El problema es que ningún país está suficientemente cerca de mantener los combustibles fósiles en el subsuelo, según el «Climate Action Tracker» (CAT, rastreador de acción climática), dado a conocer en la COP 18, que se celebra hasta el 7 de diciembre en Doha.
De hecho, los países van en la dirección equivocada. En 2011 gastaron 523.000 millones de dólares del dinero público en subsidiar la quema de combustibles fósiles, dice Michiel Schaeffer, científico de Climate Analytics que produjo el informe junto con la consultora holandesa de energía Ecofys y el Instituto alemán Pik de Potsdam. «Los subsidios 2011 a los combustibles fósiles fueron un 30 por ciento superiores a los de 2010, según la Agencia Internacional de Energía (AIE)», afirma Schaeffer.
Por contraste, la AIE señaló que la energía solar, la eólica y otras renovables apenas si recibieron 88.000 millones de dólares en subsidios, la sexta parte de la cantidad otorgada al muy rentable sector de los combustibles fósiles.
Aunque 194 estados y la Unión Europea están reunidos en la COP 18 para garantizar que el recalentamiento del planeta no supere los dos grados, no están debatiendo cómo eliminar los subsidios a los combustibles fósiles.
En cambio, hasta ahora las negociaciones han girado ampliamente en torno a crear programas de créditos de carbono, y a debates sobre el dinero necesario para ayudar a los países pobres a sobrevivir a los impactos actuales y futuros del cambio climático. Los delegados de los países han llegado a Doha sin estar preparados para alcanzar los compromisos necesarios para permanecer realmente por debajo de los dos grados.
«Algunas voces sugieren que mantener las temperaturas debajo de dos grados no es posible. Eso simplemente no es verdad. Es perfectamente viable», dice Schaeffer. Para que sea factible, se requieren recortes del 15 por ciento en las emisiones mundiales para 2020, en relación a los niveles actuales. En 2011, las emisiones aumentaron un 3,2 por ciento y, en 2010, un 5,9 por ciento.
No superar los dos grados, e incluso estar por debajo de 1,5 grados, es técnica y económicamente viable. Pero «solo con ambición política respaldada por una acción rápida que empiece ahora», según el informe CAT.
No se puede esperar hasta 2020 para actuar, dice Bill Hare, presidente y director gerente de Climate Analytics, una organización sin fines de lucro con sede en Berlín. «Si esperamos, no nos quedarán muchas opciones», añade.
Una acción rápida antes de 2020 implicará costes mucho menores. Por el contrario, seguir demorando significará costes mucho mayores y estrategias dudosas, como enormes plantaciones dedicadas a la elaboración de biocombustible, más centrales nucleares, y el método hasta ahora no demostrado de captura y almacenamiento de carbono a gran escala.
Si las emisiones no llegan a un tope y se revierten antes de 2020, igual será técnicamente posible mantenerse en menos de dos grados. Sin embargo, dependiendo de lo alto que sea ese tope, puede ser demasiado costoso de lograr, además de tener enormes impactos sociales, dice Schaeffer. «Una demora significa volcar los enormes costes de la acción, o incluso mayores de los impactos climáticos, sobre las próximas generaciones».
Según el director de políticas energéticas y climáticas en Ecofys, Niklas Höhne, ningún país está haciendo lo suficiente para impedir esto. Muchas naciones todavía no tienen políticas que apunten a cumplir con las reducciones que han prometido, señala. Estados Unidos, por ejemplo, dista mucho de estar haciendo lo suficiente antes de 2020. Fácilmente podría reducir las emisiones derivadas de sus centrales eléctricas alimentadas con carbón, aumentar las inversiones en energías renovables y también la eficiencia energética, bastante baja, de sus edificios.
En declaraciones sobre la actual lentitud de las negociaciones, Schaeffer plantea que»no debería ser tan difícil calcular cómo hacer reducciones». Sin embargo, poderosos intereses creados en el sector de los combustibles fósiles combaten toda acción en materia climática. Ellos ejercen una fuerte presión sobre los gobiernos, mientras que el sector de la energía baja en carbono todavía es una industria relativamente pequeña. Observa que «En la industria de los combustibles fósiles, muchos piensan que no se les ha perdido nada en la necesaria transformación del sector energético».