Hablamos con Carlos Capataz, Director de Voluntariado y Desarrollo local de Cruz Roja Española
La Cruz Roja Internacional (CICR) recuerda que miles de personas en el mundo luchan para que sus familiares no caigan en el olvido. Sufren cada minuto por la desaparición de un ser querido en una guerra, un desastre natural o durante una huida precipitada de su hogar. En el día mundial del desaparecido, el informe «Viviendo con Ausencia: ayudando a las familias de los desaparecidos», recuerda el drama que se vive en muchos países y se insiste en que «el derecho internacional humanitario impone a los Estados la obligación de tomar todas las medidas a su alcance para esclarecer la suerte y el paradero de las personas desaparecidas e informar a sus familiares al respecto».
euroXpress.- Actualmente la Cruz Roja Internacional busca a más de 52.000 personas en el mundo, aunque se considera que esta cifra es la punta del iceberg. Coincidiendo con el Día del Desaparecido, han iniciado una campaña para exigir a los Estados que tomen medidas para esclarecer lo ocurrido con estas personas.
Carlos Capataz.- En primer lugar hay que señalar que en estos momentos no hay conflictos entre países, pero se han multiplicado los conflictos internos. En todos ellos el CICR pide a los Estados y a los combatientes en general, que se cumplan las normas de la guerra y les recuerda que deben velar por la seguridad de las personas detenidas o desaparecidas y facilitar el acceso a los delegados internacionales de la Cruz Roja para tener constancia de donde está retenida esa persona. Es muy importante que se sepa de la existencia de esas personas. Lo más peligroso que le puede ocurrir a una persona detenida en un conflicto armado es que nadie sepa que lo está, porque su vida corre bastante peligro.
eXp.- ¿Cómo viven los familiares de los desaparecidos esa situación?
C.C.- Con una tremenda angustia. Si es un conflicto armado siempre tienen la esperanza de que en un momento determinado su familiar consiga huir de sus captores y pueda aparecer. En el caso de que haya constancia de que esa persona está detenida eso supone un alivio porque de alguna manera ya se sabe donde está y si la Cruz Roja tiene pruebas de que está en un lugar concreto detenido es como un aval de que va a tener una cierta regularidad de visitas. En el caso, más habitual, de que no se localice a esa persona, la angustia es, en muchas ocasiones, desgarradora porque impide a los familiares volver a rehacer su vida. Incluso en el caso de que el familiar haya muerto, aunque sea un proceso muy duro y muy difícil, pueden hacer el duelo y pasar página, pero cuando no se sabe que ha sido de ellos, la situación es verdaderamente dramática.
eXp.- Y el desaparecido ¿cómo experimenta saber que sus familiares no saben nada de él?
C.C.- Si es una zona de conflicto, donde la persona está identificada, de alguna manera para él es una garantía. Piensa «estoy detenido, estoy en un campo de prisioneros, pero regularmente saben de mí». Además hay unas normas de comunicación que están establecidas y que permite que se pueden enviar mensajes entre esa persona y sus seres queridos. Cuando no está localizado el desaparecido vive una situación muy angustiosa porque no sabe que va a ocurrir con él mañana.
eXp.- La Cruz Roja pide a los estados que se responsabilicen, pero en el caso de los conflictos internos no existe nadie a quien dirigirse para exigir responsabilidades
C.C.- Cuando es un ejército regular se conoce la cadena de mando y se sabe quienes son los responsables y a quién se puede pedir responsabilidades, pero cuando es una guerrilla ¿a quién pides responsabilidades? ¿Cómo sabes quien fue el que ordenó una masacre? Es muy complicado. Son situaciones muy complicadas como ocurrió en los Balcanes, un conflicto cercano a nosotros en la distancia y en el tiempo. El CICR tenía un registro de 35.000 personas desaparecidas, hoy en día todavía no hemos sido capaces de encontrar a 11.000 personas. En este caso hay una mezcla entre un conflicto entre estados y conflicto interno. Esos son los peores y los más dramáticos. Es también el caso de Colombia, en el que todavía hay 68.000 desaparecidos o en Perú donde sólo se ha identificado al 11% de los 15.000 desaparecidos en un conflicto interno que duró veinte años.
eXp.- En todos estos casos, Cruz Roja tiene contacto directo con las familias, ¿cómo sobrellevan tantos años de angustia?
C.C.- En principio no saben que hacer, sí hacen suficientes esfuerzos, o si deberían hacer algo más. No saben dónde debe acudir y a qué instancias deben recurrir. Lo más habitual es decidir que ellos mismos van a ir a buscar a su familiar para ver si lo encuentran, esa es una respuesta muy generalizada. Hay que tener en cuenta que ahora hay más medios,por ejemplo con internet los familiares pueden informar de que están buscando a una persona y el desaparecido puede explicar que está buscando a sus familiares. Lo vivimos en el 11-M, entonces muchas personas, principalmente inmigrantes, se pusieron en contacto para explicarnos que buscaban a sus familiares desde otros lugares del mundo. Lo importante es saber quién está buscando y quién está localizado, y cruzar esa información. Ese es un trabajo que no es muy conocido, pero en situaciones de emergencia, como desastres naturales, todo el mundo puede acudir a cualquier centro de Cruz Roja, para decir «estoy buscando a una persona». En esos momentos tenemos un protocolo y unos procesos que generar un expediente. Registramos a las personas que atendemos en centros hospitalarios o en otras zonas, y cruzamos esa información.
eXp.- ¿En qué aspecto internet ayuda a encontrar a desaparecidos?
C.C.- En el flujo de la información y en el acceso a la misma. El comité de la Cruz Roja ha habilitado una web que se llama familylinks, que permite dejar rastro en una catástrofe humanitaria o en un conflicto. La persona puede colgar una información «Estoy vivo, estoy bien, estoy sano y salvo o estoy buscando a una persona». Se deja en internet y nuestro personal lo procesa y lo gestiona. Eso hace el proceso más inmediato y más rápido. También hay que tener en cuenta que puede haber gente que no quiere ser encontrada y es un hecho que respetamos. Si los localizamos, en ese caso le preguntamos si quiere ser localizada o si quiere trasladar un mensaje tranquilizador a su familia, que también tiene derecho a ello.
eXp.- En el caso de los desastres naturales, ¿es más fácil localizar al familiar perdido?
C.C.- En las emergencias, si sabemos que una persona en un momento dado estuvo albergado en un centro nuestro y tenemos sus datos y apellidos es más fácil empezar a tirar del hilo y saber donde está esa persona. Lo importante es casar las dos partes, es decir, juntar la persona que está desaparecida y al familiar que lo está buscando. En las emergencias internacionales como terremotos, tifones y huracanes, diríamos que es más fácil, porque esos censos los hacemos habitualmente.
eXp.- Hemos visto como centenares de personas han perdido la vida en el Mediterráneo, en las rutas migratorias hacia Estados Unidos o en el sudeste asiático. Es una parte de la tragedia de la emigración. Las familias solo saben que su pariente ha llegado al destino si reciben una llamada, una carta o un correo electrónico, ¿qué pasa con los que nunca llegan?
C.C.- El proceso migratorio no es algo individual, es algo familiar o incluso de una comunidad, en el que viene la persona «escogida», la que tiene más probabilidades de tener éxito, y su llegada es esperada por la familia y la comunidad. Podemos identificar a los que consiguen llegar. La Cruz Roja les da confianza para que faciliten sus datos, porque en su país existe también la Cruz Roja y puede ser que esa persona haya salido de un país en conflicto o tras un desastre natural. Además hay que tener en cuenta que Internet ha roto las barreras del tiempo y la distancia.
En cuanto a los que no logran su objetivo, siempre recuerdo una lápida en algún cementerio del sur de España donde se lee «inmigrante desconocido, y la fecha en que se hundió la patera o la hora que alcanzó la costa», esa es la referencia del desastre. Es un drama humano terrible para la persona y la familia, que nunca sabrá nada de él. Nunca se sabrá ni quien está enterrado, ni la familia sabrá jamás de él. Si pudiéramos secar el estrecho de Gibraltar, encontraríamos un verdadero cementerio.