50 organizaciones en todo el mundo participan en la CME. En España, en la reunión con los senadores han participado el director adjunto de Entreculturas, Luis Arancibia; la directora de Ayuda en Acción, Patricia Moreira y la coordinadora Estatal de Educación para la Acción de Educación Sin Fronteras, Olga García, entre otros colectivos.
Buenos Aires, (IPS) - En Argentina, los adolescentes que desertan de la escuela interpelan al sistema educativo. La vulnerabilidad socioeconómica ya no alcanza para explicar la deserción de la escuela secundaria en Argentina. Especialistas indican que un creciente número de adolescentes expresan desinterés por la oferta educativa, un fenómeno que se repite en otros países latinoamericanos. El Ministerio de Educación de Argentina se propuso «garantizar el acceso, la permanencia y el ingreso» de adolescentes en el sistema de enseñanza obligatoria. De hecho el número de matriculaciones aumentó un ocho por ciento entre 2001 y 2010, pero la permanencia y la finalización siguen siendo un reto.
Según las autoridades, el 89 por ciento de los argentinos de entre 12 y 17 años cursan el segundo nivel de estudios. IPS procuró conocer el porcentaje exacto de adolescentes que abandonan, pero no ha obtenido respuesta oficial pese a esperar casi dos semanas. El estudio publicado este año por la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI) indica que las dificultades económicas «van perdiendo centralidad» para explicar la deserción, mientras que «el desinterés y el desaliento cobran una importancia mayor, a tal punto que se sitúan en primer lugar». La investigación añade que el 30 por ciento de los jóvenes que abandonan la escuela secundaria provienen de sectores medios y altos.
El tema fue analizado en 18 países de la región por el Sistema de Información de Tendencias Educativas en América Latina (Siteal) de la OEI, coordinado por los expertos argentinos Lilia Toranzos y Norberto López. De momento se ha publicado un extracto de seis países entre los que está Argentina.
Toranzos advierte que «son datos que nos sorprenden, porque estábamos acostumbrados a que los argumentos tradicionales para explicar la deserción se relacionaran con causas socioeconómicas, con el acceso al mercado de trabajo o el embarazo precoz. Esto obliga a la escuela a repensarse».Las causas que justificaban la interrupción del estudio «no se vinculaban a lo que la escuela ofrecía», sino a las familias, según esta experta. Pero los nuevos argumentos muestran que la institución tampoco acoge correctamente a los jóvenes.
Toranzos señala que el acceso creciente de adolescentes al sistema secundario en las últimas décadas ha llevado a la escuela a una población mucho más heterogénea que la habitual, para la cual el profesor no siempre está preparado. «Se siguen aplicando las mismas recetas, aunque no den resultado», cuestiona. Y añade, «hace 40 años, la población que accedía a la escuela secundaria era homogénea y parecida al modelo de alumno de clase media urbana para el que fue pensada». «Ahora hay mayor diversidad, diferentes historias familiares, distintos intereses y la escuela sigue pensando en un alumno que ya no es».
Frente a esta diversidad, muchos profesores creen que la respuesta es «mantener alta las expectativas, porque así se mantiene el prestigio de la escuela o del propio profesor. No se plantean que, si la mitad reprueba, deben estar fallando las estrategias». La directora de la Fundación Cimientos, Agustina Cavanagh, coincide con este diagnóstico. La organización que preside trabaja con un alumnado adolescente que vive en contextos de pobreza, y apuntala de distintas maneras, incluyendo becas, a aquellos que, sin apoyo, terminan abandonando.
Cavanagh describe el problema. «Acceden, sí, pero les cuesta permanecer. Llegan desde la primaria ya con deficiencias de saberes y el desafío es demasiado grande. Están muy solos, se llevan materias (a examen), repiten, se frustran, empiezan a ausentarse. No encuentran sentido a seguir en la escuela». «En 1950, apenas el 10 por ciento de los adolescentes ingresaba en secundaria, mientras que ahora lo hace el 90 o el 95 por ciento. Pero este gran salto no fue acompañado de propuestas pedagógicas lo suficientemente motivadoras y, por ello, muchos jovenes sienten que tienen más posibilidades afuera que adentro de las aulas».
Para esta experta «los contenidos no son del todo apropiados para motivarlos». «Ellos dicen que quieren aprender, pero describen a la escuela como un lugar poco acogedor, frío, con vidrios rotos. Es que, si bien hay muchos esfuerzos, hay escuelas con muy pocos recursos a las que van los chicos que más necesitan», apunta.
Los técnicos de de obras investigaron junto con los jóvenes cuáles eran las motivaciones y las barreras que encontraban en el camino. «La participación para ellos es un factor muy importante, pero que el profesor no espere que el alumno siempre siga la regla de levantar la mano, porque eso ya es más difícil», añade Cavanagh.
La paternidad y maternidad precoces siguen alejando a los adolescentes del sistema educativo. En el estudio de Siteal, este tema está incluido dentro de las cuestiones de lo doméstico, porque también se abandona la escuela para hacer las tareas del hogar, cuidar a hermanos más pequeños o a ancianos de la familia. Estas tareas explican el 10 por ciento del abandono en los países analizados de la región. El 97 por ciento de quienes aducen esta causa son mujeres. En cambio, hay un 20 por ciento de jóvenes en general que desertan para trabajar y, de ese grupo, el 70 por ciento son varones.
De todos modos, el 31 por ciento, que engloba a sectores socioeconómicos diversos, argumenta que dejó de estudiar por falta de motivación, de interés. Ese es el argumento más reiterado. Cavanagh puntualiza que los profesores y profesoras siguen esperando alumnos distintos a los que tienen. «Cuesta aceptar que los climas educativos en los hogares de los estudiantes son diversos, que hay muchos de origen humilde cuyos padres no accedieron a los estudios secundarios y que la familia no tiene noción de lo que es eso», advierte.
El Estado argentino lanzó en 2009 la Asignación Universal por Hijo (AUH) para Protección Social, un programa de transferencia directa de ingresos para cada menor de 18 años hijo de padres sin empleo o en la economía informal, así como a discapacitados de cualquier edad. La AUH, que exige a cambio la permanencia en la escuela y la realización de controles médicos periódicos, otorga unos 61 dólares mensuales a 3,3 millones de niños y adolescentes hasta junio, cuando habrá una actualización que aumentará la ayuda hasta los 88 dólares, según ha anunciado esta semana la presidenta Cristina Fernández.
En 2010, ya se lanzó otro fuerte incentivo a la permanencia con el plan Conectar Igualdad, que lleva entregados 2,5 millones de ordenadores portátiles a alumnos de secundaria de escuelas estatales de todo el país. Los que ingresan pueden quedárselo. Si abandonan la tienen que devolver. Pero aún con estas ayudas, no se alcanza a mantener a la totalidad de los jóvenes en los cursos formales.«El ingreso económico ya no es suficiente», asegura Cavanagh. De lo que se trata, como sostiene Toranzos, es de «repensar la escuela». Por Marcela Valente