Un artículo de The Guardian de hace unas semanas afirmaba que si alguien quería buscar el «Sueño Americano», debía de irse a Dinamarca, ya que es aquí donde un niño que nazca en las últimas escalas de la sociedad tendrá casi seguro el hecho de mejorar su situación económica con los años. Ahí se encuentra uno de sus secretos mejor guardados.
Aunque no tiene un salario mínimo estrictamente reconocido, estadísticamente se puede decir que ronda los 2000 € al mes. Pero esta cuestión es relevante no sólo por exigencia ética, sino porque ha producido un crecimiento económico que no se ha visto mermado durante la crisis.
Expertos como Josep Borrell, en Europa, o Toni Judt, en EEUU, han argumentado acertadamente que la desigualdad ha sido una de las causas (que no consecuencias) de la crisis. La subida de los precios y de la calidad de vida no ha venido acompañada en la mayoría de los países con aumentos salariales significativos, y muchos gobiernos prefirieron facilitar el acceso al crédito antes que subir salarios y aumentar los impuestos, de esta manera todos serían –o creerían ser- ricos.
Buenos sueldos y flexiseguridad
Dinamarca, por el contrario, se encuentra en el nivel más bajo en cuanto a desigualdad salarial, y con uno de los sueldos medios más altos del mundo. Esta alta calidad de vida irónicamente no ha dificultado su situación en la crisis, sino que les ha beneficiado ya que el consumo no ha caído tan desaforadamente como en otros países. En otras palabras, Dinamarca nos enseña que cuanta más diferencia haya entre las rentas más altas y las rentas más bajas, más difícil será salir de la crisis.
En este aspecto, acaba de conocerse un estudio publicado por Eurostat en la que se mostraba lamentablemente a España como el país de la UE donde más había aumentado el riesgo de pobreza entre 2009 y 2010 debido a la crisis, hasta llegar a afectar al 20,7% de la población, cifra que sólo superan o igualan Letonia, Rumanía y Bulgaria.
Pero los salarios necesitan una base real en la economía y el comercio, y es que según los informes del World Economic Forum, IMD y The Economist la economía danesa es una de las más competitivas del mundo. Cuentan con una agricultura de alta tecnología, industrias a escala reducida, y un Estado del Bienestar con amplias medidas por parte del gobierno; estándares de vida elevados y, eso si, una alta dependencia del mercado extranjero.
Poca deuda pública y poco desempleo
Pero con todas las ayudas que da el Estado, se podrían preguntar ¿cuenta entonces con una deuda insalvable? En absoluto. Dinamarca tiene una de las deudas publicas más bajas de Europa, el 43% del PIB, y es uno de los pocos países que sigue contando con la deseada Triple A.
El empleo es sin duda otra cuestión en la que centrarse, ya que de acuerdo con el Banco Mundial, Dinamarca tiene el mercado laboral más flexible de Europa.
La «flexiseguridad» danesa ha producido en los últimos años beneficios inigualables. Allí las empresas dan tres meses para buscar un nuevo empleo al trabajador que va a ser despedido, que no recibe indemnización alguna; es muy fácil contratar y muy fácil despedir, lo que permite a las empresas adaptarse a las necesidades de producción.
A simple vista no suena esperanzador, pero hasta los sindicatos defienden este método, que cuenta con una de las tasas de paro más bajas de la OCDE, el 7,5%. «Hace 20 años teníamos sistemáticamente un desempleo superior a la media de la OCDE, pero ahora dos tercios de los parados encuentran trabajo antes de tres meses» exponía el economista Tornen Andersen con motivo de la inauguración del Presidencia Danesa de la UE. ¿Opción a barajar en España?
Su sistema educativo es realmente envidiable, empezando porque los estudiantes universitarios reciben más de 700 € al mes por estudiar. En cuanto a energías renovables y medioambiente, una cuestión muy arraigada en la sociedad danesa, actualmente se genera más del 20% de su electricidad mediante aerogeneradores, mayor porcentaje que cualquier otro país, y no es especialmente dependiente del exterior. Calculan que en 2035 cubrirán el 100% de la demanda eléctrica con tecnologías renovables, fundamentalmente eólica y biomasa.
Un país con calidad política
Y, quizás lo más importante, su calidad política es altamente recomendable. Ya lo dicen los daneses, el candidato que no defienda el Estado de Bienestar danés, no puede liderar el país nunca. El principal adversario del actual gobierno socialdemócrata no son los conservadores -que sacaron un pésimo resultado en las últimas elecciones- sino los liberales (irónicamente llamados Venstre, en danés «Izquierda»).
En el debate electoral de hace unos meses no fue un Rajoy-Rubalcaba, sino que 8 candidatos debatieron sobre las diferentes ideas y propuestas de cada partido. Su sistema electoral no beneficia las grandes mayorías, lo que implica pactos continuos entre partidos más minoritarios, desde los Social-liberales a los Social-populares. Y no hace falta mencionar el mínimo respeto que le tienen a cualquier indicio de corrupción.
Toda esta riqueza parlamentaria se une a un conocimiento político de los daneses considerablemente alto, donde las diferencias entre partidos a veces son mínimas, pero claves.
Con todos estos datos uno puede llegar a entender que los daneses sean relativamente euroescépticos. Si en España veíamos a Europa como el continente de libertad, en Dinamarca lo veían como el continente del control, capaz de acabar con su adorado Estado del Bienestar. Pero, ¿y si en vez de pelearnos por crear una Europa alemana, nos esforzamos por crear una Europa escandinava?
Parece, finalmente, que los daneses han llevado al extremo la frase del gran jurista norteamericano (¡y republicano!) Oliver Wendell Holmes, cuando admitía que «los impuestos son el precio que pagamos por una sociedad civilizada». Porque no habrán creído que todo el beneficio de los daneses es gratis, ¿verdad?