En el décimo aniversario de la ampliación de la Unión Europea
* Artículo conjunto de los ministros de Relaciones Exteriores de la República Checa, Alemania, Hungría, Polonia y Eslovaquia
La noche del 1 de mayo de 2004, Europa se encontraba en un estado de ánimo festivo. Cuando los fuegos artificiales se iniciaron a la medianoche, el puente que une Frankfurt Oder, en Alemania, con Słubice, en Polonia, se lleno de ciudadanos de los dos lados del continente europeo, dividido durante décadas, para reunirse en un mismo lugar. Esa imagen quedó reflejada en múltiples fiestas de muchos otros lugares de Europa - en la República Checa, Eslovaquia y Hungría- que se unían durante esa noche especial hacia el interior del proyecto de unificación europeo.
La magnífica acogida brindada a los diez nuevos miembros de la Unión Europea selló el fin de la división Este-Oeste. Podemos extraer un valor a partir de estos acontecimientos. Eso nos muestra que incluso las divisiones creadas por dos guerras mundiales y la guerra fría, no fueron lo suficientemente profundas como para que fueran verdaderamente insuperables.
Este éxito se debe sobre todo a las ciudadanos de Este y del Oeste que, a pesar de décadas de política confrontada de bloques, no se desviaron de su búsqueda de la libertad y la paz. Estaban unidos por una firme convicción de que el estado de derecho debe prevalecer sobre la ley de los fuertes. Fue sobre todo la gente en los países que entonces se adhieran a la UE que demostraron un coraje admirable para aceptar el cambio en sus sistemas políticos, estructuras económicas y en su vida cotidiana, para hacer realidad el ideal de los valores europeos. Sus esfuerzos tenaces permitieron reestructurar sus sociedades, y a pesar de algunos reveses en el camino, son un tesoro de valor incalculable de la experiencia de Europa en su conjunto. Pueden ser un modelo y estímulo para nosotros cuando se trata de hacer el ajuste de la Unión Europea ante los retos de nuestro tiempo. Por muchas otras razones, pero para esto también, la adhesión de diez nuevos miembros enriqueció enormemente a la Unión Europea.
Sin embargo, aunque es justo reconocer lo que hemos logrado, no tenemos ninguna razón para dormirnos en los laureles. Habíamos pensado que el temor por nuestra seguridad y la paz eran una cosa lejana, del pasado, pero están despertando una vez más en Europa. El conflicto entre Rusia y Ucrania y la anexión inaceptable e ilegal de Crimea, muestran que la paz, la estabilidad política y social no están garantizadas en Europa, sino que debemos seguir trabajando constantemente. Hoy en día, es vital para nosotros preservar nuestra integración europea, nuestro gran bastión de la paz, y aplicar una política exterior enérgica y prudente para evitar una nueva división de Europa. Uno de los principios fundamentales sobre los que se fundó Europa es el de la solidaridad, también hacia los vecinos. Ahora es el momento para hacerlo visible.
El requisito fundamental es la unidad inquebrantable por parte de los estados miembros de la UE. Las opciones para esa acción la analizan cuidadosamente, y la sopesan unidos, todos los socios de la UE. La seguridad de cada Estado miembro individual tiene un impacto directo en la seguridad de todos los demás. En el mundo exterior, hablamos con una sola voz. Es precisamente en los momentos de crisis que la verdadera fuerza de la unión política nos muestra que somos más que amigos ocasionales.
La Unión Europea demostró esto en su respuesta a la crisis económica y financiera. Los mercados, que apostaban porque la eurozona se derrumbaría, juzgaron mal nuestra voluntad política. En los próximos años tenemos que fortalecer aún más la sostenibilidad de la zona euro, y el mantenimiento de la unidad y la integridad de la UE, sin levantar nuevos muros internos. Tenemos que asegurarnos de que Europa experimenta un retorno duradero hacia el crecimiento y el empleo. En particular, estamos comprometidos con la lucha contra el alarmante nivel de desempleo de los jóvenes.
También debemos hablar con una sola voz en las relaciones energéticas con el exterior. Deseamos fortalecer la UE hacia la seguridad energética y mejorar la cooperación con nuestros vecinos en el marco de la Comunidad de la Energía. La situación en Ucrania muestra la importancia de promover la diversificación de nuestras fuentes de energía, los proveedores y las rutas de suministro, debemos mejorar la eficiencia energética, así como la solidaridad entre nosotros. Por lo tanto, la Comisión Europea nos ha pedido que preparemos un plan integral para la reducción de la dependencia energética actual de la UE.
Ya hemos logrado mucho en Europa, un ejemplo es el mercado único, que ahora beneficia a más de 500 millones de ciudadanos. Libre circulación de mercancías, personas, capitales y servicios son activos de igual importancia para fortalecer la competitividad de Europa. Estas cuatro libertades no sólo benefician a las economías de los Estados miembros, sino también a todos y cada uno de los ciudadanos de la UE. Al mismo tiempo, no es menos importante que la literatura europea, el arte y la ciencia surgen de proyectos conjuntos en todo el continente. Estos encuentros humanos dan vida a la idea de Europa y transforman una unión económica en una unión de valores compartidos, paz y solidaridad. Estos principios fueron la base para la ampliación de la Unión Europea hace diez años y siguen ejerciendo una importante atracción sobre nuestros vecinos. Apoyaremos a aquellos que deseen establecer vínculos más estrechos con la UE.
Hoy en día, la Unión Europea se enfrenta a grandes desafíos dentro y en el extranjero, que requieren de nuestro coraje. Nos enfrentamos a tareas de gran magnitud, similares a los que tuvimos que realizar para superar, hace diez años, un continente dividido. Entonces y ahora, nuestros objetivos sólo pueden ser alcanzados por aquellos que verdaderamente creen en la idea de Europa y en los valores en que se basa la Unión Europea, que buscan un terreno común y quieren superar las divisiones. Esta inclusión ha enriquecido enormemente a Europa en el pasado y nos debe inspirar para enfrentar con éxito nuestro futuro compartido.
* Frank-Walter Steinmeier (Alemania), Radoslaw Sikorski (Polonia), János Martonyi (Hungría), Lubomir Zaorálek (República Checa) y Miroslaw Lajcák (Eslovaquia)