Leyes trans
Argentina reconoce por ley el derecho de las personas a ser definidas en sus documentos con la identidad de género con la que se autoperciben incluso en la infancia, si sus padres están de acuerdo, para lo cual solo hace falta un trámite administrativo.
En Andalucía, grupos de transexuales lograron este miércoles 6 que se desbloqueara el tratamiento parlamentario del proyecto de Ley Integral de Transexualidad, que se venía prometiendo desde 2009, y suspendieron por tanto una huelga de hambre que planificaban iniciar este jueves 7.
La iniciativa establece la libre autodeterminación del género y la descentralización de la atención sanitaria y pone fin al tratamiento de la transexualidad como una patología.
De momento, una persona transexual que requiera atención sanitaria pública en Andalucía debe trasladarse hasta la Unidad de Transexualidad e Identidad de Género del hospital provincial de Málaga.
Allí se le realizan pruebas psicológicas que determinan, para el sistema de salud, si la persona es transexual y tiene derecho, por tanto, a tratamientos con hormonas o cirugía.
«No son niños encerrados en un cuerpo equivocado, sino niños que nacen con genitales opuestos al género con el que se identifican», nos dice su madre, Pilar Sánchez, entrevistada en su casa de la ciudad española de Málaga.
En un armario cuelga desde septiembre, sin estrenar, la falda verde del uniforme femenino de la escuela a la que asiste Gabi con sus dos hermanos, de ocho y 13 años. El centro no le permite vestirse como el resto de las niñas, contrariando las directrices fijadas por el gobierno de la comunidad de Andalucía.
Junto a la madre de Gabi, otras dos familias de niños transexuales de ocho y nueve años, matriculados en escuelas malagueñas, solicitaron al gobierno andaluz que sus hijos fueran llamados en clase con el nombre del género con el que se identifican, pudieran vestir ropas o uniforme acorde a su identidad sexual y elegir el baño que utilizan.
Dos escuelas acataron la decisión del gobierno, favorable a las familias. No la de Gabi. En esa escuela, además, un centenar de madres y padres tachan la medida de «arbitraria» y aseguran que «no se ha pensado en los efectos adversos que puede provocar en el normal desarrollo social y psicológico del resto de los alumnos», según un escrito que firmaron y remitieron al gobierno de la comunidad.
«Esto no es un capricho infantil. Los niños transexuales son una realidad que está tapada por los prejuicios», afirma Sánchez. Ella reconoce estar viviendo una «pesadilla» porque soy «la tarada del colegio, cuando lo único que quieres es que tu hijo sea feliz».
«Tienen derecho a ser felices, a ser quiénes son. Negárselo es una crueldad y un delito», afirma Mar Cambrollé, presidenta de la Asociación de Transexuales de Andalucía durante unas jornadas contra la discriminación y los delitos de odio celebradas el 24 de octubre en Málaga.
«En un estado aconfesional deben prevalecer las leyes y el derecho sobre las ideologías y la religión», subraya Cambrollé sobre la actitud del colegio al que asiste Gabi, gestionado por una fundación de la Iglesia Católica y subvencionado en parte con dinero público.
El principio de igualdad y de no discriminación por razón del sexo está recogido en el artículo 14 de la Constitución española.
Mientras enrolla la cuerda en un trompo, Carlos Martín, de nueve años, pelo corto y tez morena, nos dice que está animado en su nuevo colegio de Málaga, donde lo tratan como el varón que se siente, pese a haber nacido hembra.
«Se han portado mal con mi niño desde que tenía siete años», lamenta su madre, María Gracia García, en referencia a la escuela anterior, un «infierno» donde lo llamaban «travesti» y lo sometían a «maltratos».
Los centros educativos españoles no cuentan con protocolos de actuación para casos de menores transexuales. «Son niños que tienen pesadillas, que no se pueden concentrar, que no quieren ir al colegio. Tratarlos de acuerdo al género con el que se identifican es devolverles la felicidad», recalca Cambrollé.
Según ella, la identidad de género «es un sentimiento innato e inmutable que se estabiliza entre los dos y cinco años».
Eva Witt, madre de David, que nació niña hace ocho años, subraya que los niños «desde que comienzan a expresarse reclaman su identidad de forma persistente. Se dibujan a sí mismos de acuerdo al género del que se sienten y asumen ese rol en los juegos».
A los seis años, David obtuvo un documento de identidad con su nombre masculino, uno de los tres que se han conseguido hasta ahora en España para menores transgénero, según explica Witt, quien preside la asociación Chrysalis, medio centenar de familias españolas con niñas y niños transexuales.
En Argentina se ha ido más allá.
Luana, de seis años y que nació varón junto a un hermano mellizo, ya figura como hembra en su documento de identidad y en el rectificado certificado de nacimiento.
Para la familia, la historia fue muy dramática y la llevó a consultar a médicos y psicólogos, dice la madre, Gabriela, cuyo apellido se mantiene en reserva.
El proceso fue doloroso, pero ella advierte ahora que la niña es feliz.
La psicóloga de Luana, Valeria Paván, abunda: «No hay patología ni déficit de ningún tipo. Ella simplemente construye su identidad de manera diferente y los profesionales debemos reflexionar sobre cómo incide eso en nuestra práctica».
Es la primera vez que un Estado interviene en el reconocimiento de una identidad transexual en forma tan temprana y sin exigir un proceso judicial, según la Comunidad Homosexual Argentina.
«De repente lo entiendes todo, todas las piezas te encajan. Te das cuenta de que no estabas permitiendo a tu hija ser quien era», dice la madre de una niña de nueve años de Aragón que nació con cuerpo de varón. Desde que fue reconocida en el género femenino «es muy feliz» y quiere salir a la calle con su cabello sin cortar y sus vestidos.
Pero las familias que hemos entrevistado no pueden dejar de mirar al futuro y les preocupa lo que pase cuando sus hijos e hijas lleguen a la pubertad.
En España no es posible recurrir a cirugías de reasignación de sexo hasta la mayoría de edad.
Pero sí es posible iniciar un tratamiento reversible con bloqueadores hormonales, alerta Witt, que ayudan a evitar el sufrimiento de adolescentes «que se vendan los pechos» para ocultar los cambios físicos que la biología impone.