Momento histórico el que vivimos este 11 de febrero. El papa Benedicto XVI ha anunciado a las 11h.55 que renuncia a su cargo en un discurso pronunciado en el interior del Vaticano. «Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino» [...] «es necesario el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado. Por esto, siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio».
Unas palabras que recuerdan las responsabilidades inmensas que incumben a un papa en un mundo más de mil millones de católicos.
Segundo papa alemán de la historia de los 265 que han ejercido el pontificado, Benedicto XVI llegó el cargo en abril de 2005. Ocho años más tarde y con 85 años, admite no tener fuerzas para continuar. Estará al frente de la Iglesia hasta el 28 de febrero, fecha en la que dará un discurso a las 20h. A partir de este momento se abrirá la llamada «sede vacante» y empezará el proceso de un nuevo conclave para elegir a su sucesor.
Aunque el cónclave de cardenales no ha sido convocado, se espera que se celebre probablemente entre quince y veinte días después del 28 de febrero, y en él participarán 120 cardenales del Colegio Cardenalicio vaticano, en las que Benedicto XVI ha anunciado que no participará.
Es la primera renuncia papal en seis siglos, pero hubo otros papas dimisionarios. Fue el caso en 1045 de Benedicto IX, en 1294 Celestino V, después de cinco meses de pontificado, y de Gregorio XII en 1415. El último hasta ahora. La «dimisión» de un papa está prevista por el código del derecho canónico que requiere «una renuncian hecha de manera libre y debidamente manifestada»
El cónclave se reúne habitualmente en la Capilla Sixtina dentro del complejo vaticano y empieza quince días después de producirse la vacante, aunque el Colegio Cardenalicio puede fijar otra fecha, que nunca debe exceder los veinte días. Por tanto, el Vaticano espera que antes de Semana Santa, en marzo, se elija al nuevo Pontifice
La decisión inesperada ha provocado sorpresa y cierta emoción entre la comunidad católica pero también en los medios políticos. En Alemania, su país de nacimiento que había mostrado su orgullo en 2005 cuando el cardenal Ratzinger fue designado Papa, el gobierno ha mostrado «su respeto» y «gratitud» hacia el papa Benedicto XVI.
En Francia también, el presidente François Hollande ha declarado que «la República recibe con respeto la decisión del papa». En Italia, en plena campaña electoral para las elecciones legislativas del 24 y 25 de febrero, Mario Monti se ha declarado «sacudido». Silvio Berlusconi hablará esta tarde.
Reconocido por su calidad de buen orador, Benedicto XVI ha sido muy criticado por no tener el mismo carisma de su ilustre predecesor, Juan Pablo II (quien también había planteado la cuestión de una renuncia debido a su salud en sus últimos años). Percibido como un pontífice mal comprendido, esta decisión inusual surge a contrapié de todo lo se podía esperar.
Quizá ahora sea una oportunidad para reformar la Iglesia en estos momentos en que se plantean asuntos muy sensibles como el matrimonio de los sacerdotes. Comienzan las quinielas para sucederle. Nombres entre los que aparecen cardenales sudamericanos, africanos pero también del arzobispo de Paris, el cardenal André XXIII, conocido por sus declaraciones en relación a la polémica sobre el matrimonio de los homosexuales en Francia. También se habla del arzobispo de Nueva York o incluso de algún canadiense.
Por ahora, no podemos evitar pensar en la película de Nanni Moretti «Habemus Papam» que muestra la historia de un cardenal elegido papa, incapaz de asumir sus nuevas responsabilidades. Una oportunidad para volver a ver esta película y recordar que el papa no es un superhombre...
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