«Es la primera vez que esquío», dice Ilana Marciano, de la ciudad de Netanya, sobre el mar Mediterráneo, mientras se esfuerza por salir de debajo de una capa de nieve de 60 centímetros de grosor. «¡Sorprendente, simplemente genial!», agrega.
En este invierno, el monte Jermón está cubierto de nieve, lo que lo convierte en una exótica tierra de fantasía para personas más acostumbradas a divertirse en el mar y bajo el sol. Unos 10.000 visitantes afluyen a este centro de esquí un día cualquiera, según la gerencia del sitio.
«Jabel a-Sheikh», como se conoce en árabe a esta cadena montañosa, es para los israelíes los «ojos» de su país. Ubicado en lo alto del triángulo fronterizo entre Israel, Líbano y Siria, el Jermón permite tener una visión estratégica de vastos tramos de territorio, desde su altura de 2.236 metros. Allí, las fuerzas armadas israelíes mantienen varios puestos de observación e inteligencia. En un día claro se puede ver Damasco.
Hacia el nororiente, las posiciones militares sirias dominan el libanés valle de la Beqaa. A 2.814 metros, en la cima de una zona de exclusión entre fortificaciones israelíes y sirias, se encuentra el «hotel del Jermón», la base de mantenimiento de la paz de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) más alta del mundo.
Israel le arrebató a Siria las alturas del Golán en la Guerra de los Seis Días, en junio de 1967. Siria las reconquistó brevemente seis años más tarde, pero Israel las volvió a ocupar inmediatamente después. Durante la invasión israelí, unos 100.000 sirios drusos huyeron de las alturas del Golán. Ahora, junto con 20.000 drusos que permanecieron en las empinadas laderas del Jermón, en cuatro poblados y aldeas, 18.000 israelíes viven en 32 asentamientos.
Más allá de la valla de 80 kilómetros, los campos minados y los puestos militares dispersos a lo largo de la línea de cese el fuego que controla la ONU, pasando la zona de exclusión de entre 0,5 y 10 kilómetros de ancho, se hacen claramente visibles las aldeas y fortificaciones sirias.
En mayo de 1974, Israel y Siria firmaron el Acuerdo de Separación de Fuerzas, que hasta ahora es cautamente respetado por ambas partes. Durante casi cuatro décadas, el estratégico territorio ha permanecido congelado, en un «statu quo» suspendido entre la guerra y la paz, casi como las aerosillas que trasladan a los turistas a la cima.
Una extraña sensación de arraigada inconsciencia se siente en el monte Jermón.
De no haber sido por el enfrentamiento fronterizo de junio de 2011, cerca del poblado druso de Majdal Shams, en el que unos 20 manifestantes palestinos y sirios fueron blanco de disparos cuando intentaban ingresar al área controlada por Israel, o por unos errantes tiros de mortero que aterrizaron a este lado de la valla en noviembre, casi no se habría sentido la sangrienta guerra civil que se desarrolla en la vecina Siria.
«No hay tensiones. Aquí está tranquilo», dice Amit Rotem, una estudiante de Jerusalén. «Hasta que algo ocurra, nada ocurre; así es como yo lo veo. Porque estamos acostumbrados a esto, así es como vivimos».
Pero más recientemente, el 30 de enero, la tensión volvió a subir con un ataque aéreo israelí cercano al centro de investigaciones militares ubicado en los alrededores de Damasco, presuntamente contra un convoy que se sospechaba transportaba misiles antiaéreos SA-17 a la milicia chiita Hezbolá en Líbano.
Tres días antes, el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu había alertado sobre el destino que podría correr el arsenal de armas químicas y biológicas de Siria. En el fuertemente protegido centro de esquí, la diversión continúa como de costumbre. «Este incidente ni siquiera cruzó por mi mente. Tal vez soy demasiado optimista», señala un esquiador al pasar.
El gerente del centro de esquí, Shaul Ohana, nos explica: «Hafez Al Assad (el expresidente sirio) y su hijo y sucesor Bashar nos dieron una tranquilidad prolongada. Espero que la situación no se deteriore más». En 1981, Israel aprobó una ley que aplica sus «leyes, jurisdicción y administración» a las alturas del Golán, que anexó de hecho, si no formalmente, a su territorio.
Alrededor del 10 por ciento de los drusos sirios del Golán aceptaron la ciudadanía israelí, pero la ley nunca fue reconocida por la comunidad internacional. En los años 90, dos primeros ministros de Israel, Itzjak Rabin y Ehud Barak, se declararon listos para devolver el Jermón -y, en términos generales, los altos del Golán- a Siria a cambio de paz.
Ohana plantea «la sola idea de considerar retirarse de aquí es caprichosa. No hay nada que devolver. Y, en cualquier caso, ¿a quién se le devolvería el Golán?». Una ley aprobada en 2010 estipula que el traspaso de cualquier territorio anexado -sea las alturas del Golán, incluido el monte Jermón, o la ocupada Jerusalén oriental- como parte de futuros acuerdos de paz, requiere o bien una supermayoría en el parlamento o bien un referendo nacional.
«El monte Jermón siempre estará con nosotros», es el confiado leitmotiv que se oye en sus laderas.
A 2.000 metros de altura, a nadie parece preocuparle que la estratégica montaña, su reserva natural y centro de esquí de 14 pistas y cinco telesquíes dispuestos a lo largo de 45 kilómetros de prístinas laderas, pueda algún día ser devuelta a Siria.
Riesgos de guerra, posibilidades de paz con Siria, todo parece remoto visto desde el Jermón.