Los políticos tienen la extraña tendencia de vaciar las palabras de contenido o de cambiarles su sentido real. La Unión Europea es un claro ejemplo. Pocas veces llaman a las cosas por su nombre, seguramente para no herir sensibilidades. Ahora se ha puesto de moda hablar de «movilidad de trabajadores», cuando eso tiene un nombre muy claro, emigración.
Al quitarle valor a las palabras, las desnudan e infravaloran el dolor que algunas de ellas llevan intrínsecamente relacionado. Porque, no es lo mismo ser emigrante que «ser un trabajador en tránsito». La emigración casi siempre es forzada, involuntaria y arrastra tras de sí el fracaso de personas que tienen que dejar todas sus referencias culturales y familiares para buscar un trabajo en otro lugar, a donde van a llegar siendo extraños. Peor aún, extranjeros. Según los últimos datos de la UE en Europa hay casi 7 millones de emigrantes internos, la mayoría son rumanos, polacos, italianos, españoles o griegos. Se han ido de sus países no para hacer turismo o actualizar sus conocimientos laborales, ni siquiera para conocer mundo, sino para poder comer e intentar tener una vida digna.
La emigración supone llegar a un país donde se habla una lengua muy diferente a la tuya, donde sólo quieren tu fuerza de trabajo, no les interesa ni quién eres, ni lo que sabes, ni porqué has llegado hasta allí. Muchos ciudadanos del país receptor si pudieran los encerrarían por la noche, o durante su tiempo libre, en casas con las ventanas cerradas, para ignorarlos, para evitar cualquier contacto físico. Pocas veces ponen las cosas fáciles y el emigrante, aunque esté en Europa y no necesite visado político, necesita sobre todo un visado social.
La Comisión Europea, se ha comprometido a poner medidas para ayudar a que se respeten los derechos de los trabajadores, sin tener en cuenta el país del que proceden. Un esfuerzo realmente muy importante y necesario. Va a obligar a los Estados miembros a dar acceso a todos los puestos laborales a los trabajadores de cualquier país, evitando que haya diferentes contrataciones para las personas de otras nacionalidades, facilitando que se pueda acceder a beneficios sociales, o que se tengan en cuenta las titulaciones adquiridas en el país de origen del emigrante.
Porque si hablamos solo de «movimiento de trabajadores» ¿qué razón hay para que rumanos, polacos, italianos, españoles, y portugueses se vayan mayoritariamente de sus países y no lo hagan ingleses, alemanes, franceses o daneses? ¿Es que no quieren conocer mundo? O es que eso demuestra que la mayoría de los ciudadanos prefiere visitar otro país como turistas y no como emigrantes.
La UE que creció pensando en productos y en el intercambio comercial, ahora parece que ve a los ciudadanos como mercancías y habla del «libre movimiento de trabajadores». Quizá si hablara de emigrantes, todos seríamos más conscientes que se refieren a personas, que no se han ido de su país por voluntad propia.
Cuando ellos hablan de libre movimiento, nosotros sabemos que quieren decir emigración.