«Queremos un ministro fuerte, uno que tenga los temas energéticos dentro de su cartera», ha dicho Marc Mossalgue, portavoz de la Red de Acción por el Clima-Francia, que reúne a organizaciones no gubernamentales preocupadas por el cambio climático y dedicadas a la protección ambiental. Un ministro, dicen, que no quede eclipsado por sus homólogos de Industria y Economía, como ocurrió con la anterior ministra, Nathalie Kosciusko-Moizet, que consideran que su política quedó muy limitada a las decisiones de esos ministerios.
Mossalgue insiste en que «la primera promesa que queremos que mantenga Hollande es la de realizar un debate público sobre las futuras políticas energéticas de Francia». Nunca fue un tema de debate, y todas las ONG están esperando eso. Durante la campaña electoral, Hollande anunció el cierre de la central de Fessenheim, la más antigua del país, con 35 años, ubicada en el noreste que mantiene dos reactores en funcionamiento. Pero esa promesa no se concretará hasta el fin de su mandato, en 2017. También propuso reducir la cantidad de electricidad generada por fuentes nucleares, que pasaría de 75 a 50 por ciento del total para 2030. Esto significaría cerrar la mitad de los 58 reactores que hay en ese país. Otra promesa sobre medioambiente fue el anuncio de que recortaría las emisiones de dióxido de carbono hasta en 30 por ciento para 2020 respecto de los niveles de 1990, superando así la meta de la Unión Europea, del 20 por ciento.
Otros expertos de energía no esperan que Hollande concrete muchas transformaciones a corto plazo, considerando el alto coste que implicaría un cambio hacia las energías renovables y el impacto que tendría en las facturas de electricidad para los consumidores, sobre todo en medio de la actual crisis económica. «No esperamos ver muchos cambios en los próximos cinco años», ha pronosticado Roy Cameron, jefe de la división de desarrollo nuclear de la Agencia de Energía Nuclear de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Para él, «El sector nuclear seguirá siendo un contribuyente significativo en la factura energética».
Roy Cameron, cree que países como Francia «deben determinar cuánta capacidad tienen de afrontar los mayores costes de un cambio a las energías renovables, y si están dispuestos a imponer aumentos en los precios de la electricidad, como está ocurriendo en Alemania. La Unión Francesa de Electricidad divulgó un informe en noviembre señalando que, si se reduce el uso de energía nuclear a la mitad, se necesitarán 60.000 millones de euros extras en inversiones para cubrir la demanda proyectada de energía eléctrica, mientras las emisiones de carbono se incrementarán un 30 por ciento. Y alerta que el precio de la electricidad se doblará.
La anterior ministra de ecología, Nathalie Kosciusko-Moizet , acusó a las ONGs de preferir los costes económicos a las «graves e irreversibles consecuencias para el hombre y el ambiente» que podría tener un accidente en una planta nuclear. «Bajo cualquier término comparativo, los impactos en la salud son siempre muchos más bajos en el sector nuclear que en otras tecnologías», asegura Cameron, incluso «contando los costes reales de reubicación y la pérdidas de ingresos en caso de un accidente». Recuerda que el desastre con más víctimas no lo ocasionó una planta nuclear sino el colapso de un dique en China en 1975, cuando murieron 30.000 personas y miles de ciudadanos fallecieron más tarde por epidemias derivadas de esa catástrofe. Cameron señala que los estudios de la OCDE demuestran que a los gobiernos y los clientes les preocupan más el suministro. «Los ciudadanos no están felices si encienden la luz y esta no aparece, o si abren la ducha y el agua sale fría», y reconoce que «en nuestros estudios hemos comprobado que la seguridad del suministro es por lo general el tema que motiva más a los gobiernos. La política sobre cambio climático es algo secundario»..
Aun cuando sea clausurada la planta de Fessenheim, el nuevo inquilino del Eliseo ya aceptó la finalización de un controvertido tercer reactor en la planta de Flamanville, en el noroeste del país, y no ha expresado aún su opinión sobre la construcción de otro reactor en Penly. El Flamanville 3 EPR (siglas en inglés de Reactor Presurizado Europeo) generará incluso más energía que Fessenheim, lo cual significa, según los analistas, que Francia de todas formas mantendrá su capacidad nuclear. «El número de reactores seguirá siendo el mismo por ahora», apunta Pierre Terzian, editor del boletín internacional sobre energía Petrostrategies. Pero cree que Hollande «definitivamente invertirá más en energías renovables, probablemente estimulando la eficiencia energética y no autorizando la construcción de nuevas plantas nucleares».