Cuando los Kennedy llegaron a Estados Unidos alrededor del año 1840 escapando de las penurias económicas y la hambruna que amenazaba Irlanda, no podían imaginar que unas generaciones más tarde, llegarían a convertirse en una de las familias políticas más influyentes de todos los tiempos y de más calado en la sociedad norteamericana.
Uno de sus hijos, Patrick J. Kennedy no tardó en destacar en el contexto de una familia desafiante con el férreo ambiente católico irlandés. Patrick, que había comprobado el esfuerzo de sus padres al cruzar el océano Atlántico en búsqueda de mejor fortuna en el país de las oportunidades, se convirtió en un empresario de éxito gracias a un próspero negocio de licores. Esto le permitió poder ofrecer a su hijo Joseph P. Kennedy una selecta educación en prestigiosos colegios de Boston como el Boston Latin School o estudiar en el Harvad College de Cambridge, Massachusetts.
Joseph heredó de su padre una ferviente vocación política y se convirtió desde joven en militante del Partido Demócrata, algo que se repetiría en las futuras generaciones de la familia. Desde temprana edad, Joseph sería también uno de los líderes más destacados de la creciente comunidad irlandesa en EEUU.
Empresario, especialista en inversiones multimillonarias y en infinidad de negocios en sectores como la construcción e importante figura diplomática, Joseph P. Kennedy se casó con Rose Elizabeth Fitzgerald, hija de un destacado político de Boston en 1914. Terminó amasando una gran fortuna así como un poder destacado en la sociedad norteamericana de la primera mitad del siglo XX. Fue, además, el máximo responsable de la importación del Scotch whisky desde Irlanda hacia EEUU, lo cual le llevó a aumentar, sus ya de por sí, destacadas ganancias.
Financió numerosos estudios de Hollywood, como el RKO, y se hizo con edificios tan emblemáticos como el Merchandise Mart de Chicago. Tras ocupar durante años la presidencia de las comisiones Marítima, de Seguridad y Comercio del país, logró tocar el cielo de su carrera política al ser nombrado embajador de los Estados Unidos en Inglaterra hasta 1940. Sin embargo, sus escarceos con la política nazi alemana terminaron por apartarle de su puesto, pero no por ello, se retiró de la política y terminó siendo asesor de los tres de sus nueve hijos que quisieron seguir el legado político de su padre, continuando con esta actividad durante buena parte de su vida hasta su fallecimiento en 1969.
Ted y Robert Kennedy, fueron senadores republicanos y este último uno de los mayores activistas del Movimiento Afro-Estadounidense por los Derechos Civiles y 64 fiscal general de los Estados Unidos, famoso también por sus discrepancias con el gobierno por la Guerra de Vietnam.
Pero si hay alguien que hizo que el apellido Kennedy destacara, dejándolo inmortalizado en los libros de historia, este fue John Fitzgerald Kennedy, trigésimo quinto presidente de los Estados Unidos de América, nombrado en 1961 y, tras Theodore Roosevelt, el presidente más joven del estado a los 43 años. Más conocido como JFK, se convirtió en todo un símbolo ya no solo para los demócratas sino en uno de los presidentes más queridos de la historia del país y todo un icono político, social y cultural.
Tras el fallecimiento de su hermano mayor Joseph en la Segunda Guerra Mundial y pese a su idea inicial de convertirse en periodista, aprovechó el hueco dejado por James Michael Curley como representante de los EEUU, para empezar una fulgurante carrera política. De firmes convicciones personales, alejadas de los pensamientos al unísono que suelen coincidir en todo partido político que se precie, fue miembro en 1947 de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos por el distrito de Massachusetts y en 1952 ganó el cargo de Senador.
Los tabloides norteamericanos empezaron a dirigir sus flashes y sus informaciones hacia la figura de este atractivo y carismático joven que ganaba cada día más adeptos y simpatía entre el pueblo.
Asiduo a eventos y reuniones de la alta sociedad norteamericana y con un poder político en aumento, en mayo de 1952 conoce a Jacqueline Lee Bouvier, una refinada neoyorkina de 23 años, hija de un corredor de bolsa de Wall Street y, también, de antepasados irlandeses.
Jackie Kennedy, cómo era conocida en ambientes más familiares, hizo su presentación en sociedad en 1947 y desde ese mismo momento, su belleza y elegancia terminó por deslumbrar a una alta sociedad norteamericana en constante búsqueda de figuras que representasen el saber estar y la distinción propia de este ambiente. El columnista de la prestigiosa publicación Hearst, Igor Cassini, la apodó debutante del año.
Tras estudiar en el Vassar College en Poughkeepsie, Nueva York, y en universidades francesas como la de Grenoble y la Sorbonne de París, Jackie se trasladó a la Universidad George Washington para terminar sus estudios de literatura francesa. Tras un breve periplo como fotógrafa para The Washington Times-Herald y tras un casi fugaz noviazgo con JFK, contraen matrimonio en la iglesia St. Mary, en Newport, Rhode Island, en uno de los eventos sociales de la temporada con más de 700 invitados.
La vida personal y política de John Fitzgerald Kennedy está en su mejor momento. A su imponente carrera política, su boda con Jacqueline provoca que periódicos de todo el mundo empiecen a hablar de ellos como lo más parecido a una «familia real» que había tenido EEUU en toda su historia.
Los primeros años del matrimonio, sin embargo, no estuvieron exentos de duros reveses. John estuvo a las puertas de la muerte por serios problemas en su columna vertebral, incluso llegó a recibir la extremaunción, y le fue diagnosticada la enfermedad de Addison que le provocaría continuos estados de languidez y debilidad general e irritabilidad gástrica. Por su parte, Jackie sufriría el aborto natural de su primera hija, Arabella. Finalmente acabaría teniendo dos hijos, Caroline nacida en 1957 y John-John en 1960. Su último hijo, Patrick, falleció dos días después de su nacimiento en 1963, debido a problemas respiratorios.
Mientras en 1956, en el plano político, JFK quedó segundo en las votaciones de la Convención del Partido Demócrata, algo que puso de manifiesto su notoriedad política y social, y un año más tarde, recibió el premio Pulitzer a la mejor biografía por su libro Profiles in Courage, escrito durante su breve convalecencia por problemas de salud y donde relataba la historia de ocho senadores de los EEUU que, como él mismo defendía, se mantuvieron firmes en sus modos de pensar más allá de colores políticos.
En el plano social, mantuvo una destacada postura a favor de la Ley de Derechos Civiles de 1957, la primera ley que protegía algunos derechos de las minorías, incluso el derecho al voto de los negros en los estados del sur y en 1958, fue reelegido como senador por otro segundo periodo. En 1960, JFK se mostró interesado en competir en las elecciones presidenciales de ese mismo año.
Tras ganar en lugares estratégicos como Minnesota, Virginia, Oregón e incluso en Los Ángeles, se convertiría el 13 de julio en candidato oficial a las presidenciales por el Partido Demócrata. Su figura empezaba a alcanzar un renombre internacional de especial calado y sus ideas liberales empezaron a llegar a todos los rincones de la tierra. La imagen de un político alto, atractivo e impecable en todas sus apariciones públicas y su excelente dicción, conquistaban el interés de la prensa internacional. Su mujer, Jackie, amante de la moda especialmente desde su pasado estudiantil en París, aumentaba su popularidad a pasos agigantados y pronto llegó a convertirse en una de las mujeres más elegantes y admiradas de los EEUU.