Setenta años después de los bombardeos atómicos sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, un mundo libre de armas nucleares parece muy lejano.
Conmemorando los dos acontecimientos, ocurridos el 6 y el 9 de agosto de 1945 respectivamente, los alcaldes de ambas ciudades apelaron fervorosamente a una mayor conciencia mundial sobre la urgente necesidad de abolir por completo las armas atómicas.
Las bombas de hace 70 años destruyeron Hiroshima y Nagasaki, y dejaron más de 200.000 muertos a causa de la radiación nuclear, las réplicas de los estallidos y la radiación térmica. Más de 400.000 personas fallecieron desde el fin de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) por los efectos secundarios de los lanzamientos.
A 31 de marzo de este año, el gobierno japonés había reconocido a 183.519 «hibakusha», como se conocen a los sobrevivientes de las dos explosiones atómicas, la mayor parte de ellos residentes en Japón.
La Ley de Alivio de los Sobrevivientes de la Bomba Atómica de Japón los define como personas que se encontraban a pocos kilómetros de los epicentros de las bombas, a dos kilómetros de los epicentros en las primeras dos semanas posteriores a los bombardeos, expuestas a la radiación tras el estallido, o que todavía no habían nacido pero sus embarazadas madres pertenecían a cualquiera de las otras categorías.
Durante los actos recordatorios en Hiroshima y Nagasaki, informes publicados en varios medios de comunicación confirmaron que aquellos bombardeos no tuvieron ninguna justificación militar.
Gar Alperovitz, exprofesor de la cátedra Lionel R. Bauman de economía política en la Universidad de Maryland, escribió en el diario The Nation que «la guerra estaba ganada antes de Hiroshima, y los generales que arrojaron la bomba lo sabían».
Citó al almirante William Leahy, jefe del Estado Mayor de la administración de Harry Truman, quien ordenó el ataque nuclear, tras haber asumido la Presidencia en abril y gobernó el país hasta 1953. En sus memorias, publicadas en 1950 con el título «Yo estuve ahí», Leahy escribió: «El uso de esta arma bárbara en Hiroshima y Nagasaki no fue de ayuda material en nuestra guerra contra Japón. Los japoneses ya estaban derrotados y listos para rendirse...».
El general Dwight Eisenhower, presidente de Estados Unidos entre 1953 y 1961, compartió este punto de vista. En sus propias memorias señaló que, cuando el secretario de Guerra Henry Stimson le notificó la decisión de usar armas atómicas, él le planteó sus serias dudas, ante todo porque creía que «Japón ya estaba vencido y que lanzar la bomba era completamente innecesario».
Incluso el famoso «halcón» y mayor general Curtis LeMay, jefe del Comando de Bomberos Número 21, declaró a la prensa en el mes posterior al bombardeo que «la bomba atómica no tuvo nada que ver en absoluto con el fin de la guerra», según escribió Alperovitz.
«Los pueblos de este mundo deben unirse o perecerán», alertó Robert Oppenheimer, ampliamente considerado el padre de la bomba, al llamar a los políticos a poner bajo estricto control internacional el poder aterrador de las armas atómicas.
Pero esto todavía está por cumplirse.
En su ferviente discurso del 6 de este mes, Kazumi Matsui, alcalde de la ciudad de Hiroshima, dijo: «Nuestro mundo todavía está plagado con más de 15.000 armas nucleares, y los políticos de estados nucleares están atrapados en un pensamiento provinciano, repitiendo en las palabras y en los hechos su intimidación nuclear».
Mientras existan las armas nucleares, advirtió, cualquiera podrá convertirse en un hibakusha en cualquier momento.
Como presidente de Alcaldes por la Paz, Kazumi Matsui expresó: «Hiroshima actuará con determinación, haciendo todo lo que esté a nuestro alcance para acelerar la tendencia internacional hacia las negociaciones por una convención de armas nucleares y por la abolición de las armas nucleares para 2020».
Este, dijo, es el primer paso hacia la abolición de las armas nucleares. El próximo sería crear, mediante la confianza ya ganada, sistemas de seguridad ampliamente versátiles que no dependan del poderío militar.
En la Declaración de Paz de Nagasaki, emitida el 9 de este mes, el alcalde de esa ciudad, Tomihisa Taue, pidió al gobierno japonés y al parlamento que consideren «una conversión de un 'paraguas nuclear' en un 'paraguas no nuclear'».
Japón no posee ninguna arma atómica y está protegido, como Corea del Sur y Alemania, así como la mayoría de los estados miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), por el paraguas nuclear de Estados Unidos.
También apeló a que el gobierno japonés evalúe medidas de seguridad nacional que no dependan de la disuasión nuclear. «La creación de una Zona Libre de Armas Nucleares en el Nororiente de Asia', como promueven investigadores en Estados Unidos, Japón, Corea, China y muchos otros países, haría esto posible», dijo.
El alcalde de Nagasaki lamentó que la Conferencia de Revisión de las Partes del Tratado de NO proliferación Nuclear (TNP) celebrada este año en la Organización de las Naciones Unidas no hubiera logrado consenso para un documento final. Muchos países presentes en esa conferencia coincidieron en que era importante visitar Hiroshima y Nagasaki.
En este contexto, el alcalde de la segunda ciudad bombardeada pidió «al presidente (Barack) Obama, a los jefes de Estado, incluyendo los de los estados nucleares, y a todos los pueblos del mundo, que vengan por favor a Nagasaki e Hiroshima, a ver por ustedes mismos exactamente lo que ocurrió hace 70 años» bajo el hongo nuclear.
Hasta ahora, ningún presidente de Estados Unidos ha asistido a ningún acto de conmemoración del bombardeo atómico sobre Hiroshima. La subsecretaria de Estado para el Control de las Armas y la Seguridad Internacional, Rose Gottemoeller, fue la funcionaria estadounidense de más alto rango en la ceremonia del 6 de este mes. En esa ocasión, dijo a la prensa que las armas nucleares no deberían usarse nunca más.