XXIV cumbre entre la Unión Europea y Rusia con una agenda cargada de asuntos problemáticos. Reunión de alto nivel con el presidente Medvedev, el presidente de la Comisión, Barroso, y el presidente de turno de la Unión, Reinfeldt. Fotos con sonrisa y rueda de prensa, en la que las diferencias quedan aparcadas y sólo se habla de cooperación.
La UE y Rusia se comprometen a avanzar unidas en la lucha contra el cambio climático. Bruselas buscaba reforzar su posición de cara a la Cumbre del Clima de Copenhague y ha encontrado en Moscú a un aliado. Medveded acepta recortar las emisiones de dióxido de carbono de su país un 25 % sobre los niveles de 1990.
Mensaje que los europeos calificaron de esperanzador, al instante. Es más, Rusia presionará con la UE a los países reacios para que sigan su ejemplo. Más allá del oportunismo, la decisión rusa «es importante en sí misma» dijo Reinfeldt, porque Rusia es uno de los países que emite más CO2 a la atmósfera.
Rusia despejó otras dudas sobre su ingreso en la Organización Mundial del Comercio, que no se retrasará a pesar de la unión aduanera establecida con Bielorrusia y Kazajistán y que, como garantizó Medvedev, no supondrá una subida de aranceles para los productos europeos.
La cuestión más conflictiva entre las dos partes se obvió en la cumbre. Hace unas semanas, Moscú amenazaba con cortes de suministro a Europa si Ucrania no paga sus compras de gas. Hoy no existía el problema. Parecía suficiente que el pasado lunes se acordara crear un sistema de alerta temprana para prevenir nuevas crisis energéticas.
No pudieron, sin embargo, o no quisieron los líderes europeos dejar de hablar de derechos humanos. El primer ministro sueco, Fredrik Reinfeldt, dijo que el asunto es una «fuente de preocupación creciente para los 27». El ruso Medvedev reconoció que hay diferencias en ese campo y, concretamente, en la actuación rusa en el Cáucaso, pero pidió no dramatizar y «encontrar fórmulas para estabilizar la situación». Sólo hace unas semanas, el Parlamento europeo daba su premio Sájarov a los defensores de los derechos humanos en Rusia. euroXpress