Los habitantes de la capital de Somalia temen por su seguridad desde que el ejército dio de baja a cientos de soldados, dado que muchos de ellos siguen armados. Jefes militares dijeron a comienzos de febrero que 700 soldados habían sido «relevados de sus responsabilidades» en el marco de una reestructuración para convertir al ejército en una fuerza más profesional.
El jefe del Ejército Nacional Somalí, general Dahir Jalif Elmi, sostiene que el personal dado de baja no estaba capacitado para cumplir sus funciones, pues incluía a ancianos y discapacitados, pero agrega que el gobierno se ocuparía de ellos. Sin embargo, poco después de la baja, centenares de esos hombres armados tomaron las calles de Mogadiscio para protestar. «Liberar a un ejército de 700 soldados con sus armas, en la ciudad, no solo es peligroso, sino directamente irresponsable», explica el legislador Ahmed Ahmed.
Según él, los exsoldados son ahora potenciales reclutas para la organización islamista radical Al Shabaab, que se atribuyó el atentado con coche bomba del jueves 27 en Mogadiscio, en el que murieron por lo menos una decena de personas. Este grupo extremista está vinculado a la red fundamentalista Al Qaeda.
La baja de los soldados se produce justo cuando el gobierno y la Misión de la Unión Africana en Somalia (Amisom) han anunciado planes para lanzar una campaña militar definitiva contra Al Shabaab. Barre Farah, un militar retirado, explica que la decisión de dar de baja a los efectivos era necesaria para «modernizar y profesionalizar» a esa fuerza, pero expresa dudas sobre lo oportuno de la medida. «Uno no puede entender por qué el ejército actua en este momento y de una forma que puede poner en riesgo la seguridad y, posiblemente, darle ventajas a nuestro enemigo», señala Farah desde Mogadiscio.
Farah no descarta que los exsoldados se sumen a la insurgencia como último recurso, complicando la expulsión de Al Shabaab de sus baluartes en el centro y el sur del país. Sin embargo, desestima informes de que algunos de estos rebeldes ya se hayan incorporado al grupo extremista. Poco después de la baja, los habitantes de Mogadiscio, cansados de la creciente inseguridad y de los ataques contra la capital, manifestaron su preocupación.
«Esto se suma a la inseguridad en la ciudad y en otros lugares, porque estos soldados no tienen ninguna fuente de ingresos, y eso es desestabilizador», explica Hawa Ali, habitante de la capital somalí. Algunos residentes denuncian que soldados del gobierno han establecido puestos de control ilegales dentro y fuera de la capital y a lo largo de las carreteras que conectan Mogadiscio con el sur y el centro del país para exigir dinero a la población. Muchos temen que los que fueron dados de baja ahora empiecen a hacer lo mismo.
Mohammad Ugaas, un maestro de Mogadiscio, señala que no desarmar a los exsoldados es una «receta para el desastre». El ejército guarda total silencio sobre las armas y no está claro por qué permitió conservarlas al personal despedido. Sin embargo, un oficial cesado que pide no revelar su identidad por temor a represalias dice que, aunque la mayoría de los soldados todavía tienen sus armas, no son una amenaza para la capital. Ninguno de los 700 se unió a los insurgentes, aseguró.
«Estamos indignados por cómo nos trató el jefe del ejército, pero eso nunca hizo que ninguno de nosotros contemplara (la posibilidad de) unirse a una organización terrorista a la que combatimos durante años. Eso es imposible», declara el exoficial.
También dice que espera una intervención de la comunidad internacional que los ayude a integrarse a la vida civil para la que no están preparados. «Necesitamos que aquellos que no pueden trabajar por su edad o por una discapacidad reciban una pensión decente y cuidados. Y quienes estén dispuestos y en condiciones de trabajar sean capacitados para conseguir un trabajo civil o apoyo financiero para iniciar una empresa», plantea el exoficial.
El comandante Yasin Jaylani asegura que el gobierno se ocupará de los soldados destituidos y que pronto se creará una nueva agencia para facilitar ese proceso. «Usted no esperará que el ejército simplemente despida soldados al azar y no tenga un plan para ocuparse de ellos. Ese no es el caso, y nunca lo será. Estamos modernizando nuestro ejército para servir mejor al país», explica Jaylani. Pero el comandante no contesta la acusación de que el ejército no ha desarmado a los soldados, y se limita a informar que habrá una investigación al respecto.