Las elecciones presidenciales en Estados Unidos se viven en Europa casi como propias. La decisión de quién mandará en la todavía primera potencia mundial provoca un despliegue mediático que ningún país de la UE merece en la propia UE. En el viejo continente suele haber una predisposición a favor de los demócratas, pero en este caso es incuestionable. Obama tiene el apoyo europeo.
Según una encuesta de la consultora británica YouGov realizada en siete países de Europa, el 90% de los participantes prefiere que gane Obama. Además de ser mucho más conocido que su rival, Mitt Romney, las políticas sociales que el actual presidente estadounidense ha aplicado o intenta aplicar se aprecian especialmente frente al modelo supuestamente más duro que defiende su contrincante. Las políticas de Obama sobre sanidad, pobreza, género, orientación sexual o cambio climático responden a una visión parecida a la que se tiene en Europa sobre esos asuntos sociales, sea con gobiernos de derecha o izquierda, salvando las distancias entre éstos.
En Bruselas públicamente no se toma partido, como es lógico y Maja Kocijancic, portavoz de la jefa de la diplomacia europea, Catherine Ashton, ha dicho que «sea cual sea el resultado, esperamos continuar las buenas relaciones con la administración estadounidense».
Efectivamente, el mandato Obama ha supuesto un fuerte impulso a la relación transatlántica, no tanto en el incremento de relaciones económicas, sino en el vínculo establecido entre ambas partes a la hora de orientar su política exterior ante terceros y, de forma muy evidente, ante los grandes conflictos internacionales, donde la propia Ashton ha ido a la sombra de su colega estadounidense, Hillary Clinton, en un aparente mano a mano.
El presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, ha señalado que la UE y EEUU son «los socios más cercanos del mundo», pues «comparten valores e intereses en los que basan su asociación transatlántica». Cabría añadir que esa asociación no fue igual de fructífera con el anterior presidente, George Bush.
Entre los gobiernos europeos, lógicamente, hay más prudencia a la hora de pronunciarse, pero algún socialista se ha saltado el protocolo, como el primer ministro francés, Jean-Marc Ayrault, quien dijo a una emisora de radio: «Si yo fuera un ciudadano estadounidense no dudaría en votar por Obama». En Alemania, el líder socialdemócrata en el Bundestag, Thomas Opperman, afirmó que los europeos prefieren a Obama porque representa la justicia social, por su labor en Irak y Afganistan y por la cooperación internacional.
Los principales diarios europeos también apuestan por la reelección de Obama, aunque con un entusiasmo relativo. «No siempre brillante, pero sólido», dice el francés Le Monde del actual presidente estadounidense, en la misma línea que el británico The Guardian, para cuyos editorialistas «el balance ciertamente no es perfecto, pero ha hecho todo lo que se podía esperar razonablemente». Con menos entusiasmo, The Financial Times, señala que «En una campaña que huye de los riesgos y controlada por los asesores políticos, ambos hombres han exhibido su falta de ambición». En Alemania critican los escasos logros de Obama en la economía y, como ejemplo, el diario económico Handeslblatt, titula «Ponte a dieta, América».
Europa no ha sido punto significativo en la campaña electoral de ninguno de los dos aspirantes, salvo las referencias a la crisis de la zona euro por su repercusión en las finanzas estadounidenses. Sin embargo, Obama, tachado peyorativamente de europeísta en su propio país, ganaría por goleada las elecciones en la UE.