Estados Unidos y sus aliados temen que estalle una guerra civil en Afganistán tras su retirada en 2014. Pero especialistas locales sostienen que la situación actual no es igual a 1988, cuando se fueron los soviéticos, ni como en 1992, cuando los muyahidines tomaron el poder.
El ministro de Defensa de Gran Bretaña, Philip Hammond, calificó en abril de «incierto» el futuro de Afganistán en una entrevista con Radio 4, de la cadena de radio y televisión británica BBC. El político se hizo eco de una advertencia del Comité de Defensa del Parlamento británico sobre la posibilidad de que se desatara una guerra civil en este país en los próximos años. Pero analistas locales no comparten el desalentador pronóstico. El coronel retirado Mohammad Sarwar Niazai cree que la situación es diferente de la que se presentaba a principios de los años 90.
Entonces, la fuerza militar de la hoy disuelta Unión Soviética se retiró de Afganistán dejando al gobierno comunista de Mohammad Najibulá sin apoyo y con siete partidos yihadistas, armados y ayudados por Estados Unidos, con posibilidades de hacerse con el poder. Esta vez, «nadie podrá sacar al gobierno por la fuerza», explica Niazai, refiriéndose a que Estados Unidos y sus socios en la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF) prometieron apoyar al presidente afgano Hamid Karzai y a su gobierno.
En una conferencia realizada el 25 de marzo en Washington, el comandante general retirado de la ISAF, John Allen, dijo que Estados Unidos y sus aliados mantendrían una presencia en Afganistán suficiente para apuntalar a las fuerzas afganas tras la salida de los efectivos internacionales a finales de 2014.
Por su parte, el jefe regional de la Comisión Independiente de Derechos Humanos de Afganistán, Shamasullah Ahmadzai, alerta de que las Fuerzas Armadas de su país, con 336.000 efectivos, pese a estar muy motivadas, necesitan las armas prometidas por los aliados occidentales durante las conversaciones sobre su retirada.
Intereses estratégicos
Mientras los medios de comunicaciones internacionales hablan de un conflicto «inminente» o «inevitable», especialistas locales sostienen que los países occidentales a los que les interesa mantener una presencia militar en Afganistán evocan el fantasma de la guerra civil para justificar su continua presencia. «Su objetivo es instalar el miedo en Afganistán», explica Ghulam Jailani Zwak, director del Centro de Asesoramiento y Análisis. Añade que los pronósticos sobre la instalación del caos después de 2014 son infundados.
Zwak puntualiza que «en los últimos 11 años, Afganistán ha creado una sociedad civil operativa y un parlamento fuerte que ha sido capaz de hacer frente al poder ejecutivo», refiriéndose a que a finales de 2012, la Asamblea Legislativa citó a 11 ministros o llevó adelante juicios políticos. Abdul Ghafoor Lewal, director del Centro de Estudios Regionales, considera que la amenaza de una guerra civil es un complot deliberado de Occidente para mantener una presencia militar, en especial en la base aérea de la ciudad de Bagram, una de las mayores que tiene Estados Unidos en Afganistán, ubicada en la provincia de Parwan.
Las potencias occidentales quieren que los afganos piensen que los efectivos extranjeros son lo «mejor para su seguridad», comenta Lewal. El gobierno debe ser «inteligente, prudente y protegerse de las maquinaciones de Occidente». El general Rahmatullah Raufi, excomandante del cuerpo del ejército de la provincia de Paktia y antiguo gobernador de Kandahar, rechaza las amenazas de guerra. Arguye que los afganos está más unidos ahora que hace 11 años.
Un claro ejemplo de esto fue la tercera conferencia ministerial del Proceso de Estambul, realizada en Almaty, la mayor ciudad de Kasajstán, el 26 de abril. Concebida para promover la cooperación en el llamado «corazón de Asia», principalmente Afganistán y sus vecinos, la reunión de este año se ha centrado en una diversidad de asuntos sociales, desde la educación, pasando por la gestión de desastres, hasta el fortalecimiento de la economía en este país asediado por la guerra. La Red de Analistas de Afganistán señala que la participación del gobierno afgano dejó claro que considera la iniciativa regional como fundamental para garantizar el futuro del país después de 2014.
El ministro de exteriores afgano, Zalmai Rassul, que encabezó la delegación nacional, ha dicho que su país estaba «decidido a reclamar su debido lugar» como centro económico que conecta Asia meridional, Asia central, Eurasia y Medio Oriente. Además, para algunos especialistas como el parlamentario Habibullah Kalakani, excomandante yihadista que luchó contra los soviéticos, la sociedad civil de Afganistán ya no se deja «manejar más» por los intereses extranjeros.
Medios independientes y organizaciones como la Comisión Independiente de Derechos Humanos de Afganistán, cuya presidenta Sima Samar recibió el Premio Nobel Alternativo el año pasado, son ampliamente respetados y se han ganado el reconocimiento internacional por su esfuerzo en la construcción de una cultura de paz.
Kalakani también destaca la cada vez más numerosa presencia de jóvenes con formación y capacitación para ayudar en la transición democrática. Según el Instituto de Educación Internacional, 4.000 estudiantes presentaron la solicitud para ingresar en la universidad en 2004, 40.000 lo hicieron al año siguiente y 52.000 en 2006. Pero en 2012, la cantidad se disparó a más de 120.000. Las mujeres ocupan 25 por ciento de los asientos en las universidades públicas, una cifra que aumenta cada año. Además, han aparecido 52 centros privados de formación terciaria.
El portavoz del Ministerio de Defensa, Siamal Herawi, coincide en que 2014 será un «año de cambios», e insiste en que hay buenas razones para creer que estos «serán positivos, y no negativos». Y añade que esta vez serán «manos afganas» las que ayudarán a construir el país.