YUBA, (IPS) - El flujo masivo de personas que huye de la guerra y del hambre desborda los campamentos humanitarios de Sudán del Sur y la consecuente escasez de agua ha comenzado a hacer estragos en los últimos cuatro días. Los refugiados escapan del estado sudanés de Nilo Azul, donde los insurgentes tratan de derrotar al gobierno de Jartum.
La organización humanitaria Médicos Sin Fronteras (MSF), dice que algunas personas murieron durante una caminata de entre siete y 10 horas que tuvieron que hacer el pasado lunes para encontrar agua, después de que se agotara en el campamento Kilómetro 48, en el estado sursudanés de Alto Nilo. Los refugiados sudaneses se asentaron en ese kilómetro, un lugar en medio de la nada y sin la infraestructura más básica.
La organización trata de determinar exactamente cuántos adultos y cuántos niños y niñas murieron, y cuáles fueron las causas del deceso. MSF estima que entre cinco y 10 personas fallecen cada día desde que el Kilómetro 48 se quedó sin agua. «Unos 15.000 refugiados caminaron 25 kilómetros en masa hasta el lugar más cercano donde había agua», dice un comunicado que emitió MSF el miércoles.
Las fuertes lluvias impidieron que las organizaciones humanitarias los trasladaran en camión debido a la inundación de los caminos. «Vimos a varios morir de sed y de deshidratación», dijo Asztabski por teléfono desde el campamento Kilómetro 18, la nueva ubicación donde hay poca agua. «Fue terrible lo que tuvimos que presenciar aquí», apunta.
Algunas personas estaban demasiado débiles para responder al tratamiento médico. «Fuimos el martes temprano para ofrecer asistencia médica y organizar puntos de rehidratación a lo largo del camino», dice el médico Erna Rijnierse, de MSF. «Ha sido espeluznante ver cómo los más débiles morían mientras caminaban, demasiado deshidratados para reaccionar a la atención de urgencia que intentaba salvarlos», relata.
Hay unos 105.000 refugiados del estado sudanés de Nilo Azul en el sursudanés de Alto Nilo, según la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), mientras que otros 15.000 están en camino.
Asztabski dice que los refugiados llegan desnutridos, deshidratados y enfermos después de caminar desde Nilo Azul. Las afecciones más comunes son neumonía y otras infecciones respiratorias contraídas por dormir a la intemperie, y diarrea por beber agua contaminada.
Se necesita un enfoque proactivo frente a la crisis, recalca, pues las agencias responden a la emergencia sin organizar planes de contingencia. Por ejemplo, no hay nada previsto para cuando el agua se acabe en Kilómetro 18, lo que probablemente ocurrirá en dos semanas y media.
Las agencias humanitarias llevan alertando desde hace meses sobre la necesidad de reubicar a las personas desplazadas antes de que se acabe el agua potable y de que comience la estación de lluvias, que dificultará enormemente el transporte.
Andrew Omale, coordinador de emergencia de Oxfam International, nos dijo en marzo que la situación de los refugiados en Alto Nilo era una «emergencia olvidada» y pidió más apoyo.
Asztabski hace hincapié en que las agencias siguen con problemas por falta de capacidad y de recursos. Comparó esta crisis con la situación que vio en Etiopía año pasado, cuando el hambre que golpeó a Somalia hizo que muchas personas huyeran a ese país y a Kenia.
En el Cuerno de África se vieron afectadas por la sequía unos 10 millones de personas. En esta emergencia hay menos recursos disponibles, apunta. «Todo el mundo está sobrepasado por esta situación», se lamenta Asztabski. «La crisis requiere más atención y más fondos», insiste.
Las personas comenzaron a escapar de Nilo Azul hacia Sudán del Sur y Etiopía a principios de septiembre, cuando Jartum expulsó al gobernador de ese estado, Malik Agar, y lo reemplazo por un militar de su confianza. Desde entonces, las fuerzas de Agar se enfrentan a las del gobierno central, y los civiles sufren la peor parte de los abusos, denuncia HRW.
La organización registró en su informe de abril violaciones de derechos humanos contra civiles tales como detenciones arbitrarias, asesinatos extrajudiciales, palizas y torturas. Las fuerzas del gobierno arremeten contra los sospechosos de tener vínculos con el grupo de Agar, conocido como Movimiento de Liberación del Pueblo de Sudán-Norte (SPLM-N).
El SPLM-N está activo en Nilo Azul y en Kordofán del Sur, desde donde 47.000 personas cruzaron la frontera hacia el estado sursudanés de Unidad, según la Organización de las Naciones Unidas. Los rebeldes son integrantes del Movimiento de Liberación del Pueblo de Sudán que luchó durante 20 años contra Jartum, lo que finalmente llevó a la secesión de Sudán del Sur en 2011.
Cuando la parte sur se independizó en julio del año pasado, el SPLM de Kordofán del Sur y de Nilo Azul agregó «Norte» a su nombre y se autoproclamó un partido político independiente en Sudán. Volvió a las armas contra Jartum, al que acusó de aplicarles mano dura. Sudán ha negado en varias oportunidades estar atacando a la población civil. Pero las organizaciones humanitarias, así como el gobierno de Gran Bretaña y de Estados Unidos, han hecho llamamientos a Jartum para que detenga los bombardeos contra los civiles.
Los refugiados cuentan que huyen de las bombas con muy pocas pertenencias, señala Asztabski, y que deben caminar hasta dos meses para llegar a la frontera. «Nos cuentan historias espantosas. Es un viaje muy peligroso y agotador», dice.