Las propuestas para alojar y dar espacio temporal de trabajo a artistas de las más variadas disciplinas son diversas en la región, pero suelen coincidir en un punto: la financiación resulta una tarea artesanal, diseñada a la medida de cada proyecto. Residencias en Red Iberoamérica nació en 2008 con un aporte inicial de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo. En la actualidad vincula 27 espacios de investigación, producción y exhibición en Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, Ecuador, México, Nicaragua, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela.
En el caso de Brasil, la decana es Capacete, en Río de Janeiro, pero también hay residencias en Sao Paulo, Bello Horizonte, en Minas Gerais, e Itaparica. En Colombia hay en Bogotá, Medellín y Cali. En México está Casa Vecina y en Bolivia la propuesta de Kiosco.
Hay además otras que no forman parte de la red, pero sí de la oferta general para pasar una estancia creativa en un espacio distinto al de todos los días, renovar las ideas, terminar un proyecto y hacer contactos para futuras producciones. La coordinadora de la Red, la brasileña Kadija de Paula, explica que desde 1998, cuando solo existían tres espacios, la cantidad de residencias ha aumentado a 20 en los siguientes 10 años.
Paula explica que «en base a datos e información anecdótica que recogí durante mi trabajo en la red, puedo atribuirle este auge a cuatro factores principales». Primero, «la necesidad de crear espacios no institucionales» para el arte. También menciona la facilidad para viajar, «el interés cada vez mayor de inversores internacionales en las residencias» y «el creciente interés general en América Latina debido al cambio de los poderes económicos en el mundo», precisa, en referencia al progreso de la región y especialmente del mismo Brasil.
En Argentina, una de las más activas todo el año es Proyecto Ace, una organización sin fines lucrativos que ofrece espacios de producción, exploración e intervención urbana para iniciativas focalizadas en artes visuales. La fundación no recibe apoyo financiero estatal, pero la idea es que tampoco sea el artista el que tenga que correr con los gastos. En su sede, en un barrio de clase media de Buenos Aires, ofrece talleres con expertos. También hay un espacio aislado para trabajar en soledad al que llaman «La Torre». Y otros para asistir a charlas o para exhibiciones. A este lugar de la capital argentina llegan artistas de distintas partes del mundo y también del interior del país.
La artista visual, Alicia Candani, directora de ACE, señala que «tenemos capacidad para recibir a 33 artistas al año». Ace, nació a finales de los años 90, y empezó a ofrecerse como espacio para residencias en 2003. La entrevista con Candiani se realiza en el Salón Políglota de la casa, intervenido por el artista colombo-canadiense César Forero, durante su estancia este año. Del techo del recinto caen telas livianas y transparentes con inscripciones y dibujos que continúan en el suelo.
Candani precisa que «cada vez se subvenciona un proyecto. Es como un bordado. Cada gestión no sirve para el siguiente. Hay que empezar siempre de cero. Inclusive hay iniciativas que se caen porque no conseguimos financiarlas». Como primer paso, el o la artista manda su proyecto. «Si es interesante y se puede hacer acá, es aprobado. Entonces empezamos a buscar fondos. Depende de donde venga, hacemos gestiones en su país de origen, porque también se pueden hacer convenios».
Candiani, una artista de larga trayectoria, aclara que antes de incorporarse a Ace no sabía nada de búsqueda de fondos, pero tuvo que especializarse en el tema pues es la forma de llevar adelante las propuestas y lograr que el artista tenga donde alojarse y trabajar. Las residencias en Ace duran tres semanas. En otros sitios pueden ser breves o más prolongadas, aunque la tendencia actual en América Latina es que sean estancias de entre dos y tres meses como máximo.
La directora de Ace remarca que el sistema de residencias no es un fenómeno nuevo. Empezaron en el siglo XVI, cuando la Academia de Roma ofrecía el Gran Premio de Roma a los artistas para que trabajasen dos años allí. Con el tiempo se fueron abriendo otras en Europa, Estados Unidos, Canadá y, desde fines del siglo XX, en América Latina. «Con la globalización y las posibilidades de comunicación y difusión, este fenómeno explotó», explica la artista argentina.
Otra residencia muy distinta ofrece el Centro Rural de Arte, que se presenta como un espacio «nómada y eventual», sin sede fija dentro de Argentina, al menos por el momento, según explica la actriz María José Trucco, una de sus coordinadoras. La particularidad de esta experiencia, que comenzó en 2008, es que es grupal, abarca todas las artes, se celebra cada vez en lugares distintos de Argentina -siempre rurales- y en acuerdo con organizaciones vinculadas a ese entorno.
Trucco explica que»nos interesa que el artista trabaje sobre un eje que le proponemos en relación a ese territorio, porque creemos que del entorno se desprende información con la cual el artista puede producir nuevos sentimientos». En sus residencias, que duran entre 15 días y un mes, y se realizan hasta dos veces al año, trabajan en conjunto con el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria y con la Administración de Parques Nacionales, además de municipios. «La convocatoria es nacional e internacional. Hasta ahora ha venido gente de Canadá, Bélgica, Finlandia, Corea del Sur, Francia, Perú, Brasil, Colombia y Chile». «Cada residencia nos lleva un año de trabajo», remarca la actriz.
Trucco también admite que «cada proyecto hay que gestionarlo». A veces consiguen la financiación completa y otras solo la mitad. En éste último caso, el beneficiario debe procurarse el modo de conseguir el resto. Candiani remarca que hay países que alojan hasta 500 artistas, pero es porque tienen subvenciones del Estado, fondos para las artes o fideicomisos privados. Pero eso no es lo que ocurre en la región. O al menos, todavía no.