BOGOTÁ, (IPS)- Con un brazo herido, regresa a casa el corresponsal francés Roméo Langlois luego de salvar su vida en medio de un combate y de pasar cuatro semanas y media en la Amazonia, en el sur de Colombia, con la guerrilla comunista de las FARC.
Langlois abordó un helicóptero del ejército el 28 de abril con el fin de cubrir una operación antinarcóticos para el canal France 24. A instancias de los militares, vistió un chaleco antibalas y un casco militar.
La misión fue atacada por las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) y, en medio del combate, el francés fue herido en un brazo. Se despojó de chaleco y casco, se identificó como civil y periodista y se entregó a la guerrilla, que le brindó asistencia médica.
Inicialmente, las FARC lo declararon prisionero de guerra. Luego parecieron condicionar su liberación a que se adelantara un debate público sobre la cobertura periodística del conflicto armado interno.
También pidieron que el flamante presidente de Francia, François Hollande, enviara a un representante personal, quien efectivamente recibe a Langlois este miércoles, junto con la exsenadora colombiana Piedad Córdoba, la misma que consiguió liberar a 30 personas en poder de las FARC y obtener el compromiso de esa guerrilla de poner fin al secuestro. La operación para el regreso de Langlois está coordinada por el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR).
El ataque al helicóptero en el que viajaba el corresponsal francés produjo la muerte de cuatro militares, según el parte oficial. Aunque en esa operación Langlois resultó herido, no fue una infracción al Derecho Internacional Humanitario (DIH), ya que el periodista viajaba en una nave de combate.
«Si quedas vivo, como en este caso, te detienen. Tienen la obligación de cuidarte si quedaste herido. Luego comprueban que eres un civil: deben tratarte como civil», y los civiles no pueden ser detenidos arbitrariamente, nos resumió la portavoz del CICR en Colombia, María Cristina Rivera.
Muchos periodistas calificaron a Langlois como «corresponsal de guerra». Sin embargo, Rivera advirtió que aplicar ese término en un conflicto armado interno es erróneo.
Ella recomienda «usar términos que no tengan connotación jurídica», como reportero de guerra, periodista de guerra o periodista cubriendo la guerra. «En la terminología del DIH es 'periodista en misión peligrosa'», señala la coordinadora del departamento jurídico del CICR en Colombia, Marisela Silva.
La figura «corresponsal de guerra» apareció en el DIH hacia 1949-1950, cuando se reglamentaba el trato especial que se debe al prisionero de guerra en conflictos armados entre países. «Si huye, no puede ser juzgado por huir, porque está representando a su país y tiene derecho a combatir. Al final de las hostilidades, tiene que ser liberado», sintetiza Silva.
Así que en el DIH se fijó que el personal periodístico que acompaña a las tropas para cubrir sus operaciones militares, en caso de ser capturados, debe recibir, al menos, el mismo trato que los prisioneros de guerra. Los corresponsales de guerra no son necesariamente miembros de las fuerzas armadas y están acreditados para informar.
Pero el DIH mide con una vara distinta los conflictos armados internos. Numerosas palabras, y los conceptos que representan, se aplican para guerras internacionales, aunque no para conflictos internos como el colombiano. «Las normas del DIH para conflictos armados no internacionales se han redactado con mucha cautela», comenta el abogado Alejandro Valencia Villa, consultor de la Oficina en Colombia de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.
La razón es que se buscó «no generar asperezas a los estados», para que estos no tengan justificación para no aplicarlas. «Efectivamente, un corresponsal de guerra cubre las operaciones de una de las partes. Pero jurídicamente, en un conflicto armado no internacional, nunca va a tener sentido usar ese término», indica Silva.
El conflicto armado interno de Colombia se cubre periodísticamente en los juzgados, en la fiscalía; desde las redacciones de las secciones de economía, política o cultural. También en zonas de guerra y, por supuesto, con las víctimas.
El periodista en Colombia, básicamente, es un civil protegido por el DIH. «Pero, ese estatus de protección también requiere de una responsabilidad de parte de los periodistas. Van a exponer su protección si se acercan demasiado al teatro de operaciones o acompañan a una de las partes en conflicto, cualquiera sea esta, y que puede ser objeto de ataque inesperado», señala Silva.
Recalca que «es imposible pedirle al adversario que adivine que dentro de un tanque o un helicóptero, que puede ser atacado, hay una persona civil que no debería ser objeto de ataque». La principal recomendación del CICR para el ejercicio del periodismo en un lugar peligroso es leer los protocolos del DIH, que regulan la conducta en las hostilidades. La segunda es tener presente que se es civil.
Un periodista que asume el riesgo de exponerse al fuego cruzado en medio de las hostilidades debe «ayudar al adversario a distinguirlo», advierte Silva. «Tiene que tratar de identificarse lo más posible como civil», añade. «Una primera recomendación práctica es que los periodistas no se vistan de verde. Que los colores de las prendas sean totalmente distintos a las de los soldados. Identificarse como un profesional de prensa, tal vez con un logo inserto en alguna prenda», indicó, en caso de que realmente esté muy próximo a un campo de operaciones.
«Pero siempre va a existir un riesgo, es inevitable», subraya. Por eso «creo que es importante que los periodistas tengan esa plena conciencia». Un protocolo de seguridad del ejército de Colombia dispone que el personal que aborda sus helicópteros en una operación militar debe tener chaleco y casco blindados. Los medios, por su parte, suelen evadir su deber de proveer a sus periodistas de prendas antibalas con distintivos de prensa.
Sin embargo, el asunto va más allá. El DIH está dirigido a los combatientes. Por eso Silva habla de «obligaciones de las partes» cuando hay civiles cerca. «La norma fundamental es que las partes en conflicto deben evitar, al máximo posible, la cercanía de civiles a objetivos militares. Es decir, en el sentido estricto del DIH, un civil no debe estar ni dentro de un tanque ni de un helicóptero», dice.
Y advierte que «Antes de habilitar un acompañamiento de tropas, a las partes en conflicto les correspondería tener en cuenta qué tan sensible es la zona a la que están yendo, si en ella hay hostilidades vigentes, si existe o no un riesgo de ataque, qué tan alto es y, por lo menos, minimizarlo».
Ello «significa mucho trabajo previo de inteligencia» por parte de la fuerza que se acompaña de periodistas, indica.