En 1964, cuatro agencias de noticias transnacionales – AP, United Press International (UPI), Agence France Presse (AFP) y Reuters – controlaban 92 por ciento del flujo mundial de información. Las otras agencias de los países industrializados, entre ellas la agencia de noticias soviética TASS, manejaban siete por ciento adicional. Eso dejaba al resto del mundo con tan solo uno por ciento.
Pregunté por qué todo el mundo estaba obligado a recibir información decidida por AP, con Estados Unidos siempre como actor principal. La respuesta de Swinton fue breve y al grano: «Roberto, los medios de comunicación de Estados Unidos significan el 99 por ciento de nuestros ingresos. ¿Crees que están más interesados en un ministro africano que en nuestro secretario de Estado?»
Esta realidad estructural es lo que había detrás de la creación de Inter Press Service (IPS) en 1964, el mismo año en que vieron la luz el Grupo de los 77 (G77) la coalición de países en desarrollo, y la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Unctad).
Me pareció inaceptable que la información no fuese realmente democrática y que - por la razón que fuere, política o económica – se dejase fuera a las dos terceras partes de la humanidad.
Creamos una cooperativa internacional de periodistas, sin fines de lucro, en la que - por estatuto - cada periodista que trabajaba tenía una acción y en la que aquellos del Norte como yo no podrían ser más del 20 por ciento de sus miembros.
Como igual de importante, estipulamos que nadie del Norte podría informar sobre el Sur. Nos propusimos el desafío de ofrecer a periodistas de países del Sur en desarrollo la oportunidad de invalidar las afirmaciones del Norte, de que la calidad profesional era inferior en el Sur.
Otros dos factores importantes diferencian IPS de las agencias de noticias transnacionales.
En primer lugar, IPS fue creada para cubrir los asuntos internacionales, a diferencia de AP, UPI, AFP y Reuters, donde la cobertura mundial se sumaba a su tarea principal, que era cubrir los acontecimientos nacionales.
En segundo lugar, IPS se dedicó a los procesos a largo plazo y no solo a los hechos factuales.
Con esto, dábamos una voz a los ausentes en el flujo tradicional de la información y no solo a los países del Sur, sino también a actores desatendidos, como las mujeres, los pueblos indígenas, las organizaciones de base y también a temas como derechos humanos, ambiente, multiculturalismo, justicia social internacional o la búsqueda de la gobernanza mundial, entre otros.
Por supuesto, todo esto no se entendió o se aceptó fácilmente.
Decidimos apoyar la creación de agencias nacionales de noticias y emisoras de radio y televisión en los países del Sur, porque vimos esto como pasos hacia el pluralismo de la información. De hecho, ayudamos a establecer 22 agencias de noticias nacionales de esos países.
Eso creó desconfianza en ambos lados de la cerca. Muchos ministros de Información en el Sur nos miraban con recelo, porque mientras estábamos participando en una batalla útil y legítima, nos negamos a aceptar cualquier forma de control estatal. En el Norte, los medios de comunicación tradicionales y privados nos miraban como «portavoces» del Tercer Mundo.
En 1973, el Pool de Agencias de Noticias de los Países No Alineados acordó utilizar IPS, que fue creciendo en todas partes en su implantación internacional.
Al mismo tiempo, en la Organización de las Naciones Unidas (ONU), se sentía el llamamiento a establecer un Nuevo Orden Económico Internacional (NOEI), que aprobó la Asamblea General con el pleno apoyo del Consejo de Seguridad.
Parecía que la gobernanza global estaba en camino, basada en las ideas de justicia económica internacional, la participación y el desarrollo como la piedra angular de los valores para el orden económico mundial.
En 1981 todo esto se acabó. El presidente estadounidense Ronald Reagan y la primera ministra británica Margaret Thatcher decidieron destruir el multilateralismo y, con eso, el propio concepto de justicia social. Una de las primeras medidas que adoptaron fue la de pedir a todos los países que trabajaban con IPS que cortasen cualquier relación con nosotros y que desmantelasen sus sistemas nacionales de información.
En pocos años, la gran mayoría de las agencias de noticias nacionales, así como estaciones de radio y televisión desaparecieron. En adelante, la información iba a ser un mercado, no una política.
Estados Unidos y Gran Bretaña –más Singapur- se retiraron de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) por su proyecto de crear un Nuevo Orden Internacional de la Información (NOII) como consecuencia del NOEI, y su política de establecer sistemas nacionales de información desapareció.
El mundo cambió de rumbo y la ONU nunca se recuperó de ese cambio.
Los países no financiaban IPS. Era una organización independiente, y aunque perdimos a todos nuestros clientes de los sistemas nacionales de información del mundo, teníamos muchos medios de comunicación privados como clientes.
Así sobrevivimos, pero decidimos buscar nuevas alianzas que continuasen la búsqueda de la gobernanza mundial basada en la participación y la justicia, con las personas interesadas en temas globales, como los derechos humanos, el ambiente y así sucesivamente.
Vale la pena señalar que la ONU se estaba moviendo a lo largo de un camino paralelo.
En la década de los 90, Boutros Boutros-Ghali, el sexto secretario general de la ONU, emprendió una serie de conferencias mundiales sobre temas globales, como la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, conocida como la Cumbre de la Tierra y celebrada en Río de Janeiro en 1992.
Por primera vez, no solo nosotros de IPS -una organización no gubernamental (ONG) reconocida por el Consejo Económico y Social de la ONU (Ecosoc)- sino que todas las ONG interesadas en las cuestiones ambientales podían asistir.
En verdad, hubo dos eventos, aunque separados por 36 kilómetros: uno, la conferencia intergubernamental con 15.000 participantes, y otro, el Foro de las ONG, la conferencia de la sociedad civil con más de 20.000 participantes.
Y era evidente que el foro de la sociedad civil estaba presionando para el éxito de la Cumbre de la Tierra, ¡mucho más que numerosos delegados!
Para crear un espacio de comunicación entre las dos reuniones diferentes, IPS concibió y produjo un diario, TerraViva, para ser ampliamente distribuido con el fin de crear un sentido de comunidad.
Continuamos publicándolo en otras conferencias mundiales organizadas por la ONU esa década: sobre Derechos Humanos (Viena, 1993), sobre Población (El Cairo, 1994), sobre la Mujer (Beijing, 1995), y la Cumbre Social (Copenhague, 1995).
Después decidimos convertirlo en una publicación diaria, para ser distribuida en todo el sistema de la ONU. Ese es el TerraViva que se divulga cotidianamente y que es el vínculo entre IPS y miembros de la familia de las Naciones Unidas.
En este contexto, es triste observar que el mundo de repente dio un giro para peor con el final de la Guerra Fría, al finalizar la década de los 80, cuando emergió un sinnúmero de líneas de fractura no resueltas, que se habían congelado durante las hostilidades Este-Oeste.
Este año, por ejemplo, el número de personas desplazadas por conflictos alcanzó la cifra del fin de la Segunda Guerra Mundial.
La injusticia social, tanto a nivel nacional como internacional, crece a una velocidad sin precedentes. En 2013, los 50 hombres más ricos (no mujeres) del mundo acumularon riquezas equivalentes a los presupuestos de Brasil y Canadá.
Según Oxfam, al ritmo actual, en 2030 Gran Bretaña tendrá el mismo nivel de desigualdad social registrado con la reina Victoria, un período en el que un filósofo desconocido llamado Karl Marx trabajaba en la biblioteca del Museo Británico en sus estudios sobre la explotación de los niños en la nueva revolución industrial.
Cincuenta años después de la creación de IPS, creo más que nunca que el mundo es insostenible sin algún tipo de gobierno mundial. La historia nos ha demostrado que esto no puede provenir de la superioridad militar... Y rápidamente los eventos se están transformando en historia.
Durante mi vida he visto un país de 600 millones de personas en 1956, tratando de producir hierro con desechos de escuelas, fábricas y hospitales, que actualmente se ha convertido en un país de 1.200 millones y en el buen camino para llegar a ser el país más industrializado del mundo.
El mundo sumaba 3.500 millones de personas en 1964. Ahora cuenta con más de 7.000 y tendrá más de 9.000 millones dentro de 20 años.
En 1954, África subsahariana tenía 275 millones de habitantes. Ahora cuenta con unos 800 millones y alcanzará los 1.000 millones la próxima década, más que la población conjunta de Estados Unidos y Europa.
Por lo tanto, repetir lo que Reagan y Thatcher hicieron en 1981 es imposible. Pero de todos modos, el verdadero problema para todo el mundo es que no hay avances en cualquier tema central, desde el ambiente al desarme nuclear.
Las finanzas han adquirido vida propia, apartada de la producción económica y fuera del alcance de los gobiernos. Los dos motores de la globalización, las finanzas y el comercio, no forman parte del discurso de la ONU.
Desarrollo significa «ser más». Sin embargo, en la globalización ha llegado a significar «tener más», dos paradigmas muy diferentes.
En apenas 50 años, el mundo de la información ha cambiado incluso superando la imaginación. Internet dio voz a las redes sociales y los medios de comunicación tradicionales están en declive.
Por primera vez en la historia, pasamos del mundo de la información a un mundo de la comunicación. Ahora, las relaciones internacionales van mucho más allá de las relaciones intergubernamentales, mientras que con la red emergieron nuevas exigencias de rendición de cuentas y transparencia, básicas en la democracia.
Asimismo, a diferencia de hace medio siglo, existe un foso cada vez mayor entre los ciudadanos y las instituciones públicas. El tema de la corrupción, que hace 50 años era un asunto silenciado, es hoy uno de los asuntos que exige una renovación de la política. Y todo esto, nos guste o no, es básicamente una cuestión de valores.
IPS fue erigida sobre una plataforma de valores, para hacer que la información sea más democrática y participativa y para dar la voz a los que no la tienen.
Durante los últimos 50 años, a través de su trabajo y el apoyo de centenares de personas, ha alentado la esperanza de contribuir a un mundo mejor. Un tapiz de gran alcance de su compromiso se ofrece en «Los Periodistas que Cambiaron el Mundo. Voces de otra información», un libro escrito por más de 100 personalidades y periodistas en ejercicio.
Es evidente que estos valores siguen siendo muy actuales hoy en día y que la información, aunque se está convirtiendo cada vez más en una mercancía, orientada a eventos y orientada al mercado, continúa siendo una herramienta insustituible para crear conciencia democrática.
Pero, en mi opinión, no hay duda de que todos los datos nos muestran claramente que tenemos que encontrar alguna gobernanza global, basada en la participación, la justicia social y el derecho internacional. De lo contrario vamos a entrar en un nuevo período de confrontación dramática y malestar social.
En un mundo en el que tenemos que crear nuevas alianzas, el compromiso de IPS es continuar labor de mejorar la información, al servicio de la paz y la cooperación, apoyando a aquellos que comparten el mismo sueño.