Recuerdo con especial dolor como uno de los anteriores presidentes de la Unión Romaní Internacional me contaba que un día entraron en su domicilio unos partisanos y le colocaron un rifle entre las manos bajo la orden tajante de que lo usara para disparar contra los enemigos de la patria.
--¿Dónde están esos enemigos? Yo no los conozco, no sé quienes son ni sé donde viven.
Esa es la mayor tragedia de las guerras civiles porque aunque un ciudadano no se considere enemigo de nadie, es muy posible que sea el propio vecino el que le denuncie ¡vaya usted a saber por qué! y terminen por darle un tiro. Y como mi amigo no quería matar a nadie y sabía que su vida y la de su familia corrían peligro, huyó de su tierra y vino a buscarme al Parlamento Europeo donde encontré la forma de ayudarle refugiándose en Alemania.
Hace dos días que organizaciones europeas tan conocidas como European Roma Rights Centre, la International Charitable Organisation 'Chiricli' y la International Renaissance Foundation han hecho una declaración urgiendo a los gobernantes de cualquier bando de Ucrania, así como a las organizaciones internacionales, a que adopten las medidas necesarias para preservar y proteger los derechos de la minoría romaní y garantizar su seguridad, independientemente de la situación política en el país.
Estas organizaciones dan fe de que en las últimas semanas se han producido manifestaciones antigitanas que han dado lugar a una serie de actos de violencia contra los romanís y que incluso podrían agravar de forma trágica su situación. Y como ejemplo denuncian lo siguiente:
En Slaviansk un gitano fue tiroteado y herido de gravedad al tratar de defender su casa de un ataque el 29 de abril. El hombre permanece en estado grave. Anteriormente un grupo de más de 20 hombres en Slavyansk habían atacado a siete familias gitanas. Los hombres entraron en las casas, y golpearon a los gitanos que allí vivían, incluidos los niños. Luego pidieron dinero y saquearon las casas de cualquier cosa de valor.
En Cherkassy, ─siguen denunciando estas organizaciones─, el pasado 29 de abril fue incendiada la casa de una familia gitana, mientras que un grupo de ucranianos gadche amenazaron con agredir a las familias gitanas del lugar si no se marchaban inmediatamente.
Lo que sigue a continuación recuerda dramáticamente la angustia por la que pasó el gitano que me hizo partícipe de su huida durante la guerra de los Balcanes. Dicen European Roma Rights Centre, la International Charitable Organisation «Chiricli' y la International Renaissance Foundation que el 27 de febrero 2014 un hombre gitano fue atacado en Pereyaslav-Khmelnitsky, región de Kiev, por un grupo de personas acusándole de que los gitanos no estaban participando en la vida política del país y eran apolíticos. Seguidamente un grupo de unas 15 personas atacó a cuatro familias gitanas en Korsten, región de Kiev, y afirmaron que planeaban atacar a otros hogares romanís.
Lo que está pasando en Ucrania no es nada nuevo. El referente más cercano es la desmembración de la antigua Yugoslavia donde convivían más de un millón de gitanos. Cuando estalla la segunda guerra de los Balcanes somos los gitanos quienes más duramente sufrimos las consecuencias. Hasta 1997 unos 300.000 gitanos se vieron impelidos a abandonar sus hogares en una diáspora hacia occidente que nunca fue objeto de la atención de los dirigentes políticos europeos.
Tras la división territorial de Yugoslavia unos 40.000 gitanos se refugiaron en Italia y 30.000 en la vecina Austria. Todo esto sin olvidar a Kosovo que fue una antigua provincia serbia. Antes de 1999 vivian en este territorio unos 150.000 gitanos. Hoy apenas si quedan 40.000. Y la acusación vuelve a repetirse: los nuevos dirigentes del pequeño país que alcanzó la independencia en 2008 acusan a los gitanos de ser amigos o colaboracionistas de los serbios.
Los gitanos de Ucrania son sencillamente ucranianos. Los habrá individualmente partidarios del régimen de Kiev y por tanto deseosos de integrarse en la Unión Europea, o amantes de unirse a Rusia en cuyo seno se sienten más seguros o defendidos. Pero, si los hay, son personas concretas. Individuos que no representan al conjunto de los gitanos ucranianos. Porque, debo repetirlo una vez más, por encima de todo, los gitanos de Ucrania, como colectivo, se sienten gitanos. Y luego como personas concretas, son ucranianos, europeos y ciudadanos del mundo.
Me asusta pensar en las consecuencias a las que puede llevar el enfrentamiento entre los pueblos cuando se enarbola la bandera de la cultura como escudo protector de lo propio o como lanza de ataque contra los otros.