Tras el levantamiento de Siria en 2011, los kurdos del país -entre tres y cuatro millones según sea la fuente- apostaron por la neutralidad, hasta que en julio de 2012 el presidente sirio, Bashar Al Assad, se replegó de los enclaves kurdos al noreste del país.
La relativa estabilidad en la zona desde entonces ha posibilitado un gran número de iniciativas civiles impensables durante décadas. La lengua kurda pudo enseñarse por primera vez en las escuelas y comenzaron a imprimirse revistas y periódicos en ese idioma, después que los Assad prohibieron su uso, primero Hafez (1971-2000) y luego su hijo Bashar.
Incluso se producen programas de televisión, gracias al canal Ronahi TV. Su nombre significa «luz» en kurdo.
Los avances han sido significativos pero el día a día en esta parte del mundo sigue estando inevitablemente ligado al conflicto.
«Yo estudiaba ingeniería petrolífera en la Universidad de Homs, pero volví a casa, a Qamishli, a 600 kilómetros al noreste de Damasco, cuando comenzó la guerra», recuerda Reperin Ramadán, operador de una de las tres cámaras en el estudio.
Esta es una región rica en petróleo. De haber concluido sus estudios, Ramadán nos cuenta que podría haber conseguido un trabajo en la refinería de Rumelán, a unos 100 kilómetros al este de Qamishli.
La planta permanece bajo control kurdo desde el 1 de marzo de 2013, pero la producción sigue interrumpida a causa de la guerra. Además, la ciudad universitaria donde estudió Ramadán quedó devastada, así que el joven dice que descartó «por completo» retomar sus estudios.
Una vez concluido el programa, Perwin Legerin, directora de la cadena, ayuda a desembalar cajas de bombillas para el estudio. Mientras, la joven de 28 años nos aporta detalles sobre la iniciativa.
«Somos un grupo de 250 voluntarios y recibimos entre 30 y 90 dólares por mes, dependiendo de las necesidades de cada uno. La financiación llega de aportaciones privadas de kurdos, tanto de aquí como de la diáspora», relata Legerin.
Qamishli, explica, alberga la sede principal del canal, pero también hay oficinas en Kobani y Afrin, los otros dos enclaves kurdos en el norte de Siria.
«Todavía necesitamos mucho más equipo técnico para poder trabajar en las condiciones adecuadas, porque tanto Ankara como Erbil (la capital administrativa de la región del Kurdistán iraquí) bloquean todo suministro a la zona en la frontera», asegura.
La directora admite que el actual levantamiento sunita en las limítrofes provincias occidentales de Iraq constituye «una nueva amenaza a las aspiraciones kurdas».
Diferencias en medio del caos
A pesar de las dificultades, el canal consigue emitir siete días a la semana, en tres lenguas: kurdo, árabe e inglés.
Hay entrevistas con los cada vez más numerosos agentes sociales, así como con representantes políticos y militares, documentales y funerales de soldados kurdos caídos. Pero también se emite una buena dosis de música tradicional para contrarrestar el drama de la guerra. Y es que las noticias desde el frente acaparan una gran parte de la programación.
Sin embargo, no todos aquí están satisfechos con la estación. Sectores de la oposición kurda acusan a Ronahi de estar íntimamente ligada al Partido de la Unión Democrática (PYD), dominante entre los kurdos en Siria.
«No estoy en absoluto de acuerdo», exclama Legerin. «Cubrimos historias desde todos los ángulos y todos los pueblos de Rojava (el nombre que los kurdos locales dan a su área) y Siria. Eso sí, no hay mucho que podamos hacer si alguien rechaza nuestra invitación para venir al estudio», afirma.
Ciertamente, la política kurda en Siria es un tema espinoso. La mayoría de los partidos opositores están respaldados por Massoud Barzani, presidente de la Región del Kurdistán de Iraq y líder del Partido Democrático del Kurdistán (PDK), mientras que otros tres son apoyados por la Unión Patriótica del Kurdistán (UPK) de Jalal Talabani.
El PYD nunca ha ocultado que comparte la ideología del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). En palabras de Salih Muslim, copresidente del PYD junto con Asia Abdullah, la televisora Ronahi es «un espejo de la sociedad en Rojava y ha pasado a formar parte de la vida de la gente.»
Por el momento, las fuerzas kurdas de Siria siguen combatiendo tanto con las fuerzas gubernamentales como con las de la oposición.
Sozan Cudi puede dar fe de ello. Esta joven militar era una estudiante de secundaria cuando empezó la guerra. Actualmente recibe un curso de edición de vídeo en la estación, dos horas al día, tres días a la semana. La dirección de Ronahi subraya que los cursos de formación son «abiertos y accesibles a cualquiera».
«Vinimos por orden expresa de nuestros mandos», explica la soldado de 20 años, miembro de la YPJ (siglas en kurdo para «Unidades de Protección de la Mujer»).
La YPJ está afiliada a la YPG (Unidades de Protección Popular), un cuerpo militar de alrededor de 45.000 combatientes desplegados por todas las regiones kurdas de Siria, así como los barrios kurdos de la ciudad de Alepo, a 300 kilómetros de Damasco.
«Estoy dispuesta a empuñar un fusil para luchar contra nuestros enemigos, o una cámara para mostrar sus atrocidades», acota Cudi justo antes de entrar en clase.
Serekaniye, a 570 kilómetros al noreste de Damasco, es una de las localidades que sufrieron un alto grado de violencia en los últimos dos años. Abas Aisa, uno de los productores de Ronahi, escapó justo a tiempo de ese pueblo en la frontera con Turquía, donde extremistas islámicos habrían accedido a la zona desde Turquía para combatir contra los kurdos y socavar su proyecto autonómico.
«Nuestra pequeña aldea tenía una población mixta de árabes y kurdos pero muchos han huido y el lugar sigue estando bajo el control de grupos yihaidistas», explica a IPS el productor, cuya familia es árabe.
«Mis padres todavía están en la aldea y no puedo dejar de pensar en ellos, y en su seguridad», admite Aisa, quién duda de que pueda volver a casa en un futuro próximo. Hasta entonces, asegura que luchará para que Ronahi siga llegando hasta los suyos cada día.