Lo que Ashton no ha visto en Gaza

En su gira por Oriente Próximo Catherine Ashton se ha entrevistado con los presidentes o jefe de estado de Líbano, Jordania, Israel y Autoridad Nacional Palestina. Pero la Alta Representante de exteriores de la UE no ha visitado Gaza, donde Europa destina importantes fondos económicos para proyectos de ayuda humanitaria. Ashton no ha podido comprobar la dura realidad que viven los gazatíes.

Pastillas
Pastillas en Gaza / Foto: Emrad Badwan (IPS)

En su gira por Oriente Próximo Catherine Ashton se ha entrevistado con los presidentes o jefe de estado de Líbano, Jordania, Israel y Autoridad Nacional Palestina. Pero la Alta Representante de exteriores de la UE no ha visitado Gaza, donde Europa destina importantes fondos económicos para proyectos de ayuda humanitaria, y que durante su visita fue atacada por la aviación israelí. Ashton no ha podido comprobar la dura realidad que viven los ciudadanos de la Franja de Gaza.

Muchos gazatíes recurren al Tramadol para combatir el estrés de la ocupación israelí. Pero la duración de la misma en este territorio palestino tiene más que ver con su amplia disponibilidad que con su efectividad para anestesiar la realidad. El sitio impuesto por Israel a comienzos de 2006 impide una oferta variada en materia de analgésicos. Incluso las personas con mayor resistencia e informadas han recurrido al Tramadol como forma de aliviar la dura realidad del trauma, la pobreza fabricada y el estrés permanente.

El fármaco sintético, a menudo recetado para enfermedades dolorosas, no es en sí mismo dañino, pero hay otra variedad en el mercado, más potente y potencialmente letal. «Todas las semanas atendemos entre tres o cuatro casos de sobredosis, la mayoría hombres jóvenes», indica Abu Yusef, paramédico de 34 años y 10 de experiencia. «Los pacientes presentan sudoración, delirio, vómitos, se quejan de dolores abdominales e incluso pueden alucinar. Es morfina después de todo, tiene efectos secundarios», explica.

Aunque nunca fue adicto, él mismo tomó Tramadol cuando salió de una prisión israelí donde estuvo varios años. «Después de mi liberación tomaba Tramadol por dolores abdominales. Pero dejé de hacerlo y ahora recurro a un analgésico», relata. La gran mayoría de los consumidores no la toman por prescripción médica.

Yusef añade que «algunas personas crene que la hace más fuerte, les da poder. Incluso algunos médicos lo toman de vez en cuando porque tienen muchas horas de guardia. Los excavadores de túneles son más proclives al consumo regular. Pero ellos lo hacen para mantener la resistencia, no para adormecerse».

El médico Hossam Al Khatib, de 28 años, es especialista en adicciones, y por su trabajo conoce los antecedentes y las razones que llevan a un consumo abusivo de este fármaco. «La mayoría quiere olvidar sus problemas, y el Tramadol sirve por un tiempo».»La tasa de desempleo entre jóvenes y adultos es muy alta en Gaza. En los últimos seis años, cada vez más personas han comenzado a consumir Tramadol, incluso universitarios que pasan un año o más sin encontrar trabajo».

Hubo un aumento sustancial en el uso de fármacos debido al trauma causado por el ataque israelí contra Gaza entre fines de 2008 y principios de 2009. Pero Khatib sostiene que el bloqueo que sufre este territorio es la principal causa del abuso. «El bloqueo es la causa de todos los problemas: alto desempleo, desesperanza, estrés, ansiedad y depresión. Incluso algunos adolescentes o jóvenes lo toman porque sus vidas son muy difíciles».

Como es barato y se consigue en las calles de Gaza, para ellos es más fácil comprar y volverse adictos al Tramadol que a otras drogas duras más caras y difíciles de encontrar en este territorio. Había drogas en Gaza mucho antes del bloqueo de 2006. «Pero la gente no recurría al Tramadol ni a otras drogas como mecanismo de escape, no como ahora. Realmente es una consecuencia del bloqueo», explica.

Las causas del consumo son más profundas que la falta de trabajo y la frustración, según Khatib. «La situación de Gaza genera un cambio en la sociedad palestina, y causa más problemas familiares». «Por ejemplo, un joven desempleado cuyo hermano menor tiene trabajo, siente vergüenza de no poder ayudar a la familia o mantener a su propia esposa e hijos».

Los hombres jóvenes que no pueden costear su boda o mantener a su propia familia tienen grandes probabilidades de volverse adictos como forma de aliviar su vergüenza y su desgracia. Otros son solo consumidores casuales. Khatib señala que según su experiencia, el 20 por ciento son adictos. Según Khatib y Yusef, la mayoría de las drogas llegan desde Egipto por los túneles subterráneos, la salvación de Gaza pues también ingresan por ahí alimentos, animales de cría, frutas y verduras, artículos de pesca y, básicamente todo lo que está prohibido por el bloqueo israelí.

Pero «con la enorme pobreza que hay en Egipto, muchas personas fabrican el Tramadol en sus propias casas para vender. Algunos mezclan morfina y veneno de rata», explica Yusef. «El veneno es un excitante, estimula el cerebro que produce serotonina, al igual que el Tramadol. Esta mezcla no es en sí misma adictiva, pero en altas dosis o con un uso continuo puede causar la muerte».Como ocurre con la mayoría de las adiciones, la ironía del Tramadol es que no solo no ataca el origen del problema, sino que, de hecho, lo agrava, se lamenta Khatib.

«El síndrome de abstinencia y los efectos secundarios normales son depresión, ansiedad, insomnio, desesperanza y remordimiento por haber consumidor drogas. Los adictos crónicos pueden presentar pérdida de coordinación, problemas sexuales e, incluso, esterilidad».

Teniendo en cuenta que la mayoría de las personas adictas buscan equivocadamente una solución a su malestar psicológico, destaca la importancia del tratamiento terapéutico una vez que dejan de consumirlo. «Tratamos de que se sientan importantes y con esperanzas, y de alentarlos a socializar, no a aislarse de sus amigos ni de su comunidad».

El desempleo es uno de los factores clave del estrés, La clínica de Khatib ayuda a las personas a superar su adicción, a encontrar trabajo «y las estimula a tener paciencia en la búsqueda de empleo, a no rendirse ni caer en el desaliento». El origen de los problemas varía, pero como muchas de las situaciones que sufre Gaza, la solución está más que clara, indica.

«Si se abrieran las fronteras, se levantara el sitio, hubiera otra vez trabajo, la gente no se sentiría tan desesperada y no necesitaría tomar fármacos como el Tramadol», sentencia.