El sistema educativo también es muy caro, pero uno nunca pensaría en eliminarlo».
Según Marca, iniciativas como ICE son bienvenidas porque generan conciencia sobre este asunto, pero es necesario ser realistas. «Cuando comenzamos, discutimos la idea de una renta básica incondicional para todo el mundo. En condiciones ideales estaríamos de acuerdo, pero actualmente crear un umbral de pobreza para acceder a beneficios parece más realista». Marca cree que los esfuerzos internacionales chocan con otros problemas.
Reflexionando sobre la experiencia del Euro MayDay señala que «la razón de que se terminara el proyecto fue la falta de un interlocutor europeo. Siempre hay que volver al ámbito nacional». «Con la crisis, solo vemos el lado negativo del fortalecimiento de la gobernanza europea, pero todavía no hay nadie en Bruselas dispuesto a escuchar los reclamos de la sociedad civil», añade.