La minicumbre de Roma ha reunido a la canciller alemana, Ángela Merkel; el presidente de Francia, François Hollande; el primer ministro italiano, Mario Monti, y el presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, en un almuerzo de dos horas del que salió la gran decisión, que puede dar un giro a la política europea de los últimos años o quedarse en una nueva, la enésima, declaración de intenciones.
Los cuatro líderes implicados salen ganando con el acuerdo. Rajoy y Monti, por razones evidentes dada la precariedad de sus economías y, sobre todo, España, por tener el doble de parados que la media europea. Hollande, porque la bandera del crecimiento que le llevó al Elíseo encuentra el eco esperado en sus socios comunitarios y especialmente en Merkel, que salva la cara de ser la madrastra de la austeridad en Europa.
En realidad, Merkel cede solo relativamente porque, una vez más, los cuatro han añadido al mensaje de optimismo la carga de profundidad permanente del cumplimiento de los objetivos de déficit y de las reformas estructurales, el padrenuestro alemán. Y, a cambio de sumarse a la tesis francesa del binomio austeridad+crecimiento, la canciller obtiene el silencio de Hollande sobre el Pacto Fiscal, ideado e impuesto por Merkel, a pesar de su promesa electoral de revisarlo antes de que Francia lo ratifique. Hay otro toma y daca en esta reunión de Roma: se avanzará en la imposición de una tasa sobre las transacciones financieras, a la que Merkel accede a cambio de que los socialdemócratas alemanes respalden ese Pacto fiscal en el Bundestag.
La puesta en escena de los cuatro compareciendo ante la prensa era en sí un mensaje de unidad europea frente a la crisis que, si es cierto, llega con unos cuantos años de retraso, pero pone sobre la mesa medidas concretas. «En el próximo Consejo Europeo propondremos medidas para relanzar la economía, con inversiones, una apuesta por el fomento del empleo y el incremento de la competencia en Europa, así como hacer más en el mercado único europeo», dijo Monti, y lo valoró en 130.000 millones de euros, sin precisar su origen.
Solo una referencia ya conocida a la recapitalización del Banco Europeo de Inversiones con 10.000 millones de euros que, según los cálculos optimistas de la Comisión Europea, permitirá incrementar sus préstamos hasta 60.000 millones y atraería otras fuentes de financiación hasta los 180.000 millones.
«Somos conscientes de que damos un signo de cohesión, coherencia y de solidaridad», ha proclamado el presidente francés. «El tema del crecimiento y del empleo tiene que abordarse más enérgicamente, después de que nos hemos ocupado del pacto fiscal. Para el próximo Consejo Europeo es necesario dar señales claras», dijo Merkel. «Ha habido una apuesta indiscutible por la irreversibilidad del euro, que es el proyecto más importante que hemos puesto en marcha los europeos», apostilló Rajoy.
Para que todo no fuera complicidad y pasteleo, el primer ministro italiano recordó que, puestos a señalar incumplidores de reglas europeas, París y Berlín tienen el triste título de ser los pioneros. «En 2003, Alemania y Francia, con la autorización y la complicidad de la presidencia de turno de Italia, se permitió salirse de los raíles de las reglas del euro. Ahora hemos dedicado casi diez años a reconstituir la credibilidad de Europa.
Hoy para españoles, portugueses o griegos, la credibilidad de Europa depende de que las decisiones que se anuncian a bombo y platillo se transformen en hechos, en solidaridad real, en acción política eficaz.