Hace poco, un ministro de exteriores europeo, no decimos quien porque todos lo sabemos, aseguraba que había entre un 80 y un 90 por ciento de posibilidades de éxito en las futuras conversaciones entre israelíes y palestinos, que debían comenzar uno de estos días. (Bibi Netanyahu debía haberse entrevistado el 1 de junio en la Casa Blanca con Barack Obama). El ministro europeo, tras su optimismo oficial, cuando terminaba el almuerzo o la conferencia de prensa de turno, fuera ya de micrófonos, te daba una palmadita en la espalda y te decía: te doy la razón, eso es un desastre. Y a otra cosa.
Lo de los convoyes de ayuda humanitaria a Gaza es viejo. No lo hemos descubierto hoy. O lo hemos redescubierto en la madrugada del lunes con estupor. Desde hace dos años, organizaciones humanitarias han enviado barcos a la franja. Uno llegó a Gaza; otros fueron desviados al puerto israelí de Ashdod, como ahora, pero sin violencia.
En 1988, ¿se acuerdan, o no?, cientos de pacifistas y decenas de periodistas estuvimos pendientes durante dos semanas en Atenas de la posible salida de un barco de la paz hacia Gaza. En aquella época, Israel y sus servicios secretos en el exterior, el Mossad eran más sutiles y efectivos. Durante varios días bloquearon a las navieras para que no alquilaran un barco a las organizaciones pacifistas. Cuando éstas encontraron uno, lo hundieron en el mismo puerto. Todos no volvimos a casa.
Lo de ahora es un fracaso monumental israelí. Si dejamos a un lado la gramática, sujeto, verbo y predicado, éstos son algunos de los términos utilizados en informaciones y comentarios: criminal, inhumano, torpe, contraproducente, sangriento, desmesurado, degradante, terrorismo de Estado, acto de piratería que deja en mantillas a los piratas somalíes...
La Liga Antidifamación tiene trabajo estos días. Su sede, que está frente a la ONU en Nueva York, hace un barrido continuo para captar toda opinión «antisemita» en contra de las barbaridades del estado judío, porque Israel es un Estado fundado sólo para judíos.
La llamada comunidad internacional, de la que se mofa el israelí de la calle cuando le dices que no reconoce la ocupación de Jerusalén este o de Cisjordania, reacciona ahora de nuevo. Nos quedamos «temblando», asombrados por la firmeza de las posiciones, cuando el nuevo ministro de exteriores británico, que hereda la flema histórica del Foreign Office, dice estar «preocupado». Fantástico. Otros piden información. La alta representante de la UE, Lady Ashton, desaparecida sin que medie combate previo, convoca a los embajadores permanentes. Silencio.
La ONU, que tiene muchas resoluciones sobre el conflicto, 242, 338 and many many others, como decía Yasser Arafat, pidiendo la salida israelí de los territorios ocupados a cambio de la paz, se reúne de urgencia. Pero sin ninguna sorpresa los EEUU, también los de Obama, consiguen pasteurizar de nuevo la resolución, condenando los hechos pero no al agresor.
De la comisión de investigación sobre lo sucedido en la madrugada del lunes en aguas internacionales que unos y otros piden, y a unos barcos de un socio de la OTAN, esperamos ver la confirmación independiente de lo que han dicho los portavoces oficiales israelíes, que sus soldados han sido heridos por armas de fuego. Nos gustaría ver las armas y los casquillos, como en cualquier investigación criminal que se precie. Si no fuera trágico, lo más desternillante sería la afirmación del ejército de que sus soldados, armados literalmente hasta la entrepierna, dispararon primero pelotas de paint ball...
La información se ha seguido a oscuras y sigue igual, sin periodistas independientes que nos hayan podido contar los que ha sucedido de una y otra parte, y sin información oficial sobre los muertos y los secuestrados, extraño en un Estado que pretende ser democrático. Hay que subrayar que las imágenes del asalto proceden del ejército israelí y entendemos que están convenientemente editadas para que veamos lo que les interesa. Por parte de los activistas, un barrido de comunicaciones y su corte posterior les ha dejado sin posibilidad de contar lo que sucedió. Los expertos jurídicos lo tendrían muy difícil para explicar como se puede juzgar a los detenidos (porque son detenidos) algunos de los cuales intentaban, al parecer, defenderse del asalto de los comandos en alta mar. Por eso, Israel prefiere la expulsión; menos problemas, menos atención mediática. Ah, y entraron en el país sin papeles, a punta de pistola, toda una novedad en la emigración«ilegal».
La ultraderecha española ¿o no deberíamos hablar de ella?, apoyada por unos «sesudos» Centros de Seguridad y Defensa, denuncia, sin pruebas, que el barco iba repleto de armas para Hamas, grupo terrorista. La islamofobia o el miedo a todo lo que suene a moro hacen que pasen por alto el asalto en aguas internacionales a un buque con pabellón de un país de la OTAN, ellos tan atlantistas como son, o presumen ser. Los analistas de esa rama del ¿pensamiento? político llegan a afirmar que Gaza está ocupada, ahora por Hamas, organización, habrá que repetirlo todas las veces que sean necesarias, financiada en su orígenes (1987) por Israel, para hacer frente al laicismo de la OLP de Arafat. Y que su líder, el tetrapléjico jeque Yassin fue asesinado. Se olvidan también que el Movimiento para la Resistencia Islámica llegó al poder en unas elecciones frente a la corrupta administración palestina que sienta sus reales en Ramalla. Elecciones libres, sí, pero que ganen ellos, no, por favor, dijo Occidente.
En el apartado estratégico, el cerco militar israelí sobre Gaza, a sangre y fuego, ha demostrado ser un rotundo fracaso que perjudica a la población civil y da alas sólo a las opciones más radicales, como Hamas, que se puede presentar como víctima. En la franja entra solo el mínimo de calorías, calculado para la supervivencia de la población. Entra zumo de frutas, por ejemplo, pero no conservas en lata, no sea que vayan a contener armas de destrucción masiva. Del millón y medio de habitantes de la franja, el 80 por ciento depende de la ayuda internacional para subsistir y no cuenta con posibilidades, como antes de la segunda Intifada, de ir a trabajar a Israel. Fracaso si, pero mientras la población de la franja se pudre, el ciudadano israelí se siente confortado porque no hay atentados ni lanzamientos de missiles Kassam.
En algún momento hay que decir basta, alto y claro; decirle a Israel que no confunda como siempre el antisemitismo con el antisionismo, término que ya fue condenado por la ONU como racista, porque excluye a parte de la población. La única salida es la paz, pero la paz justa y digna para la población palestina y para la seguridad de Israel, algo que, para qué vamos a engañarnos, hoy por hoy, es y sigue siendo una utopía, un motivo de entretenimiento para políticos y analistas.
Israel aguanta bien el chaparrón, como siempre. Mueve a sus portavoces de manera magistral, gobierno, ejército y embajadas. Dentro de una semana nadie de acordará de nada de lo que ha sucedido.
No nos extrañará, por tanto, que dentro de otros veinte años soldados israelíes asalten un convoy de ayuda humanitaria a Gaza, en donde, diremos, la situación es explosiva. La comunidad internacional mostrará su «preocupación» por lo sucedido, y el presidente de turno de los EEUU sentará, una vez más, a negociar a israelíes y palestinos, en unas conversaciones que se espera den resultados.
De momento, los turistas que intentan navegar pacíficamente por el Mar Egeo deberían tener cuidado con sus conversaciones, porque pueden ser escuchadas y su barco asaltado por algún comando de algún país de la zona que se sienta preocupado porque los viajeros puedan ser terroristas o aliados.
Continuará...