Los pasos que se están dando en Chile para investigar sobre el posible asesinato de Pablo Neruda a manos de la dictadura se ve como un gran paso en busca de la verdad y la justicia en las violaciones a los derechos humanos que siguen sin castigo 40 años después de perpetrado el golpe de Estado. Los restos de Neruda han sido exhumados este lunes en la tumba que compartía con su última esposa, la cantante y escritora Matilde Urrutia (1912-1985), en lo que fue su residencia en Isla Negra, a 110 kilómetros al oeste de Santiago.
Los peritos buscarán dos elementos biológicos, uno relacionado con su enfermedad y otro con supuestas sustancias tóxicas que pudieron haberle introducido. Las muestras serán analizadas en laboratorios chilenos y posiblemente en el extranjero, ya que han llegado ofrecimientos de Canadá, España, Estados Unidos, Suecia y Suiza. El proceso podría durar tres meses.
La diligencia fue ordenada por el juez Mario Carroza, que investiga si existió participación de terceros en la muerte del ganador del premio Nobel de Literatura en 1971, ocurrida el 23 de septiembre de 1973, apenas 12 días después del sangriento derrocamiento de su gran amigo, el presidente socialista Salvador Allende, cuando solo había cumplido tres años de mandato.
El sociólogo Manuel Antonio Garretón, premio Nacional de Humanidades 2007 explica que «Es extremadamente importante que un juez diga que hay que aclarar todos los casos de violaciones a los derechos humanos, así como la muerte de Allende, del expresidente Eduardo Frei Montalva (1964-1970) o de Neruda, porque es reconocer que la justicia está en deuda con los crímenes que se cometieron en la dictadura»,
Neruda murió en la clínica privada Santa María, de Santiago, cuatro días después de ser internado para tratarse del cáncer de próstata que sufría, pero que no le impedía hacer una vida normal.
Allegados al poeta sospechan que la causa de su muerte fue la aplicación de una inyección con una sustancia tóxica, probablemente similar a la que se presume mató en 1982 al líder democratacristiano Frei Montalva, entonces uno de los principales opositores a la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990).
Nacido con el nombre de Neftalí Reyes, tenía al momento de su muerte 69 años, llevaba 28 como afiliado al Partido Comunista de Chile y se preparaba para partir al exilio en México, desde donde se proponía ser la voz de la oposición a la dictadura.
El abogado querellante, Eduardo Contreras, nos explica que existe «una fuerte sospecha» de que fue asesinado por agentes de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), la policía secreta de Pinochet.
Contreras precisa que, por ese entonces, en Chile ya operaba el estadounidense Michael Townley, un agente doble de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de su país y de la DINA, autor material de numerosas muertes por envenenamiento con sustancias químicas.
Townley trabajaba con Eugenio Berríos, el químico que se dedicó a la fabricación de gas sarín y de otras armas químicas letales a las órdenes de la hoy desaparecida DINA y que fue secuestrado y asesinado a comienzos de la década de los 90 en Uruguay por militares al servicio de ambos países.
En los días previos a su muerte, la profunda sensibilidad de Neruda fue derribada cuando sus tres casas fueron allanadas por agentes de la dictadura, que rompieron todo a su paso. En su vivienda más preciada, la de Isla Negra, sufrió la brutalidad militar: la tropa revolvió sus colecciones de caracoles, conchas y mariposas, sus botellas y sus mascarones de proa, libros, cuadros y hasta sus versos inconclusos.
Los militares hicieron despedir a todos sus trabajadores y solo quedaron Urrutia y su chofer y secretario personal, Manuel Araya, quien casi 40 años después es el protagonista de la querella que el Partido Comunista interpuso ante la justicia. «Quiero que los forenses se pongan la mano en el corazón y cuenten la verdad de Neruda», clama Araya. «No llegó a hacer testamento porque no estaba para morirse», asegura.
Para Garretón, más allá de si Neruda fue o no asesinado, es importante investigar todos los vejámenes a los que fue sometido con anterioridad a su muerte. «Supongamos que se descubre que no hay indicios de la intervención de terceros, de todas maneras se cometieron crímenes que tienen que ver con el allanamiento a su casa y acciones que aceleraron su muerte», afirma.
Añade que, de comprobarse un asesinato, «la repercusión puede ser muy grande y muchos de los que aún no creen que se cometieron violaciones a los derechos humanos podrían darse cuenta de que incluso hasta la máxima figura de la poesía nacional fue asesinada, en forma directa o indirecta». Además, se vuelven a poner sobre el tapete a partir de grandes personalidades, las violaciones a los derechos humanos que no han sido sancionadas, termina.
El certificado de defunción de Neruda indica que murió de caquexia, una desnutrición extrema causada por una rápida bajada de peso que origina tanta debilidad, que impide desarrollar actividades, por mínimas que sean. Sin embargo pesaba más de 100 kilogramos, según relata Araya y refrenda el embajador mexicano en Chile en 1973, Gonzalo Martínez, que lo visitó en la clínica.
Un día después de su muerte, el diario conservador El Mercurio publicó que Neruda había muerto «por causa de un ataque al corazón. A consecuencia de un shock sufrido luego de habérsele puesto una inyección de calmante».
El exjuez Juan Guzmán, que fue el primero en procesar a Pinochet, indica que la exhumación de los restos de Neruda acerca el caso a la tesis del homicidio. «Me imagino que para haberlo decidido, Carroza debe tener ya presunciones fuertes de que murió por causas ajenas a la enfermedad», nos dice.
«Antes era escéptico, pero después de todas las investigaciones que llevé a cabo, muchas de ellas de índole médica, hoy día no lo soy tanto y pienso que hay que investigar cuando hay indicios de que pudo haber un crimen».
En caso de confirmarse la tesis del asesinato, «sería espantoso», añadió Guzmán. «Pablo Neruda era un hombre de paz, que percibía la paz a través de la poesía y sus actuaciones personales, por lo que para mí, más que un asesinato a la persona, sería a todo lo que él representa», concluye.