PARÍS, (IPS) - Los candidatos a la Presidencia de Francia han situado a los extranjeros indocumentados, para su desgracia, en un lugar destacado de sus discursos. «Echen a los inmigrantes y todo estará bien. Ese es el mensaje atractivo y decepcionante de algunos de ellos», cuestionó la profesora de ciencias políticas Nonna Mayer.
¿Pero quiénes son esos 'inmigrantes' que ocupan un lugar central en la campaña para los comicios que se realizarán este domingo 22 y el 6 de mayo en caso de necesitarse una segunda vuelta? Para algunos franceses son «cualquiera que se vea diferente», explicó Mayer, especializada en racismo y antisemitismo.
Las personas consideradas «extranjeras» están jerarquizadas en Francia. Las más rechazadas son las de origen magrebí, y las menos, las judías, dice y agrega con ironía, las personas originarias de África subsahariana suelen ser vistas favorablemente, en tanto que las de Asia «están entre los judíos y los africanos subsaharianos».
La legislación francesa prohíbe la clasificación étnica de la población, pero varios estudios señalan que los residentes de origen extranjero superan el 10 por ciento de los 63 millones de habitantes de este país. Uno de cada tres procede de la Unión Europea, pero los políticos no apuntan a ellos.
En una conferencia universitaria sobre «Elecciones francesas: desigualdad y giro populista», Mayer y otros científicos sociales señalaron que el término «inmigrante» se ha convertido en sinónimo de musulmán. La retórica contra los extranjeros, en especial del ultraderechista Frente Nacional es, de hecho, un rechazo del Islam en Francia, observan.
La líder del Frente Nacional, Marine Le Pen, ha puesto en el centro de su campaña el ritual de matar animales, como el practicado para producir la carne halal, y trata de impactar al electorado diciendo que millones de franceses la comen sin saberlo. También critica a los musulmanes que rezan en la calle, y tilda la práctica de «invasión».
En septiembre de 2011 se prohibió rezar en la calle, pese a que muchos de los cinco millones de musulmanes residentes en Francia no tienen dónde hacerlo. La medida siguió a la prohibición del burqa y de otros atuendos que cubren el rostro.
Le Pen se esfuerza por hacer una distinción entre los musulmanes franceses que «aman a Francia» y los radicales y fundamentalistas islámicos, pero muchos analistas sostienen que sus partidarios no comprenden la diferencia. La líder del Frente Nacional está tercera en las encuestas de intención de voto, junto con el candidato del Frente de Izquierda, Jean-Luc Mélenchon. Ambos tienen pocas posibilidades de llegar a la Presidencia.
Pero el discurso de Le Pen lo ha retomado el presidente Nicolas Sarkozy, candidato de la conservadora Unión para un Movimiento Popular (UMP), que en los sondeos de opinión va a la par con el socialista François Hollande. Diez candidatos competirán en la primera ronda electoral de este mes.
«Sarkozy también ha puesto a la inmigración en el centro de su campaña para obtener votos de la extrema derecha», nos dice Mayer. «Solía ser equilibrado en este tema y el Islam. Pero ya no», añade.
El cambio se notó en un discurso que dio en Grenoble en julio de 2010, tras los disturbios ocurridos en esa ciudad. Declaró que el gobierno revocaría la ciudadanía francesa a los inmigrantes que pusieran en peligro a oficiales de la policía u otras autoridades públicas. Poco antes había dado la orden de expulsar a los gitanos indocumentados de Francia, lo que le valió a este país una reprimenda de la Unión Europea.
Desde entonces, algunas de las expresiones más duras de Sarkozy parecen esforzarse por superar a Le Pen. En marzo dijo que Francia era un país con «demasiados extranjeros» y añadió que si lo reelegían restringiría la inmigración.
Dirigentes de otros partidos políticos han rechazado el tema de la inmigración. Jean-Luc Mélenchon tildó a Le Pen de «semi-demente» e «hipócrita» y señaló que su partido es «racista». En cambio, Hollande ha mantenido un tono más neutral, dice que el deber de Francia es integrar a los inmigrantes. En los últimos meses se ha reunido con diferentes organizaciones religiosas para explicar su posición y obtener su apoyo. Ha optado por concentrarse en las personas más ricas a las que ha prometido aumentar los impuestos.
El analista Alan Riding señala que Hollande no apela al miedo de la población, «pero tampoco genera esperanza». Sin embargo, muchas de las personas encuestadas de origen extranjero confiesan que votarán al Partido Socialista.
Una contable de 30 años de origen africano, que llegó a París con sus padres a los 13 años, nos dijo que ella y sus amigos votarán a Hollande o a nadie. «No puedes votar por alguien que te hace sentir que estás de más», señala. Las organizaciones religiosas también se han hecho escuchar.
Claude Baty, presidente de la Federación Protestante de Francia, señala que cuando «el temor al otro incide en el comportamiento» se vuelve un asunto urgente, y hay que tomar medidas para ver a la gente real y no a los estereotipos. En representación de unos 800.000 protestantes franceses, que históricamente han sido discriminados, Baty dice estar decepcionado con la campaña electoral porque los políticos actúan como «niños en el recreo».
Baty, entre muchos otros, señala que el foco que han puesto en la inmigración es una forma de distraer la atención de los votantes respecto a otros asuntos más importantes como la economía o los problemas de la educación.
Mayer espera que después de las elecciones vuelva la tolerancia porque Francia tiene tradición de recibir a los solicitantes de asilo. Un estudio del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) señala que Francia recibió 51.910 solicitudes de asilo en 2011, un ocho por ciento más que el año anterior. Está en segundo lugar, detrás de Estados Unidos, en esta cuestión. La mayoría llegó desde Afganistán, donde soldados franceses participan en las operaciones militares. Es la tercera vez consecutiva que aumentan las solicitudes de asilo, según Acnur.
Eso ha hecho que ciertos sectores de la población tengan la sensación de una «excesiva» llegada de extranjeros a Francia, indica Mayer. Agrega que partidos como la UMP de Sarkozy se han metido en un «juego peligroso» al hacerse eco de la extrema derecha y apuntar con el dedo a los inmigrantes. «Esas políticas legitiman a esos partidos de extrema derecha», dice «La historia nos muestra los peligros que eso encierra».