euroXpress- Durante tres años, ha sido secretaria de Estado para el Cambio Climático, en ese tiempo ha asistido a varias e importantes cumbres de la ONU sobre el clima ¿Cree que el mundo, los políticos, son conscientes de lo que significa el cambio climático?
Teresa Ribera- Creo que hay una intuición clara y sólida en todos los políticos de todos los continentes. Sin embargo, no siempre se es consciente de la gravedad del momento o se está dispuesto a asumir con valentía el esfuerzo que requiere liderar un proceso de transformación colectivo tan importante como el que necesitamos. Existe temor a la incomprensión ciudadana o a asumir más obligaciones que otros. Quedar paralizado por ese miedo es un error porque retrasar las actuaciones o mantener actitudes timoratas incrementará los costes sociales y económicos de un cambio necesario para garantizar la prosperidad del siglo XXI
eXp- La UE habla continuamente de la oportunidad que representan las tecnologías verdes para el empleo. ¿Realmente son una fuente de trabajo?
T.R.- Sí lo son. Hemos vivido durante décadas sin integrar el valor del capital natural en nuestras decisiones, y eso nos ha hecho ser despilfarradores. Hemos podido hacerlo porque, en términos relativos, no éramos muchos los que disfrutábamos del acceso a los recursos naturales y los beneficios que nos ofrecen. Hoy en día eso ha terminado. Un tercio de la población mundial, que hasta ahora vivía al margen de esa demanda, reclama acceder a un tercio de los recursos y en menos de 20 años 3000 millones de personas más se habrán integrado en lo que que denominamos "clase media". Abastecer toda esa demanda evitando que el crecimiento que ello requiere nos lleve al colapso requiere un uso mucho más eficiente, una integración del coste del consumo de recursos naturales en la actividad económica habitual. Por ello, los servicios, los productos y los modos de producción que ayudan a generar ese cambio nos permiten ganar competitividad. Serán cada vez más y más demandados. Algunos se basan en actividades tradicionales, como la construcción, aplicada ahora a hacer de nuestros edificios lugares autosuficientes y eficientes energéticamente o en términos de consumo de agua. Otros son herramientas intermedias que ayudan a consumir menos o a hacerlo de forma más inteligente, como las tecnologías de la información.
eXp- Y si lo son ¿Porqué entonces hay tanta resistencia a desarrollarlas plenamente?
T.R.- Porque desplazan modos muy arraigados en nuestros sistemas económicos y pretenden hacerlo en muy poco tiempo. Eso requiere cambios regulatorios y fiscales comprometidos, que generan suspicacias en los actores económicos y políticos clásicos.
Por otra parte, también es verdad que introducir un cambio de semejante calado no es sencillo. Existen dificultades que es preciso analizar y superar de manera integradora. Es un error desconocerlas o negar su existencia, aunque también lo es utilizarlas como excusa para no actuar.
Tenemos ejemplos de algunas de estas dificultades: los desarrollos tecnológicos que sólo son viables en países con una fuerte presión fiscal tardan mucho en generalizarse, y eso puede convertirse en el germen de un rechazo por parte de quienes los financian. Liderar un proceso de cambio penalizando los comportamientos más negativos requiere que, con el tiempo, otros se sumen dado que, de lo contrario, se consolidan desigualdades en costes que ayudan poco al medio ambiente y sí a la desafección de quien realizó el esfuerzo inicial.
Yo creo que la clave está en mantener un apoyo valiente pero exigente también hacia fuera, atendiendo las cautelas y problemas que surgen buscando la solución más integradora frente a la tentación de frenar el cambio.
eXp- Las medidas de ajuste que se están tomando frente a la crisis en la UE ¿representan un freno muy importante para la lucha contra el cambio climático?
T.R.- Lo peor de esta crisis es la parálisis y el miedo que están generando. Algunos de los principios implícitos en las medidas de ajuste son muy interesantes y deberíamos incorporarlos con inteligencia en otros muchos comportamientos: debemos ser cuidadosos y tender a consumir sólo aquello que estamos en condiciones de devolver (¿qué hay de los límites de la capacidad de carga del planeta y la noción de sostenibilidad y recursos renovable?); se requiere una vigilancia ex ante mayor que permita devolver a la política y a las instituciones democráticas la capacidad de liderazgo y redistribución (los mercados no bastan y la apropiación indebida de recursos a coste cero acaba generando distorsiones y desequilibrios muy peligrosos), etc.
El problema es que lo que empezó con un diagnóstico interesante (más prudencia en consumo de recursos y un ajuste en los sistemas de vigilancia) ha ido evolucionando en una dirección muy peligrosa en la que los gobiernos parecen estar pendientes exclusivamente de salvar al gran capital, desapoderándose y debilitándose cada vez en mayor medida. Esto suscita perplejidad y desazón ciudadana y acaba convirtiéndose en un peligro: si los gobiernos y las instituciones no saben diagnosticar o no saben reaccionar y la consecuencia es ricos más ricos, clases medias y pobres más pobres, ¿para qué me sirven?
Con el cambio climático pasa algo parecido. Cómo es posible que me digan que es uno de los asuntos más trascendentes y no acaben de afrontar con valentía y equidad su gestión. Cómo es posible que se congele la acción. La respuesta no es neutra y nos hará perder tiempo y, quién sabe, quizás el tren.
eXp- ¿En España se ha notado mucho el cambio con los ajustes?
T.R- En España se ha producido una reacción de pánico en muchos frentes que ha generado una mayor receptividad hacia quienes enumeran las dificultades de la transformación de nuestro modelo económico y energético. La consecuencia es que un proceso ya iniciado se ha parado a mitad de camino, en ocasiones se ha llegado a producir hasta cierta regresión. Es una pena y deberíamos poner todo nuestro esfuerzo en evitarlo. Es necesario hacer visibles las ventajas en términos de empleo, de ahorro, de generación de empleo duradero, de incremento de la competitividad de nuestra industria, de calidad de vida en nuestras ciudades...
eXp- Se busca petróleo, se busca gas de esquisto ¿no se emplearía mejor ese dinero si se dedicara a las energías limpias?
T.R.- Honestamente, creo que sí. ¿Cuántos millones y décadas llevamos invertidos en el ITER o en la búsqueda de una solución a los residuos nucleares?, ¿qué riesgos y costes estamos dispuestos a asumir con la extracción de combustibles no convencionales o los yacimientos en aguas profundas?
¿Cómo se puede entonces tildar de caras la termosolar o la eólica offshore?, ¿cómo es posible que no se concentren esfuerzos a nivel europeo para dar una respuesta satisfactoria al transporte terrestre?
eXp.- En junio se celebra la Conferencia de la Tierra Río +20 ¿Cree que marcará un hito como la primera cumbre de Río?
T.R.- Ojalá. No soy especialmente optimista. Echo en falta el ánimo en las sociedades y en los políticos para asumir un esfuerzo colectivo de grandes dimensiones en este proceso de transformación.
No obstante, si sirve para consolidar la idea de un modelo de presupuesto global para abordar problemas globales, un marco institucional renovado para adoptar decisiones y una prioridad absoluta en favor de la prosperidad incluyente y la corrección de desequilibrios, creo que la Cumbre habrá cumplido expectativas.
eXp- Parece claro que estamos en un cambio de era, la cuestión es saber hacia donde. ¿Cree que habrá una salida sostenible y más respetuosa con la naturaleza?
T.R- Es la única alternativa que tenemos, acomodarnos a los límites del capital natural. A la pregunta es, más bien, si estamos dispuestos a liderar ese proceso de transformación o si, por el contrario, asumimos el enorme riesgo de tener que afrontar las consecuencias de no hacerlo y reaccionar sólo paliando los costes a posteriori.
eXp- ¿Qué papel debe o puede jugar la sociedad civil ante estas cuestiones?
T.R- El papel de la sociedad es fundamental. Las organizaciones ecologistas desempeñan una labor de liderazgo ético y alerta muy relevante pero las instituciones y las empresas tienden a responder a lo que perciben como demandas del conjunto de la opinión pública. Por ello, sólo podemos tener éxito cuando el conjunto de la sociedad entienda y reclame que esa transformación es importante por su propio interés, no sólo por razones de bondad intrínseca o por altruismo o generosidad frente a terceros.