De fuertes convicciones católicas, JFK se preocupaba sobremanera por los problemas de los ciudadanos de a pie. El debate televisado del 26 de septiembre de 1960 conquistó a una audiencia que veían a este atractivo político y a su esposa como la encarnación del sueño americano
Sin embargo, en la realidad política su catolicismo jugaba en su contra convirtiéndose en un arma de ataque recurrente por parte de sus contrincantes, hasta que en un discurso el 12 de septiembre de 1960 en Houston declaró «al contrario de lo que los periódicos señalan, yo no soy el candidato católico a Presidente. Soy el candidato del Partido Demócrata a Presidente, que resulta que también es católico». E intentó centrarse más en los problemas que realmente afectaban al ciudadano medio.
La preocupación por la carrera espacial de la Unión Soviética, las complicadas relaciones de EEUU con Cuba, la pobreza de la población americana, los derechos civiles, el comunismo o los programas de misiles fueron algunos de los temas más importantes que JFK detallaba en sus discursos.
El carisma y el atractivo de John F. Kennedy le ayudaron a ganar la presidencia de los EEUU
En un debate televisado el 26 de septiembre, el carisma de John conquistó a los más de 70 millones de norteamericanos que seguían el programa en ese momento, y terminó ganando a Richard Nixon, también en las encuestas –aunque por radio, Nixon sería considerado ganador-.
Finalmente, las elecciones más disputadas del siglo XX terminarían por darle una estrecha victoria a Kennedy que con el 49,7% de los votos superaría el 49,5%, de Nixon. Superó con 303 votos los 269 necesarios para ganar frente a los 219 obtenidos por Nixon. John Fitzgerald Kennedy se convertía el 20 de enero de 1961 en Presidente de los Estados Unidos de América y en una de las mayores personalidades del planeta, y su mujer Jacqueline Kennedy en Primera Dama.
Sin embargo, su vida como Presidente fue corta. En una visita institucional a la ciudad de Dallas, en el estado de Texas, Lee Harvey Oswald, un ex marine de 24 años, acabó mediante varios impactos de bala con la vida de John mientras éste y su esposa recorrían las calles de la ciudad montados en el coche presidencial. Media hora más tarde, se confirmaba su muerte. Su asesino era detenido, aunque siempre defendió su condición de chivo espiatorio.
A su traslado al cuartel de la policía, el funcionario Jack Ruby mataba, a su vez, al asesino de Kennedy. A los pocos meses del asesinato del Presidente, se crea la Comisión Warren para investigar su muerte, que duraría hasta 1979. En el informe final se dictaminó que no había existido conspiración alguna. Desde el mismo día de su muerte las causas y la autoría sobre este asesinato, nunca han estado claras para una gran parte de la sociedad norteamericana.
Desde su entierro masivo en el Cementario Nacional de Arlington en Virginia, los homenajes, así como libros y películas sobre su vida personal y política y su muerte se han sucedido de forma constante poniendo en evidencia la relevancia social de uno de las celebridades más famosas de la historia de los EEUU.
Su mujer, Jackie se ganó la admiración del mundo entero tras el asesinato de su marido. Su templanza y discreción conquistaron, incluso, el corazón de los estadounidenses más escépticos, y su imagen de luto severo, llevando de la mano a sus dos hijos desde la Casa Blanca hasta la catedral de Saint Matthew, se convirtió en una de las instantáneas de la década. Su intensa vida cultural y sus apariciones en numerosos actos de la alta sociedad estadounidense empezaron a mermar.
Jackie Kennedy empezó a pensar que su familia era blanco de una persecución y la idea de proteger a sus hijos llegaría hasta la obsesión. Cinco años después de la muerte de JFK, contrae matrimonio con el magnate griego de la industria naviera Aristóteles Sócrates Onássis, uno de los hombres más ricos del siglo XX, buscando preservar el estatus y la seguridad que desea tanto para ella como para sus hijos.
Sin embargo, la mala relación de éstos con Onássis y sus constantes viajes, acabaron con el matrimonio en 1975. Hasta su muerte en 1994 como consecuencia de un cáncer, se dedicó a su carrera como editora de libros en medio de una vida cultural que pese a su actividad, se caracterizó por su discreción y sus contadas apariciones públicas.
Iconos de la moda y la sociedad americana
De innegable atractivo físico y carisma, el estilo atemporal de JFK ha inspirado a diseñadores y expertos en moda que no han dudado en considerarlo uno de los políticos más elegantes de todos los tiempos. Sin embargo en su look nada era casual, se inspirado en el Ivy League Style, un elegante estilo de vestir procedente de la Inglaterra de los años 20 y que John, como otros jóvenes de Harvard y Yale habían adquirido durante sus años universitarios. Un estilo que se hizo muy popular en el norte de EEUU en los años 50 y donde se mezclaba en plena armonía la elegancia de las prendas de vestir más serias con ropa de sport.
JFK era fiel a este estilo que ha inspirado colecciones de marcas tan conocidas como Tommy Hilfiger, Polo Ralph Lauren, Lacoste o Brooks Brothers. Un estilo donde las chaquetas de lana o de tejidos finos de líneas planas, con uno o dos botones, camisas con botones en el cuello, de colores sencillos y chaquetas o cazadoras cortas, eran algunos de sus símbolos más representativos. John F. Kennedy cuidaba hasta el más mínimo detalle. Su forma de vestir llegó a convertirse en todo un ejemplo a seguir para la élite norteamericana de los años 60.
Era corriente ver jóvenes de buena posición social con suéteres de estilo deportista, polos en colores vivos, pantalones de tela arremangados a la altura del tobillo o shorts de cuadros para el verano. Para ocasiones formales, trajes rectos con hombros relajados y dos botones. También, eran habituales en él, los zapatos náuticos o clásicos americanos como los Bass Weejuns.
Y como complemento, las famosas corbatas rayadas de las que el Presidente solía hacer gala en sus comparecencias públicas, además de sus eternos acompañantes de viaje, los relojes de marca como Omega o Rolex y de gran tamaño que adquirieron una fama aún más destacada a partir de la segunda mitad del siglo XX.
El estilo de vida idealista de John Fitzgerald también se veía en su modo de vestir, alejado de la sobriedad del color negro y gris que reinaba en los armarios de los mandatarios de la época, e introdujo colores como el azul marino y las corbatas en color vino en eventos importantes.
Jackie se convirtió en la mejor embajadora de la moda procedente de Europa
Elegante, distendida y una de las mujeres más deseadas por los modistas del pasado siglo. La mujer de JKF, Jacqueline Kennedy, también ha dejado su propia impronta en el mundo de la moda donde fue considerada un icono, además de la Primera Dama de los Estados Unidos más elegante de todos los tiempos. Jackie Kennedy vivió desde pequeña rodeada de estilo y distinción, estudió en una de las eternas capitales de la moda, París, algo que no hizo otra cosa que acrecentar su pasión por la moda e inculcó a su marido y a sus hijos, el gusto por la buena ropa y el saber estar de la alta sociedad neoyorkina.
Su vestido rosa de Chanel se convirtió, por ejemplo, en todo un símbolo de la prestigiosa marca y en fondo de armario para gran cantidad de celebridades de generaciones posteriores. Musa de inspiración constante de las grandes marcas y confesa de modistas actuales como Carolina Herrera, popularizó colores como el rojo y el rosa, los vestidos de corte recto y escote palabra de honor, mientras que los guantes, los pañuelos en la cabeza, y los pequeños bolsos y sombreros fueron algunos de los pocos complementos que incorporaba a un estilo sobrio a la par que dulce y elegante.
Poco amante de los escotes, puso de moda los vestidos con hombros semicubiertos y, por supuesto, las faldas, rectas o tubo de colores sólidos, unos centímetros por encima de la rodilla. Jackie también popularizó un diseño hasta entonces poco usual en la ropa de las mujeres de la alta sociedad, el abrigo de animal print, una de sus prendas favoritas en sus apariciones sociales.
Uno de los must de más éxito que se extendieron con rapidez por todo el país, fueron las enormes gafas oscuras que cubrían su rostro y la protegían de los flashes de los paparazzi. Jacqueline Kennedy también se atrevía con los colores vivos, como el amarillo, y no menos popular fue su vestido de cuadros amarillo y blanco realizado por Lilly Pulitzer que revolucionó a las mujeres de la época.
Apenas iba maquillada, solo le preocupaba resaltar sus ojos y los diseñadores americanos vieron en Jacqueline Kennedy la imagen perfecta y la mejor corresponsal de las tendencias de moda procedentes de Europa. Según la prensa del momento, en los primeros quince meses de mandato, John y Jackie Kennedy se gastaron 50.000 dólares en ropa, o lo que es lo mismo la mitad del salario que percibía John F. Kennedy como Presidente de los EEUU.