Algunos se preguntan si es correcto insistir en los mercados de carbono, y no son solo las organizaciones no gubernamentales.
El exjefe de la Asociación Internacional de Comercio de Emisiones, Henry Derwent, dijo hace poco que «el mercado consiste en jugadores individuales, muchos de los cuales tienen otros lugares a los que ir si esto es muy complicado para hacer dinero o asegurar las inversiones».
Derwent se refería al Sistema Europeo de Comercio de Emisiones, una fuente de importante demanda de créditos del Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL).
El MDL, previsto en el Protocolo de Kyoto, es el instrumento central de los mercados de carbono. Se trata de un sistema de compensación que permite a los países ricos pagar a los pobres para que reduzcan, en su nombre, emisiones de gases invernadero en lugares en los que, en teoría al menos, es más barato hacerlo.
Los proyectos deben demostrar que son «adicionales» -que no se hubieran llevado a cabo sin la financiación del MDL-, y hay diferentes métodos para certificarlo. Pero varios estudios indican que hasta el 40 por ciento de los proyectos son cuestionables en este aspecto.
Cables publicados por Wikileaks muestran a autoridades de gobiernos asegurando que ningún proyecto de países como India -el segundo mayor receptor de iniciativas MDL- puede considerarse genuinamente adicional.
Pero el acuerdo de Kyoto fue que los países pobres tendrían derecho a obtener beneficios (tecnología, empleos, salud) por alojar esos proyectos, esto es reducir las emisiones de gases a un costo bajo a cambio de desarrollo sostenible.
La abrumadora evidencia indica que no ha ocurrido nada parecido.
A menos que los proyectos sean también acreditados por estándares privados -como Gold Standard, que cuenta con el 20 por ciento del mercado- no hay más dinero para entregar beneficios de desarrollo sostenible.
Los beneficios que se establecen en los documentos de diseño de proyectos del MDL no se certifican cuando estos concluyen. La responsabilidad de evaluar si se cumplieron los criterios nacionales de desarrollo sostenible corresponde a las autoridades del país, cuya falta de tiempo para fiscalizar a fondo determina que no estén en condiciones de hacerlo.
Los defensores del mercado de carbono hablan de proyectos que han logrado reducciones de gases y desarrollo sostenible: iniciativas de energías solar, eólica, biomasa y cocinas eficientes que multiplicaron beneficios ambientales y de salud en comunidades pobres.
Los críticos arguyen que tales proyectos pueden y deberían financiarse por otros medios, como ayuda directa, en lugar de crear una oportunidad de compensación que permite a las industrias del Norte absolverse de la presión para reducir realmente la contaminación que producen.
En definitiva, los proyectos con beneficios sustanciales y duraderos son muy pocos, y siguen en pie poderosos incentivos para ir en busca de acciones mínimas, de bajo costo, pero acreedoras de grandes cantidades de créditos de carbono, como eliminar los hidrofluocarbonos de los sistemas de refrigeración.
Con todo, muchos todavía creen que es muy pronto para alarmarse. Según el Banco Mundial, la financiación del MDL sigue siendo la mayor fuente de recursos de mitigación disponible para los países en desarrollo, que podrían obtener 18.000 millones de dólares en ingresos directos en el período 2001-2012.
Para resolver los problemas ya observados, hay propuestas de reformar el MDL, pero que no hincan el diente en obstáculos que podrían superarse con mayor aprendizaje institucional e innovación. Por ejemplo, elevar la escala de los proyectos, reducir las barreras a los más pequeños, mejorar las observaciones a quienes conciben las ideas.
Eso es lo que correspondería a una política eficiente del mercado de carbono y el papel que debería jugar en respuesta al cambio climático.
El desafío, en resumidas cuentas, es pasar de una economía de combustibles fósiles a un «capitalismo climático» en el que el crecimiento y el desarrollo se logren con poca liberación de carbono.
Esto requiere trabajar con empresas poderosas y actores financieros que hagan dinero con una economía baja en carbono.
Ante la urgencia de evitar que el calentamiento llegue a tres o cuatro grados, un argumento a favor de la compensación es que la fórmula actual daría tiempo para que los países ricos hagan la transición a esa economía.
El problema es que la mayoría de ellos no lo están haciendo. Y los que sí lo intentan, encuentran que sus acciones son superadas por el crecimiento económico que siguen aportando los hidrocarburos.
Por tanto, cabe preguntarse si la compensación de gases es una solución permanente o está destinada a ser temporal.
Los cambios de fondo llevan tiempo y no son fáciles. Pero, ¿cuánto tiempo habrá que seguir confiando en la compensación como alternativa para combatir las fuentes de gases invernadero?
Se necesitan fuertes incentivos para las empresas dispuestas a invertir en un futuro bajo en carbono. De momento, el MDL sigue siendo positivo, pero no lo suficientemente importante para cambiar la estrategia de las inversiones.
Afrontar el cambio climático también entraña una respuesta dura a las empresas que siguen invirtiendo en los combustibles fósiles, pese a la evidencia de su nocivo efecto.
* Peter Newell es profesor de relaciones internacionales de la Universidad de Sussex y coautor del informe 'Governing Clean Development: what have we learnt?', (Gobierno del desarrollo limpio: Qué hemos aprendido) publicado el 15 de este mes con Jon Phillips, de la Escuela de Desarrollo Internacional de la Universidad de East Anglia.