Las jóvenes fueron condenadas a dos años de «colonia penitenciaria» por «vandalismo e incitación al odio religioso» tras cantar una «oración punk» -que pedía que la Virgen se llevase al presidente ruso- en la catedral del Cristo Salvador de Moscú en febrero de 2012.
Como medida represiva tras denunciar unas condiciones inhumanas en prisión con una huelga de hambre, Tolokonnikova, de 24 años, fue llevada sin aviso alguno a la región siberiana de Krasnoïarsk. Este hecho no fue comunicado hasta pasado casi un mes de su traslado, durante el que se desconocía su paradero.
El pasado julio, Tolokonnikova comenzó a escribirse cartas desde la cárcel con el filósofo esloveno Slavoj Zizek, al que admira. En ellas, la activista rusa relata su cautiverio y comparte con Zizek visiones de la política rusa y europea en frases como ésta: «El capitalismo contemporáneo nos quiere persuadir de que actúa de acuerdo a los principios de la libre creación, del progreso sin fin y de la diversidad. Su intención es ocultar la otra cara de la moneda: la de los millones de personas esclavizadas por la estructura de producción, omnipresente y —¡crea en mi experiencia!— prodigiosamente estable. Nuestra intención es denunciar ese engaño».
Este ha sido el detonante para que en el último número de la revista francesa Philosophie Magazine se haya publicado una carta a Vladímir Putin firmada por los intelectuales y pensadores europeos Élisabeth Badinter, Pascal Bruckner, Alain Finkielkraut, Marcel Gauchet, André Glucksmann, Agnès Heller, Axel Honneth, Claude Lanzmann, Edgar Morin, Antonio Negri, Hartmut Rosa, Fernando Savater, Richard Sennett, Bernard Stiegler, Gianni Vattimo y Slavoj Zizek.
En la carta lamentan la situación actual en Rusia, que afirman no se diferencia mucho de la era soviética en su caza sistemática de excéntricos y disidentes del régimen, y aluden al resto de iniciativas represoras del gobierno ruso diciendo que «la cantante de los Pussy Riot se ha convertido en el símbolo de los reprimidos del régimen: gais perseguidos en nombre de la lucha —ahora legal— contra la propaganda homosexual; trabajadores inmigrados explotados y golpeados en las obras de Sochi y otros lugares; penalización del discurso antirreligioso; víctimas de daños ambientales producidos por obras realizadas sin el acuerdo de los habitantes; oposición amordazada; ONG perseguid... Ante estas violaciones cada vez más numerosas de los derechos humanos, Europa ha permanecido sorprendentemente silenciosa».
Los intelectuales firmantes del manifiesto exigen a los gobiernos y a la Unión Europea «que quiebren esa actitud de tolerancia culpable y que presionen al Gobierno de Vladímir Putin para que libere sin demora a Nadejda Tolokonnikova y a Maria Alekhina». Y añaden finalmente una sugerencia como medida de presión contra el gobierno ruso: «Rusia es una República Constitucional, miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU. Ha firmado la Convención Europea de Salvaguardia de los Derechos Humanos y las Libertades Fundamentales. Al acercarse los Juegos Olímpicos de febrero próximo, es hora de recordárselo».