«Timbuktu», del director mauritano Abderrahmane Sissako, es uno de los 18 filmes que compiten por la codiciada Palma de Oro. Su trabajo sobrecogedor ya está en boca de todos en el festival, y no solo por la película en sí, sino por el impacto que les dejó la intolerancia y los estragos que causan los conflictos en la población civil.
El filme se desarrolla en Tombuctú, en el norte de Malí, durante la ocupación de extremistas religiosos que dominaron la zona entre junio de 2012 y enero de 2013. En ese tiempo, los grupos yihadistas obligaron a las mujeres a cambiar su forma de vestir, prohibieron la música, los cigarrillos e, incluso, el fútbol.
Sissako se inspiró para hacer la película en la historia de una joven pareja con dos hijos que los islamistas lapidan hasta la muerte por su «transgresión» de no estar casados.
Fue un «crimen atroz» al que los grandes medios «dieron la espalda», explica Sissako al presentar «Timbuktu».
«El vídeo del asesinato, cuyos responsables subieron a Internet, es horroroso. La mujer muere con la primera pedrada, mientras que el hombre deja escapar un llanto ahogado», relata.
«Lo que escribo es insoportable, lo sé. De ninguna manera trato de ser efectista para promocionar el filme. Debo prestar testimonio con la esperanza de que nunca más un niño tenga que enterarse de que sus padres murieron por amarse», agrega.
«Timbuktu» emplea un lenguaje poético para criticar la represión y las violaciones de derechos humanos. Al rescatar la humanidad de todos sus personajes, Sissako muestra mujeres que resisten a la tiranía con dignidad.
Y estas son algunas de las razones por las cuales la película logró muchos aplausos en este festival, uno de los más famosos del mundo, que se inauguró el día 14 y se clausurará el domingo 25. La ceremonia de entrega de premios se realizará el sábado 24, y se espera que el coraje del director mauritano que adaptó la historia a la gran pantalla reciba una Palma de Oro.
El realizador maliense Souleymane Cissé, cuyo filme «Yeelen» (la luz) obtuvo el Premio del Jurado en la edición del festival de 1987, y ha viajado a Cannes este año para apoyar a Sissako. «Los cineastas africanos tienen más problemas que el resto para producir y luego para distribuir sus películas en todo el mundo», nos dice.
«Además de los conflictos, uno de los grandes problemas es conseguir fondos», remarca Cissé, director de la Unión de Creadores y Empresarios de Cine y Audiovisual de África Occidental (Ucecao).
«Incluso para las cintas de bajo presupuesto es una lucha conseguir recursos y hasta ahora no ha habido voluntad política de ayudar porque en África no se cree que el cine sea un arte y una industria», se lamenta.
Más de 1.700 filmes aspiran a participar en el festival, pero solo una pequeña porción lo logran. Es una dura competencia, tengan o no mensaje.
Otra película que denuncia violaciones de derechos humanos, y en especial a la libertad de prensa, es «Caricaturistes-Fantassins de la Democraties» (Caricaturistas, infantería de la democracia). Es un documental, protagonizado por 12 dibujantes de distintas partes del mundo, que se proyecta en la categoría «Fuera de Competición».
Dirigido por la cineasta francesa Stéphanie Valloatto, el documental sigue a caricaturistas de países tan variados como Burkina Faso, Costa de Marfil, Francia, Israel, Túnez y Venezuela, algunos de los cuales, incluso, están en peligro por emplear el humor para denunciar la injusticia y la hipocresía.
También aparece el caso del dibujante sirio Ali Ferzat que en 2011 fue atacado por hombres armados que trataron de destruirle las manos para impedir que siguiera dibujando. En sus caricaturas había criticado al régimen de Bashar Al Assad.
Los médicos lograron salvarle los dedos tras una campaña para sacarlo de Siria promovida por Caricaturistas por la Paz, una asociación sin fines de lucro fundada en 2006 por el afamado dibujante francés Plantu y el ex secretario general de la ONU, Kofi Annan.
La asociación, que colabora con cineastas, se propone promover el diálogo, la libertad de expresión y reconocer la labor periodística de estos dibujantes. Valloatto declaró a los medios de comunicación que el productor Radu Mihaileanu admira desde hace tiempo su trabajo en defensa de los derechos humanos y la campaña de Plantu por la tolerancia.
«Desde que conocí a Plantu y el trabajo de Caricaturistas por la Paz, también quedé impresionada con lo que hacían», apunta.
Valloatto describió a sus 12 personajes en la vida real como «12 adorables lunáticos, que captan lo cómico y lo trágico en cada rincón del mundo». El filme describe a los caricaturistas diciendo que «arriesgan la vida en defensa de la democracia con una sonrisa en el rostro y un lápiz como su única arma».
«El filme tiene sentido del humor y un mensaje en serio», explicó la realizadora. «Esperemos que lo vea mucha gente porque puede ser una inspiración para que todos luchemos por la tolerancia y los derechos humanos donde sea que trabajemos», añadió.
Y lo irónico de esta historia es que un libro que debía publicarse junto con la presentación de la cinta fue rechazado por una editorial francesa porque una de sus caricaturas podría resultar ofensiva para la Iglesia Católica. Pero otra empresa, Actes Sud, se mostró interesada y el libro estará en las calles el 28 de este mes.
Otra de las películas proyectadas que destacaron por su humanismo y preocupación por los temas globales es la atrevida y profunda «Winter Sleep» (Sueño de invierno), del director turco Nuri Bilge Ceylan, también aspirante a la Palma de Oro.
La cinta explora las relaciones humanas junto a los temas de la desigualdad, la aparentemente insalvable distancia entre ricos y pobres y el papel de la religión en la vida de la gente.
El filme de tres horas y 16 minutos de duración, que se desarrolla en Anatolia central, cautiva al público con imágenes asombrosas, un humor sutil y unos diálogos apasionantes. Al final, los espectadores quedan pensando en cómo hacer para lograr un mundo mejor, proteger los derechos de todos y, quizá, hasta lograr la redención personal.
«Winter Sleep» mereció una ovación de pie en Cannes, a diferencia de «Grace de Mónaco», un desacertado relato sobre la vida de la actriz Grace Kelly como princesa, que inauguró el festival.