Si los bosques y las praderas europeos aumentaran su capacidad de absorción de carbono solamente en un 0,1 por ciento se ahorraría el equivalente a lo que emiten a la atmósfera cada año 100 millones de coches. Sería posible si se mejorara la gestión y todos los Estados miembros adoptaran las mismas medidas.
Los bosques y las tierras agrícolas cubren más de las tres cuartas partes del territorio de la UE y almacenan de una forma natural grandes cantidades de carbono, impidiendo que llegue a la atmósfera. Los bosques europeos crean más de dos millones de puestos de trabajo, protegen el suelo y los asentamientos humanos y regulan las fuentes de agua y la temperatura.
La Comisión Europea inicia ahora los primeros pasos para establecer una política de gestión y medida de esos gases e incluirlos en las acciones contra el cambio climático de la UE, en cumplimiento del compromiso que a ese respecto se asumió en la última Conferencia del Clima de la ONU, celebrada en Durbán. Los sectores agrícola y forestal son los últimos grandes marcos que carecen de normas comunes en los veintisiete.
A pesar del enorme beneficio que los bosques y las praderas prestan al clima, el cuidado de que el carbono almacenado en los árboles y en los suelos no se escape a la atmósfera ha dependido siempre de las buenas prácticas de los propietarios. Cuando se revisen las normas de contabilidad y se establezcan normas comunes los agricultores y silvicultores podrán ser recompensados dentro de la Política Agraria Común (PAC) por su contribución a la lucha contra el cambio climático.
La propuesta de la CE obliga a cada Estado miembro a adoptar planes de acción para incrementar la absorción de carbono y disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero en los bosques y suelos de toda la UE. Si los diferentes países quieren otros compromisos lo podrán hacer más tarde una vez que estas normas iniciales hayan probado su efectividad.
La buena gestión forestal es fundamental para afrontar el cambio climático. Los bosques tienen una gran capacidad para almacenar CO2, responsable del efecto invernadero, pero también para producirlo. La destrucción, la explotación excesiva de los bosques o los incendios son el gran peligro.
Los árboles y los bosques atrapan el bióxido de carbono de la atmósfera y lo convierten, a través de la fotosíntesis, en carbono que almacenan en la madera y la vegetación en un proceso que se denomina «fijación del carbono» que supone un 20 por ciento del peso de un árbol. Pero todavía hay más, el propio árbol, funciona como «sumidero de carbono» y la materia orgánica, el humus que se forma en los suelos de los bosques por la descomposición de la materia vegetal que cae, actúa a su vez como depósito de carbono.
Según la Agencia de la ONU para la Agricultura y la alimentación www.fao.org/index_es.htm (FAO), en total los bosques del planeta y sus suelos almacenan más de un billón de toneladas de carbono, el doble de lo que flota en libertad. El uso de biomasa procedente de las zonas forestales, aunque libera bióxido de carbono a la atmósfera, se compensa si la gestión es sostenible y se plantan nuevos árboles.
Los bosques europeos también están amenazados por el cambio climático. Incendios, sequías, especies amenazadas o que se extinguen son algunos de los problemas fundamentales. Un informe del Parlamento Europeo prevé que algunas especies como el haya desaparecerán de la cuenca mediterránea así como las setas, champiñones y algunas hierbas si no se lleva a cabo una rápida, eficiente y sostenible gestión.