En Rumanía, las marchas se han repetido en otras 20 ciudades además de la capital y decenas de rumanos que viven fuera del país han apoyado las protestas en ciudades como Londres o París.
Rechazan las duras políticas de austeridad del gobierno y piden elecciones anticipadas. A pesar de la presión el primer ministro, Emil Boc, se resiste a dimitir apelando a la necesidad de «estabilidad política y económica» del país. También piden la dimisión del presidente, Traian Basescu. Denuncian su gestión autoritaria y corrupta y acusan que las duras políticas de austeridad han comportado una caída del nivel de vida.
Las manifestaciones comenzaron en apoyo a un alto cargo de ministerio de sanidad, que había dimitido por desacuerdo con la reforma sanitaria del gobierno, que prevé la privatización parcial de algunos servicios. Eso obligó al gobierno a retirar, de momento, el proyecto de reforma.
La iniciativa de diálogo social del gobierno, que ha propuesto discutir la política sanitaria con la sociedad civil, los partidos políticos y la oposición, tampoco ha calmado los ánimos de los manifestantes que sólo aceptan la dimisión del presidente y el primer ministro. El gobierno y la oposición han acordado celebrar una sesión parlamentaria el martes de la próxima semana.
Tras acceder en 2009 a un crédito de 20.000 millones de euros del Fondo Monetario Internacional (FMI), el gobierno rumano ha congelado las pensiones, rebajado los salarios públicos un 25%, recortado los ayudas sociales y subido el IVA del 19 al 24 por ciento, para cumplir sus compromisos macroeconómicos con la institución. El FMI y agencias de evaluación como Moody's han aplaudido repetidamente la disciplina presupuestaria aplicada por Bucarest, que, sin embargo ha afectado duramente, al contribuyente de a pie
En la vecina Hungría, desde principios de año, miles de personas se manifiestan contra la situación económica que se agravó desde 2006 cuando el gobierno socialista realizó severas medidas de austeridad. Los húngaros castigaron a la izquierda en las urnas y votaron mayoritariamente a la derecha, tanto para la presidencia como al primer ministro. Pero ese cambio no sirvió para enderezar la situación. Todo lo contrario, ahora no sólo tienen un problema económico sino también político, con una derechización de las leyes constitucionales. Ambos problemas han requerido la intervención de la Unión Europea.
Como hace meses ocurrió en otros países de Europa, tanto en Rumanía como en Hungría las protestas se iniciaron de forma espontánea y son muy heterogéneas. En ellas participan, jovenes, parados, intelectuales, estudiantes y jubilados. Muchos se preguntan si no estamos ante el inicio de un nuevo movimiento de «indignados» esta vez en el Este de Europa, en países que no pertenecen a la zona euro.