Kakwani vivió varios años en Brasil, donde fundó en 2004 el Centro Internacional de la Pobreza, que después dio paso al Centro Internacional de Políticas para el Crecimiento Inclusivo, con participación del Instituto estatal de Investigación Económica Aplicada (IPEA, por sus siglas en portugués) y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
«Si quieres mejorar las condiciones de vida de las personas, deberás crecer rápido, pero ese crecimiento tiene sus costes para el ambiente», dice el ahora profesor de la Universidad de Nueva Gales del Sur, en Sydney, e investigador invitado del IPEA. «Es necesario que exista un equilibrio entre los dos aspectos, que sea inteligente», puntualiza.
El crecimiento económico es solo un medio para alcanzar el desarrollo y el bienestar de las personas, que priorice el bienestar de todas ellas y no solo de un pequeño grupo, afirma en diálogo desde Sydney.
En términos generales, se define como desarrollo inclusivo aquel que implementa acciones y políticas para el desarrollo socioeconómico y humano, a fin de promover, en equilibrio con el ambiente, la igualdad de oportunidades y derechos para todas las personas, con independencia de su condición, como el estatus social o el género.
Todavía se prioriza mucho el avance económico de un país, si se acelera o se desacelera. Así sucede en Brasil, que actualmente presenta un frenazo en su ritmo de crecimiento, recuerda Kakwani. «El crecimiento inclusivo no debe ser volátil», plantea.
El crecimiento económico, además, no determina lo fundamental: la forma en que son distribuidos en la sociedad los beneficios del avance. «Un desarrollo inclusivo incorpora a todas las personas y significa que todo el mundo obtendrá algún tipo de beneficio del crecimiento», explica.
Con estos supuestos, el economista indio estableció un nuevo método para medir la pobreza, que calcula la función del bienestar social, la función de oportunidades sociales o el cumplimiento de los objetivos sociales del desarrollo inclusivo.
Todas tienen como propósito evaluar las políticas públicas y asignaciones destinadas a mejorar los servicios sociales y públicos. También se mide el acceso de toda la población a servicios básicos, como salud, educación, nutrición, saneamiento, agua o empleo.
También indaga los resultados de ese acceso, como la mejora en la expectativa de vida de la gente y la buena salud, la mejora de la supervivencia infantil, la mayor alfabetización, la educación de calidad, la vigencia de la libertad de expresión, el acceso a la justicia o la participación social.
Entre los objetivos sociales se incluye el de la reducción o no de las tensiones sociales, como pobreza extrema, excesiva desigualdad, inseguridad o polarización. «Calculo una especie de índice de igualdad de oportunidades» para establecer el nivel de desarrollo inclusivo, explica.
El desarrollo es un concepto multidimensional y para ser inclusivo debe contener tres pilares: crecimiento alto y sostenido, eliminación o reducción de tensiones sociales y ampliación de oportunidades y equidad en el acceso.
Brasil es un «caso típico» de alto nivel de desigualdad, dice.
La potencia latinoamericana presenta una elevada tensión social con una gran brecha entre clases sociales y una sociedad muy polarizada.
«Brasil tuvo un crecimiento muy fluctuante, volátil, que subía y caía rápidamente, hasta que en 1995 se hizo más estable. La primera premisa es que este crecimiento debería mejorar el nivel de vida de la gente», planteó.
Si la economía de un país es volátil, ocasionará pérdidas en el bienestar social colectivo. El gran desafío de los estudios sobre el desarrollo inclusivo, explica Kakwani, es elaborar indicadores que establezcan el nivel de tensión social y de desigualdad.
El índice de pobreza extrema en este país descendió al seis por ciento de sus casi 200 millones de habitantes, pero las desigualdades permanecen muy altas entre sus habitantes. «Brasil, en alguna medida, comenzó a reducir la desigualdad de la renta... Nunca lo había hecho antes. Pero hay preocupación sobre la sostenibilidad del crecimiento», resalta.
Hasta marzo de 2014, cuando se realizará en Brasil el próximo encuentro de los BRICS, Kakwani trabajó en los indicadores de los programas para la transferencia de renta en este país, como la Beca Familia, para calcular la tasa de retorno social.
Su meta es medir el desarrollo inclusivo de todos los BRICS.
El director de estudios de políticas sociales de IPEA, Rafael Osório, que trabajó con Kakwani cuando vivía en Brasil, resalta la importancia del componente ambiental.
«La sostenibilidad no se debe incluir solo en relación con el ambiente. Las soluciones son complejas y el crecimiento no puede ser para una única generación. No se pueden agotar todos los recursos naturales, como tampoco se pueden manejar temerariamente los fondos de pensión», analiza.
La ausencia de coordinación y articulación de los servicios públicos también obstaculiza la sostenibilidad, argumenta.
«La pobreza reside allí donde falta planificación. Incluso los problemas específicos no pueden estudiarse en forma separada. El desarrollo inclusivo ve la articulación en las políticas», dice Osório.
Destaca que «El reto para el desarrollo inclusivo en Brasil es reunir los mejores recursos para implementar políticas integradas».
No es una ecuación fácil, sobre todo porque las personas se articulan en torno a estos conceptos en los grandes centros urbanos y no en los municipios donde está la gran carencia de gestión inclusiva.