Mientras el último Consejo Europeo cerraba filas para ordenar las finanzas en casa, los 27 analizaban también el riesgo que está suponiendo para la recuperación económica la actuación de los países emergentes, sobre todo China, para lograr «ventajas competitivas» utilizando la devaluación de sus monedas.
La próxima reunión del G20 los días 11 y 12 de noviembre en Seúl (Corea del Sur) es la oportunidad que han visto los líderes europeos para evitar una guerra de divisas mundial. Tanto la UE como Estados Unidos han hecho pública su preocupación en los últimos meses por el valor de ciertas divisas, en especial el yuan chino, devaluado artificialmente para favorecer las exportaciones.
El presidente permanente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, y el de la Comisión europea, José Manuel Durao Barroso, han difundido una carta que recoge estas impresiones y piden un compromiso del G20 para impedir que continúe. Además de las repercusiones que las devaluaciones artificiales tienen sobre el comercio europeo, Van Rompuy y Barroso insisten en evitar cualquier forma de proteccionismo y en mantener los mercados abiertos para poder impulsar las negociaciones del comercio mundial en la llamada ronda de Doha. «Los tipos de cambio que reflejan los fundamentos económicos contribuyen a la estabilidad financiera», dice el documento.
Los líderes europeos también se muestran dispuestos a cumplir su parte y dicen que los países desarrollados con déficit comercial deben «incrementar su tasa de ahorro interno, a la vez que mantienen la apertura de sus mercados y aumentan la competitividad de sus exportaciones».
Van Rompuy y Barroso ponen a prueba al G20, como principal foro de cooperación internacional y advierten de que «existe el riesgo de que se debilite el impulso a favor de una acción colectiva y cooperativa».