El barrio europeo de Bruselas está estos días más vacío que nunca. Siete comisarios europeos se presentan a las elecciones y seis han pedido una excedencia para participar en la campaña. El ambiente huele a elecciones y el aire sopla cargado de rumores que apuntan a nuevos nombramientos e intrigas políticas. Las elecciones del próximo 25 de mayo cambiarán la composición del Parlamento Europeo, pero además llevarán aparejada una renovación de los principales cargos de la Unión.
La presidencia de la Comisión Europea, la presidencia de la Eurocámara, el Eurogrupo, el Consejo Europeo, el Comité de las Regiones... Todos ellos cambiarán de titular tras los comicios y los países ya trabajan para no perder cuota de poder en el nuevo reparto de responsabilidades.
La primera pieza del puzle será el nombramiento del presidente de la Comisión, y a partir de ahí comenzará el efecto dominó de los nuevos nombramientos. Por primera vez los principales partidos europeos han nombrado un candidato a la presidencia de la Comisión antes de las elecciones. Según el tratado de Lisboa, «el Consejo, teniendo en cuenta el resultado de las elecciones, y tras mantener las consultas apropiadas, propondrá un candidato», que tendrá que ratificar el Parlamento. Los grupos mayoritarios ya han hecho un llamamiento para que el próximo presidente sea el candidato de la lista más votada.
Siguiendo esa lógica, el elegido debería ser el luxemburgués Jean-Claude Juncker o el alemán Martin Schulz, candidatos del Partido Popular Europeo y del Partido Socialista Europeo, respectivamente. De hecho, según el último sondeo de la plataforma PollWatch, la Alianza de Socialistas y Demócratas sería el grupo más votado. Sin embargo será el Consejo quien tenga la última palabra.
Los jefes de Estado y de Gobierno de los 28 tendrán que consensuar un candidato. Pero el problema es que ni Schulz, ni Juncker, terminan de convencer a las grandes fuerzas. Varios medios aseguran que David Cameron habría calificado de «idiota» el método propuesto por el Parlamento Europeo para designar al próximo presidente de la Comisión. Y ningún candidato saldrá adelante sin el apoyo de los británicos. Es por ello que cada vez toma más fuerza la posibilidad de que el Consejo Europeo opte por un tapado, que consiga un mayor consenso. En las quinielas ya suenan los nombres de Helle Thorning-Schmidt, primera ministra danesa, y de Enda Kenny, primer ministro irlandés.
De ser nombrada, la danesa se convertiría en la primera mujer al frente de la Comisión. Su popularidad creció gracias al selfie que protagonizó con Obama durante el funeral de Nelson Mandela. En Europa se la considera una persona cercana, amable y de consenso. Sin embargo, en su contra está el hecho de que Dinamarca no forme parte de la zona euro y que la cuota de los países nórdicos ya la ocupa el ex primer ministro noruego, Jens Stoltenberg, que acaba de ser nombrado secretario general de la OTAN. En cuanto a la opción irlandesa, Kenny goza de la admiración de los mandatarios europeos gracias a la eficiente gestión que hizo durante el rescate de Irlanda. Sin embargo, la falta de experiencia en cargos internacionales y el no saber lenguas extranjeras podrían perjudicarle.
Efecto dominó
Si finalmente el puesto de presidente de la Comisión no va a parar ni a Schulz ni a Juncker, lo más probable es que se queden con algún otro cargo importante. Algunas fuentes apuntan a que lo que realmente interesa a Jean-Claude Juncker es hacerse con la presidencia del Consejo Europeo, un nombramiento que Angela Merkel también vería con buenos ojos. Su jefe de campaña, Martin Selmayr, tampoco descarta esta opción si finalmente no es nombrado presidente de la Comisión.
Todos los países aprovechan estos días para mover ficha y tejer alianzas que les aseguren una cuota de poder en la Unión. Las mayores aspiraciones pasan por hacerse con una cartera de las llamadas «importantes» y que a poder ser lleven aparejada alguna vicepresidencia. Francia, por ejemplo, lleva meses haciendo campaña para quedarse con un puesto de supercomisario. El nombre que más fuerte suena es el de Pierre Moscovici, que acaba de dejar el Ministerio de Economía, y que ya ha dejado claro que tiene la experiencia internacional y europea suficiente para el cargo. También podría quedarse con la presidencia del Eurogrupo, frenando así las aspiraciones de Christine Lagrarde en Europa, cuyo nombre lleva años sonando con fuerza. Y es que si Moscovici se hace con cualquiera de los dos puestos en liza, es poco probable que Francia pueda optar a otro cargo con peso.
Precisamente la presidencia del Eurogrupo es uno de los puestos con más pretendientes. El nombre de Luis de Guindos, actual ministro de Economía de España, lleva meses sonando con fuerza. Sin embargo, Moscovici, Lagarde o el propio Martin Schulz también podrían aspirar a este puesto. Además, acaba de salir a escena Jyrki Katainen. El primer ministro finlandés presentaba su dimisión el pasado fin de semana, y recordaba que «está disponible para un puesto en la Unión Europea». Su nombre ya sonó en 2012 como sustituto de Jean-Claude Juncker, entonces presidente del Eurogrupo.
Italia también estaría interesada en colocar a su ex primer ministro, Mario Monti, en algún puesto relevante; sin embargo, el hecho de que Mario Draghi sea el presidente del Banco Central Europeo podría jugar en su contra. Bélgica por su parte estaría interesada en mantener la Comisaría de Comercio.
Mariano Rajoy tampoco renuncia a un trozo importante de la tarta. Además de la candidatura de De Guindos, España aspira a quedarse con alguna de las vicepresidencias. En la delegación española del PP en Bruselas dan por hecho que Miguel Arias Cañete, que acaba de ser confirmado como cabeza de lista, será el comisario español. Según estas mismas fuentes podría quedarse con la cartera de Comercio o de Competencia, en lugar de conformarse con la de Agricultura, que tras la reforma de la PAC es considerada menor. Además, España también quiere hacerse con puestos de segundo nivel en los gabinetes de los comisarios. Iñigo Méndez de Vigo, actual secretario de Estado para la UE, tiene opciones de ser el jefe del Partido Popular Europeo, e incluso de ser propuesto como presidente de la Eurocámara. «Tenemos derecho a dar batallas porque queremos colaborar con nuestro talento y esfuerzo a la construcción europea», sentenciaba Mariano Rajoy esta semana en un acto.